Por Ernesto Tenembaum
Cuando en enero se difundió su foto con Miguel Lifschitz, un tuitero macrista se burló, con cierto talento: "Buena pareja para jugar a las bochas". Una semana más tarde, cuando apareció en sandalias y medias, la reacción fue hilarante y masiva. Pocas semanas después, el principal logro de Roberto Lavagna fue que dejaran de tomarlo en chiste.
"Estoy caliente. Muy caliente -casi gritó el presidente Macri esta semana- Otra vez volver a escuchar los que proponen ese atajo, esa solución mágica, que nos desliga, nos relega, de seguir este camino de trepar la montaña con orgullo, con esfuerzo, pero convencidos. Es in-so-por-ta-ble". Unos días antes, en un reportaje con Luis Majul, Macri había acusado erroneamente a Lavagna de haber impuesto retenciones, había criticado su negociación de la deuda externa privada del 2005 -un hecho ciertamente virtuoso- y le había adjudicado, también erróneamente, haber participado de los gobiernos que hundieron el país en los "últimos cuarenta años".
Pero no fue solo Macri. El jefe de Gabinete Marcos Peña sostuvo que Lavagna era igual que Cristina Kirchner, y que ambos eran "retrógrados, conservadores y reaccionarios". El ministro de Economía, Nicolás Dujovne, sostuvo que se puede crecer al 9 por ciento "haciendo todo mal" y le recriminó a Lavagna que pisara las tarifas y defaulteara la deuda externa. Dujovne no explicó si se puede producir inflación, endeudamiento y recesión, todo al mismo tiempo, "haciendo todo bien". La crítica de Elisa Carrió fue más personal. Aburrido, soberbio, viejo y usa sandalias con medias: cuestión de gustos. El ex viceministro de Dujovne, que volvió a Estados Unidos luego de un breve período de heroico patriotismo, se llama Sebastián Galiani: "Viene con Duhalde y Barrionuevo", acusó, sin recordar que Duhalde y Barrionuevo hasta hace dos días eran aliados de su Presidente. Alfredo Casero se burló del ex ministro en un clip que refleja la calidad creativa del período actual de su vida.
Casi no pasó un día sin que alguna figura del oficialismo se refiriera a él con cierta saña. El coro de tuiteros destacados de Corea del Sur respondió al sonido de las trompetas, con insultos, frases hechas, manipulación de archivos, tal como en otros tiempos lo hacían los de Corea del Norte.
Lo más curioso de esa seguidilla es que, al menos hasta ahora, Roberto Lavagna no representa una amenaza real para Macri. Es cierto que su figura logró instalarse en el debate político en tiempo record. Tiene cierta ironía que lo apoyen dos referentes de fenómenos culturales que, a primera vista, parecen antagónicos como Beatriz Sarlo y Marcelo Tinelli. Pero, además, Miguel Lifschitz, Luis Barrionuevo, Alejandro Katz, Guillermo Moreno, Margarita Stolbizer, los gobernadores peronistas moderados de Córdoba y San Juan, gran parte de la conducción de los sindicatos, Ricardo Alfonsín, tal vez Martín Lousteau: todo eso junto, más la reacción en cadena del macrismo son logros importantes para dos meses de campaña .
Sin embargo, eso no alcanza. Los estudios más serios y tradicionales de opinión pública respaldan la estrategia que, hasta ahora, seguía la Casa Rosada. Un tercio de la sociedad parece acompañar a Macri y a sus ideas, no importa lo que este haga, no importa lo que pase en el país. Ese tercio no ha cedido ni siquiera en los peores momentos y no hay razón para que eso cambie de aquí a ocutubre. Otro tercio se comporta de la misma manera hacia Cristina Fernandez de Kirchner. No hay espacio para que se rompa esa dicotomía. Al final del camino hay dos y solo dos candidatos. Por malos o buenos, cuerdos o desequilibrados, honestos o corruptos que sean, esa dinámica está cristalizada y la aparición de Lavagna en estos dos meses no parece haberla quebrado. Le acercó, es cierto, algunos votos más al espacio peronista no K. Pero ni siquiera así es una amenaza.
Entonces, ¿por qué se ponen tan nerviosos en el Gobierno? Solo se puede, en este sentido, especular acerca de dos razones. La primera es menor y obedece a una estrategia electoral. Por débil que sea la candidatura de Lavagna, ofrece un refugio a votantes de Macri que están desencantados con él y resisten la candidatura de Cristina Kirchner. Esos votantes estaban a la intemperie: ahora tienen donde ir. Potencialmente, Lavagna ofrece la posibilidad de un voto opositor sin que eso signifique avalar la monstruosa corrupción que mancha a Cristina Kirchner y su entorno. En ese sentido, debilitar a Lavagna es importante para que, en la primera vuelta, ya quede claro que hay solo dos opciones y no tres, y entonces esos votantes vuelvan al redil. No es lo mismo, en función del ballotage, empatar en primera vuelta que quedar muy rezagado.
