Un grupo de muralistas llevó el proyecto, y con ayuda de los internos, pintaron un paredón en dos días.
Algo jugada, bastante divertida, muy interesante y, claro, distinta a la de otros años. Gracias a la gestión de Anabel Matallán, una alumna del taller de Ron que, a su vez, da cursos de artes varias en la cárcel de Devoto, ella, sus compañeros de clase y el profe Ron pudieron plasmar su arte en uno de los paredones internos del penal. Con ganas de aplicar toda la teoría aprendida en un proyecto concreto, idearon un diseño bastante sugestivo y lo llevaron al establecimiento de Bermúdez y Nogoyá, el único penal en territorio porteño.
Un cóndor gigante rompe la pared, jineteado por una mujer que transmite paz. "Tiene que ver con un grito de libertad. El cóndor es un ave fuerte, un ave andina, bien sanguínea. Ella rompe la pared y es una alusión a la libertad", cuenta Martín, un artista habitué de las calles y subtes porteños. Sus murales están plasmados en Villa Urquiza, en la línea H y en la A del subte (se viene una intervención en la estación Miserere) y es uno de los creadores de los ídolos populares que están desparramados en las paredes de la Ciudad y del Conurbano.
El hombre es algo así como el Usain Bolt de los murales: cada pared que pinta, por más grande que sea, lo hace en tiempo récord. Éste lo hizo en apenas dos días. Pero no lo hizo solo. El organizó, sus alumnos pintaron y los internos colaboraron. "Yo coordiné a los quince alumnos del taller y otros quince presos nos ayudaron con sus ideas y los rellenos", explica Ron y sobre el dibujo agrega: "Es parte del trabajo del taller, manejar un concepto, una idea y darle forma". Para los alumnos, autodenominados "Poder Puma", y para el penal de Devoto, se trata del primer mural de un grupo independiente, con proyecto aprobado y todo por la cárcel y que tiene ayuda de los internos.
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