Por Ricardo RoaKobal, el temible es un libro de memorias de Martín Amis y una notable reflexión sobre Stalin y sobre cómo los ideales de justicia y de igualdad se terminan bastardeando por la ambición de poder a cualquier costo.
La otra novedad se encontraba en la justificación: con Videla había triunfado la línea más democrática de la cúpula militar, enfrentada al “ala pinochetista”.
Esa ilusión, si es que la hubo, duró lo que el Big Bang y “a pesar de la posición adoptada por su dirección, la militancia comunista debió soportar una dura represión.
Muchos murieron con la credencial del partido en la mano, tratando de convencer a sus captores que el PC no tenía nada que ver con los guerrilleros”. El testimonio es del periodista Jorge Sigal, entonces dirigente del partido. Algunos consiguieron zafar.
Fue una más de las contradicciones inexplicables con las que el PC se ha destrozado a sí mismo. Mucho menos dramática, en estos días otro cuadro comunista acaba de hacer su propia parábola: Martín Sabbatella, el responsable de la AFSCA, despidió de la filial La Rioja a María Reinoso, a la vez abogada de la madre del soldado desaparecido en 1976 Alberto Ledo.
Reinoso es también una militante comunista y fue echada porque denunció ante la Justicia que el jefe del Ejército, Milani, participó en el secuestro.
Como otros dirigentes comunistas que son funcionarios o legisladores, Sabbatella comercia con la nostalgia revolucionaria y busca en la tragedia de la dictadura legitimidad moral. Pero es capaz de encorvarse como un soldado y deportar a una compañera si se lo mandan.
Asume el cumplimiento de las órdenes más indignas a modo de daño colateral. Eso no es realismo. Es hipocresía.
Dice Amis: “A veces me pregunto por el hecho de que la izquierda, que generó semejante matanza con Stalin, quiera ser abanderada de la libertad y los derechos humanos sin hacer una profunda autocrítica”. A falta de antecedentes propios, la portación de progresismo está bien recompensada en el mundo K, donde se reproduce la estafa: el ex partido de Sabbatella apoyó a Videla, Sabbatella apoya a Milani.
En el 76 fue obediencia debida a la Unión Soviética, que hizo buenas migas y buenos negocios con los militares para involucrarlos en la disputa contra Estados Unidos. Hoy es obediencia debida al kirchnerismo.
En los dos casos, la lógica de los dirigentes es la misma: primero el poder, después la ideología. El oportunismo resiste más al tiempo que los ideales.
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