El operativo de seguridad en Recoleta tensó, a niveles inimaginables, la disputa entre Larreta y Bullrich. Eso dificulta una instancia clave: la resolución del candidato del PRO. Se visibilizan las internas en JxC y asoman alternativas autónomas. Primero fue el factor Massa; ahora el expediente Cristina.
Por Pablo Ibáñez
Sin equidistancia -ni éxito-, Mauricio Macri arbitró para contener la herida expuesta que Cristina Kirchner generó en el PRO. Hasta acá, el expresidente usó en beneficio propio el espadeo constante entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich; el viejo truco de dividir y reinar. Pero el episodio Recoleta escaló demasiado, se le fue de las manos e instaló por primera vez un escenario indeseado: el de la ruptura y/o la atomización del dispositivo macrista.
El almuerzo del PRO, este martes en Puerto Madero, se convirtió en una larga sesión de diván grupal sobre cómo convivir con la vice. Macri, que gobierna el ecosistema del PRO, no logró ordenar una crisis interna que mostró, por primera vez, a Rodríguez Larreta fuera de sí y a Bullrich, en general estratégicamente silvestre, decidida a no ceder ni un centímetro de el pulseo con el jefe de Gobierno. “Patricia fue egoísta con lo que hizo. ¿Se olvidó que cuando pasó lo de Maldonado nosotros la bancamos?”, se quejaron en el primer anillo de Larreta.
De fondo, la discusión tiene que ver con la dinámica íntima del PRO para resolver la candidatura presidencial del 2023, la butaca que se disputan Larreta y Bullrich, y donde incide Macri. No está definido un formato y, luego de cada pelea pública como la de este fin de semana, el intríngulis para hacerlo se vuelve más complejo. Por momentos, aparece en escena la hipótesis de un escenario similar al del 2003, una disputa electoral con cuatro o cinco candidatos/espacios sobre el ring. Así llegó Néstor Kirchner a presidente.
Esa postal, todavía prematura, asoma en el radar. No solo se nutre de la irrupción de Javier Milei, cuya proyección electoral alcanzó picos de 20% y aunque se aplacó sigue en el orden de 15%. Sobrevuela, además, el fantasma de que la UCR decida desmarcarse del macrismo y se aventure a competir por las suyas. Juan Schiaretti, gobernador de Córdoba, teoriza que Macri se radicalizará, buscará una alianza con los libetrtarios, JxC se romperá y el radicalismo buscará un acuerdo con el PJ no K. Facundo Manes fantasea con una fórmula donde el cordobés sea su vice.
Bullrich repite, como un mantra, que a los 66 años, la elección del año próximo es la última chance política que tiene para ser presidenta. “¿Qué me puede ofrecer Horacio?”, repite. La pregunta subyacente podría ser qué puede ofrecerle Macri que mientras tanto se entretiene haciendo picardías. Una de sus últimas travesuras fue enviar a Darío Nieto, su ex secretario privado, el de las causas por espionaje, a colaborar con María Eugenia Vidal. “Estoy trabajando para la candidatura presidencial de Vidal”, dice Nieto. No se conoce la reacción de Vidal que, por otro lado, escucha recomendaciones de Marcos Peña que, según se cuenta, desistió de asesorar a Larreta, demasiado radial para su gusto.
Se atribuye el enojo de Vidal con Larreta a la promesa incumplida de incorporar al gabinete porteño a Gustavo Ferrari. No fue una decisión del todo autónoma la del jefe de gobierno porteño. Al saberla molesta, Macri corrió al auxilio de la exgobernadora. Vidal, que aceptó hace un año aceptó volver a CABA y competir, en las proyecciones sobre la sucesión porteña, ve que Larreta prioriza a Jorge Macri y a Martín Lousteau, otro que está incómodo: le habían prometido una PASO limpia y, dicen a su lado, la ve de cumplimiento improbable si su rival es el primo Jorge. Por aquí y por allá anda, también Elisa Carrió con su metralla selectiva.
Centralidad
Los ruidos cambiemitas vienen desde hace tiempo pero pasaron algunas cosas. Primero, apareció Sergio Massa, detrás de quien se alineó el FdT para tratar de surfear la crisis post-Guzmán. El tigrense desplegó un libreto centrista que, con otra estética pero los mismos argumentos, podría pronunciar Larreta. Lo asume, a veces como un electrón suelto, Juan Grabois, que fue al choque contra las vallas en Recoleta, luego se abrazó con la vice pero este martes les dijo a sus diputados que no vayan a la reunión con Cristina porque se enfrentan a horas determinantes en los que se decidirá si abandonar el bloque del FdT. “El fin de semana se cumple un mes desde que le pedimos a Massa medidas para los más pobres: anunció medidas para todos, jubilados, monotributistas, productores rurales, cerealeras, menos para los pobres”, cuentan cerca de Grabois.
Con Massa en la cancha, se desató la tempestad lilita. Tiempista para pegar, Carrió castigó a dirigentes del esquema Macri y a socios alejados de Larreta. La derivación fue bastante obvia: la desafió Bullrich y el paso siguiente de la jefa vitalicia de la Coalición Cívica (CC) fue acusar a la exministra de Seguridad de haberla espiado con personal de la Federal. Cada chirlo público vuelve más difícil una confluencia pacífica en una PASO y, si eso ocurriese, proyecta una convivencia incendiaria en un hipotético gobierno compartido.
El segundo acto tuvo como protagonista -¿indeseada?- a Cristina. El alegato del fiscal Diego Luciani generó agitación, todo el peronismo se movió en defensa de la vice y los incidentes en Recoleta, el fin de semana, terminaron de instalar a Cristina como un factor determinante en la interna opositora.
Si había alguna duda, en la última semana se confirmó la hiper centralidad que la vice tiene en el FdT. Tuvo dos cosechas adicionales: logró que en torno al PJ se junten todos los partidos que integran el frente electoral, una foto de esa institucionalidad que nunca se concretó, y atravesó las fronteras para lograr adhesiones, unas más potentes que otras, de dirigentes extranjeros. Este martes, hubo cumbre en el PJ y el sábado, en Merlo, la vice hablará en el cierre de un acto del PJ bonaerense que preside su hijo Máximo.
Con los cruces entre Larreta y Bullrich por el manejo del expediente Recoleta, el aguijón de la vice impacta en el corazón de la disputa del PRO. Puede haber un poco de espasmo pero hay, seguro, también estrategia: el sábado, aceptó un canal de diálogo con el larretismo, del que participaron “Wado” De Pedro y Juan Martín Mena, junto a Aníbal Fernández, y este martes, la vice enfocó sus críticas sobre Bullrich.
Cristina se convirtió en un territorio donde disputan Larreta y Bullrich. En torno a la vice orbita toda la galaxia política, el peronismo, la familia judicial y ahora la oposición que mide su nivel de pureza según cómo se vincula, o confronta, con el dispositivo K. La disputa está en el centro de la escena y, por alguna magia que Massa se autoatribuye, la estridencia política y judicial, todavía no logra afecta los indicadores del mercado. Resulta un dato novedoso: la política siempre repercute sobre la economía y, por ahora, eso no ocurrió.
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