Por Gustavo RonzanoGeneró muchas situaciones de riesgo, pero falló en la definición y además chocó contra Agustín Orion. El arquero visitante, que le atajó un penal a Montenegro, fue la gran figura.
La angustia nace en silencio y crece a los gritos. Y vaya si sabe de angustias este Independiente... Que casi sin darse cuenta, entró allá lejos y hace tiempo en ese peligroso tobogán por el que supo pasar el mismísimo River. Independiente no perdió la categoría, claro. Pero sigue firme ahí, en zona de descenso. Y cada partido que pasa, cada instante nomás en el que no da un paso adelante el equipo de Américo Gallego, las sensaciones de desamparo crecen al compás de un silencio atronador. Como pasó ayer, en el Libertadores de América. Si sonó fuerte el desahogo por el empate de Morel Rodríguez, más sonoros fueron los gestos de desconcierto a la salida. Si aún ganando Independiente no está para relajarse, ¿qué esperar después de un empate en un partido que tuvo servido en bandeja?
Independiente y Boca no construyeron un encuentro para la historia, es cierto. De hecho, lo del equipo de Bianchi rozó por momentos lo paupérrimo. Pero igual, con todos los ingredientes que hubo, con las tensiones del contorno inundando las cercanías de Orion por esa búsqueda constante del local, el partido fue atrapante de principio a fin. Y teniendo en cuenta la chatura del contexto (bien vale la pena recordar los olvidables River-Vélez y Estudiantes-Racing del sábado), no es poco. Claro que no.
Fredes por derecha, Vargas como eje central y Miranda bien atornillado sobre la izquierda. El Rolfi Montenegro suelto. Y más suelto Leguizamón para llegar por los costados, con Caicedo bien de punta. Así arrancó Independiente.
Pol Fernández, Ledesma, el debutante Federico Bravo y Sánchez Miño, del otro lado, conformaban una línea de cuatro mediocampistas con Bravo bien parado como viejo 5 y con Ledesma saliendo a romper unos metros adelante.
En el inicio nomás Orion le ahogó el grito de gol a Caicedo. Hubo diez minutos en los que Boca manejó la pelota. Claro, salió tranquilo. Sabiendo que necesitaba los tres puntos para romper la sequía de cinco partidos sin triunfos con la que llegó al duelo en Avellaneda. Pero consciente, también, de sus prioridades. Boca le apunta esencialmente a la Copa Libertadores y si bien en el ámbito local anda con sus necesidades a cuestas, tiene bien claro que sus urgencias no les llegan ni a los talones a las que arrastra Independiente.
El penal que Chiqui Pérez le hizo a Leguizamón bien pudo allanarle el camino al local. Pero no. Orion le detuvo el remate al Rolfi . Enseguida Cellay recibió una tarjeta roja cuanto menos polémica (aquí, en la página 6, se exhibe el contrapunto entre dos especialistas como Horacio Elizondo y Angel Sánchez). Entonces se rearmó Boca: se corrió Albín al lateral derecho, Sánchez Miño bajó a la posición de 3 y Guillermo Fernández se mudó a la izquierda del mediocampo.
Independiente pasó a manejar la pelota. Pero no podía manejar - no pudo manejar nunca, en realidad- esa angustia que lleva dentro. Morel sostenía, Vargas sobresalía. Iba Leguizamón, insistía Caicedo. Pero no había caso. El Rolfi andaba con todas las frustraciones encima y aunque la defensa de Boca era endeble como de costumbre, la resistencia de Orion alcanzaba para mantener el cero a cero.
Para colmo, en una réplica perfecta, Sánchez Miño llegó por izquierda ( Pol Fernández le pasó por atrás para distraer) y despachó el centro para Silva. Cabezazo y gol. Uno a cero. Cuando la mano viene cambiada no hay méritos que valgan, se dijo Independiente. Y así se fue al descanso. Volvió ya con Villafañez por Fredes. Gallego armó una defensa de tres, Mancuello se ubicó como volante por izquierda. Al rato entró Clemente por Fernández en Boca, como para rellenar la resistencia. Y enseguida Farías por Miranda y Somoza por Martínez, como para acentuar las posturas. La paradoja del empate de Morel fue la posición adelantada del Tecla Farías. Tanto había buscado Independiente, y sin embargo llegó a la igualdad por una acción que debió ser anulada.
Después fue por el triunfo el equipo de Gallego. Y se aferró al empate Boca. El ingreso de Colazo (por Sánchez Miño) no cambió nada. El de Benítez (por Leguizamón) sólo aportó más desencanto a la hora de definir. Boca se llevó demasiado. Independiente, demasiado poco. Perdieron los dos.
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