Por: Ernesto Tenembaum. Hay diferentes escenarios en los cuales el líder de La Libertad Avanza podría llegar al ballotage. Sin embargo, para ser Presidente antes deberá explicar con más detalles las medidas radicales que propone y cómo planea implementarlas siendo minoría en el Congreso.
El jueves de la semana anterior, aún bajo los ecos de la renuncia de Mauricio Macri a la candidatura presidencial, quise saber si algún encuestador tenía indicios de los efectos de ese movimiento en la interna de Juntos por el Cambio. En ese momento, se trataba de un dato central porque desde hacía largos meses la alianza opositora punteaba cómoda en las encuestas. De modo que si los votos de Macri fugaban hacia Patricia Bullrich, se incrementaba mucho la posibilidad de que ella llegara a la presidencia. Le escribí a dos encuestadores. Ambos respondieron con un dato por el que yo no los había consultado.
Uno de ellos -Alejandro Catterberg, de Poliarquía- escribió:
-Ningún cambio. Parejo hace varios meses. Pero Juntos por el Cambio, en caída. Por primera vez veo indicios serios de que todo esto puede terminar en Milei.
El otro –Facundo Nejamkis, de Opina Argentina-, contestó:
-No veo mucha incidencia del corrimiento de Macri, pero sí un crecimiento de Milei, que ya está claramente por encima de 20 y en algunos distritos del conurbano superando a Juntos por el Cambio.
Esas conclusiones surgen de estudios realizados antes del enfrentamiento que se produjo esta semana entre Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta. Los conflictos intensos dentro de una fuerza suelen, en un principio, expulsar a algunos de sus votantes así que es muy posible que la tendencia a la caída de Juntos por el Cambio se haya profundizado, al menos en alguna medida.
Lo que estaban señalando Catterberg y Nejamkis era que tal vez el resultado de la interna de Juntos no fuera tan importante para definir el próximo presidente ya que algo fuerte se estaba produciendo por fuera de esa disputa.
No es conveniente ser taxativo ante dinámicas tan vertiginosas. Mucho menos cuando los instrumentos de medición han demostrado ser tan frágiles. Pero existen ya muchos elementos para preguntarse si no se han producido dos cambios muy relevantes en el proceso que terminará con la elección del próximo presidente.
El primero de ellos es que la elección seguramente sea un enfrentamiento entre tres fuerzas competitivas. Hasta hace poco tiempo, Juntos por el Cambio era un gran candidato para reemplazar al peronismo en el poder. Las cosas han cambiado. Algunas consultoras, que realizan estudios presenciales recogen una diferencia no mayor a cinco puntos entre los primeros y los terceros.
De confirmarse, esa arquitectura electoral será realmente una originalidad para la política argentina. En ninguna de las nueve elecciones presidenciales que se realizaron desde 2003 existió una competencia real entre tres. Lo más parecido a eso sucedió en 1995, con la irrupción del Frepaso, que postuló la fórmula José Bordón-Chacho Alvarez y desplazó al radicalismo al tercer puesto. Pero esa vez, el peronismo conducido por Carlos Menem ganó en primera vuelta, por casi veinte puntos de diferencia. Eso no sucederá ahora.
Javier Milei en La Rural (Franco Fafasuli)
La segunda transformación sorprendente es la manera en que han crecido las chances de Javier Milei para ser el próximo presidente. Eso sucede no solo por las adhesiones que recibe su candidatura -que crecen un poco cada día- sino por un fenómeno que se le sumó esta semana: el estallido de la interna de Juntos por el Cambio y los coqueteos abiertos de Patricia Bullrich y Mauricio Macri hacia él. En ese contexto de acusaciones e insultos, las chances de la principal oposición caen porque si una parte importante de las personas que votarían a Juntos por el Cambio en las PASO, fugan hacia otras fuerzas en la primera vuelta, finalmente Milei entrará al ballotage.
Allí le tocaría enfrentar al desgastado oficialismo.
Eso lo pondría a un paso de la Casa Rosada.