Pero puede haber una razón más trascendente para el enojo de estos días, que quizá sea el aporte más interesante de la candidatura de Lavagna Desde la asunción de Macri, la oposición más estridente fue el kirchnerismo. Frente a cada crítica por la situación económica, el Gobierno tenía un recurso sencillo: recordar "los bolsos de Lopez" o la increíble adhesión K al régimen vergonzoso de Nicolás Maduro. Ese es el gran favor que el kirchnerismo le hizo a Macri desde que empezó su carrera hacia la presidencia: facilitarle un contrincante muy vulnerable. Lavagna, en cambio, le plantea a Macri la discusión sobre sus desaciertos económicos sin ofrecerle los flancos que, alegremente, a cada paso, regalan las huestes de Cristina.
Es una obviedad que la Argentina atraviesa serios problemas económicos en los últimos meses. Solo Dujovne y unos pocos pueden creer que están "haciendo todo bien". Las tasas de interés vuelan y, sin embargo, el Banco Central controla el dólar a duras penas. Se aplica un plan monetario muy restrictivo y sin embargo la inflación no se desacelera. El Gobierno tolera sin intervenir que la empresa dominante del mercado lácteo retire de las góndolas la leche destinada al consumo popular o que la harina suba 20 por ciento en un mes. Los precios cuidados -es decir, los que el Gobierno debe cuidar- subieron 200 por ciento en el año. No está claro que la economía argentina tenga arreglo con un plan alternativo. Pero los resultados de las ideas aplicadas por la Casa Rosada son muy angustiantes, por decir lo menos.
Lavagna, en todo caso, es la punta de lanza de muchas personas que dudan, con serios fundamentos, de la capacidad técnica del equipo económico oficial. Mario Blejer, el ex presidente del Banco Central que fue funcionario del FMI, dijo esta semana a Perfil: "Hay que revisar eso de que la inflación sea monetaria". Blejer está sorprendido porque en los Estados Unidos de Donald Trump se aplica una política monetaria laxa y la economía crece sin inflación. El ex ministro de economía de Mauricio Macri, Alfonso Prat Gay, contó que propuso una acuerdo social y económico al comienzo de este gobierno y no le aprobaron la idea. "Hay veces que emitir no genera inflación", abundó en sus críticas. Daniel Funes de Rioja, en nombre de los empresarios de la alimentación, sugirió que para frenar la inflación es necesario un acuerdo de precios. Eduardo Levy Yeyati reclamó una política de ingresos que es, en otras palabras, lo mismo que propone Lavagna. Y siguen las firmas.
Lo que está sucediendo es exactamente lo mismo que ocurrió en noviembre del 2015, cuando Macri anunció que liberaría el cepo cambiario de una y que eso no produciría efectos inflacionarios: gran parte del sufrimiento actual se explica en la frivolidad de aquellos primeros días. Medio país le advirtió que así no funcionaban las cosas. Pero el insistió en su curiosa idea con los resultados que se vieron. Ahora le advierten: la política monetaria no alcanza para frenar la inflación, es necesario un acuerdo de precios y salarios, el Gobierno no puede estar ausentes cuando grandes empresas abusan de su posición dominante, el ajuste fiscal no reduce el déficit porque produce menor recaudación. Pero Macri insiste en que hay un único camino, una unica opción, una única verdad: la suya. "Trepar la montaña con convicción".
La democracia liberal, por suerte, ofrece siempre espacios para que las personas elijan entre varias opciones. Si en octubre los dos tercios inamovibles votan con la idea de derrotar al otro tercio, Lavagna no tendrá ninguna chance. Si, en cambio, un cuarenta por ciento se convence de que lo importante es romper con la opción excluyente de Mauricio Macri o Cristina Kirchner, tal vez pueda ganar. No parece ser lo que va a suceder. Es cierto que el Indice de Confianza en el Gobierno revela que Macri está en su peor momento y que ni siquiera Cristina, cuando era Presidenta, estuvo tan mal como él. Son numeros, realmente, catastróficos. Es cierto que Cristina Kirchner revela a cada paso sus serios problemas de personalidad: cuando graba ese video absurdo sobre su viaje a Cuba, cuando revolea a los cuatro vientos un papel que hace pública la amenorrea de su hija o cuando compara su supuesto martirio con el de los detenidos de la ESMA.
Pero no alcanza con esos desvaríos.
Todo se encamina hacia una segunda vuelta entre los dos presidentes que dejaron a la Argentina en la actual situación.
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