Falta una eternidad para eso, pero estos análisis son un insumo muy presente para todos los profesionales -políticos, consultores, empresarios- que analizan lo que sucede.
Para entender más las posibilidades del libertario, tal vez sea necesario un ejemplo muy gráfico.
Algunos estudios registran que Juntos por el Cambio recibe hoy alrededor de un 28 por ciento de adhesiones; el Frente de Todos, un 25; y Milei, un 22. Si, efectivamente, eso se concretara en las PASO, parecería que Milei queda afuera de un ballotage. Pero la división de Juntos por el Cambio le concede una gran chance: si Larreta gana, puede haber una gran fuga de votantes de Bullrich hacia Milei, si gana Bullrich habría fuga hacia el peronismo o hacia el voto en blanco de un sector que votó a Larreta. Los favoritos para enfrentarse en el ballotage, entonces, serían Milei y el candidato oficialista triunfante en las primarias.
Aquel que gane las PASO en Juntos por el Cambio deberá hacer un enorme esfuerzo para llegar a la segunda vuelta. Por más que su fuerza sea la más votada en agosto, algo que está por verse, seguramente él sea el menos votado individualmente de los tres que queden en pie.
También puede ocurrir que el derrumbe del oficialismo sea más pronunciado aún y que la inflación lo barra del mapa. De hecho, los números que recogen los estudios que aún no acaban de cerrarse son terribles para el Gobierno. ¿Eso cambiaría algo? “Lo que nosotros vemos es que cada voto que pierde alguien se va hacia Milei. No importa si ese voto viene del peronismo o de Juntos. Es necesario enfatizar que los meses que vienen van a ser muy clave y que todo es muy incierto. Pero es lo que pasa en estos días”, dice Catterberg.
Javier Milei (Franco Fafasuli)
A esto se refería exactamente Mauricio Macri en un párrafo tremendo que pronunció esta semana: “Nosotros vamos a ir a una segunda vuelta con esta nueva expresión más liberal, más rupturista diría yo y más de enojo con la frustración que se arrastra durante décadas en la Argentina. Me parece que es un desafío, un desafío muy duro. Va a ser un desafío para el candidato nuestro que gane la interna, para demostrarle a la gente que nosotros, con esa experiencia adicional, ese equipo de gente que podemos reclutar…demostrar que más allá de las intenciones rupturistas y de cambio de Javier Milei nosotros tenemos las mismas pero con experiencia. Eso debería inclinar la balanza a favor nuestro. Pero va a ser una segunda vuelta muy complicada porque día a día hay más gente que se enoja y más gente que cree que hay que romper todo. Yo creo que hay que dinamitar….bueno…semidinamitar todo…no absolutamente todo”.
Es difícil saber a estas alturas si Milei llegará o no a la Casa Rosada. Pero lo que sí existe es una tendencia. Hasta hace un par de meses, ningún estudio registraba ese crecimiento de Milei, y no se había producido el estallido de Juntos por el Cambio. La combinación de esos dos nuevos elementos no permite asegurar, pero tampoco descartar -y esta es la novedad- que Milei sea el próximo presidente.
Ese nuevo escenario, es uno de los argumentos con que intentan convencer a Cristina Kirchner los partidarios de su candidatura. En primera vuelta, la Vicepresidenta asegura más votos para el peronismo que el resto de los candidatos posibles. ¿Qué pasaría si Juntos se desangra y todo termina en una segunda vuelta entre ella y Milei? Los números fríos indican hoy que ella es una de las dirigentes más rechazadas por la sociedad y él uno de los más aceptados. Pero, ¿no habrá una chance de que el miedo al salto al vacío le dé una chance a Cristina? Por lo pronto, se trata de una pregunta que jamás tendrá respuesta, porque Kirchner resiste los intentos por convencerla, ese desfile de los mismos de siempre al que, por pereza, llaman “operativo clamor”.
Para llegar a ser Presidente, de todos modos, Milei deberá sortear muchos desafíos. El primero de ellos será dar una respuesta ante el planteo de que tendría muy pocos legisladores y ningún gobernador. En ese sentido, sería el presidente más débil de la historia democrática argentina y le resultaría muy difícil poner en marcha el menú de medidas radicales que propone.
El segundo será explicar con más detalle esas medidas radicales. Hasta ahora, muy pocas personas se dedicaron a discutirlas por las escasas posibilidades del candidato. Con el correr de las semanas, se pondrá en marcha una intensa campaña para explicar que una eventual dolarización sería imposible sin una devaluación de dimensiones astronómicas aún para la Argentina. Y eso solo para empezar.
Esas discusiones, de todos modos, tendrán sentido si no hay una ola a su favor. Porque las olas no se detienen ante esas minucias.
Gane o pierda, la irrupción de Javier Milei refleja el estado de fragilidad de la democracia argentina. El prestigioso politólogo Juan Tokatlian lo resumió de esta manera: “No creo que muchas de las personas que siguen o pudieran seguir a Milei estén atraídas por sus rasgos personales o por la viabilidad de sus propuestas en materia económica; llegaron o llegan a él cuando para esas personas la alternativa a Milei son, a esta altura, nadie”.
Hay una legítima discusión acerca de si esta desolación deriva de la ineptitud de la dirigencia política o de una situación estructural que arrancó en 2010 con el fin de la era de las commodities y continuó en los últimos años con la pandemia, los efectos inflacionarios de la guerra, la sequía de estos meses. Años de malestar en continuado.
En cualquier caso, una cosa se suma a la otra. El Frente de Todos termina este mandato desgastado por una pelea interna incomprensible y obscena entre sus primeras figuras. Ese mismo proceso afecta ahora a Juntos por el Cambio, que ha expuesto en pocos días los vicios, los resentimientos acumulados y las ambiciones de sus principales figuras. En ambos casos, tal vez se trate de maneras de procesar el ocaso de dos líderes muy importantes -Cristina Kirchner y Mauricio Macri- que intentan arrastrar todo con su caída. Pero aun esos procesos evolutivos podrían tramitarse con un poco más de elegancia, en una situación social donde mucha gente vive angustiada. No es así. De allí la bronca. Y de esa bronca, la emergencia de liderazgos exóticos.
Desde que arrancó su larga marcha, Javier Milei ha exhibido un récord de ideas muy originales por llamarlas de alguna manera. Sostuvo que sería necesario legalizar la venta de órganos y, tal vez, también la de niños, que es necesario abandonar el sistema de educación pública en todos los niveles y reemplazarlo por otro en el que la educación de los más pobres se solvente con caridad. Milei fue uno de los dos únicos diputados que se negaron a votar una ley que garantizaba el diagnóstico precoz de las cardiopatías congénitas en niños. “Implicaba más intervención del Estado en la vida de las personas”, justificó. Milei es, además, el único político argentino que sostiene que la elección en la que triunfó Luiz Ignacio Da Silva en Brasil fue fraudulenta. No se trata solo de que grita o gesticula o de sus ideas económicas. Sin embargo, aun con todo eso, es uno de los políticos con mayor aceptación del país, con el menor rechazo y al menos uno de cada cinco consultados dice que lo va a votar.
El eventual triunfo de Milei en las presidenciales colocaría a la Argentina dentro de una extensa lista de países latinoamericanos que, por izquierda o por derecha, eligieron a personajes impensados pocos meses atrás. Los triunfos de Pedro Castillo en Perú, Gabriel Boric en Chile y Jair Bolsonaro en Brasil han sido algunos de esos fenómenos inesperados. Eso sucede, en parte, porque la caída de las viejas estructuras políticas provoca una atomización que permiten llegar al ballotage a alguien con una cantidad de votos que hubiera sido menospreciada en procesos electorales anteriores.
Dicho sea de paso.
Dinamitar todo.
O semidinamitar todo.
Qué gran idea.
Sobre todo, qué propuesta tan tranquilizadora.
¿Cómo es que todavía no se le había ocurrido a nadie?
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