El jefe de Gabinete regresará en febrero a Tucumán para postularse a vicegobernador, pero su verdadero objetivo es competir en la elección nacional.
Por: Nicolás Balinotti.
Antes de definir y emprender su regreso sin gloria a Tucumán, el jefe de gabinete, Juan Manzur, revisó encuestas y se convenció de que lo mejor era tomar distancia de la gestión nacional. Repasó una y otra vez más las cifras y las comparó con la de meses pasados. Lo sorprendieron los índices de imagen negativa de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa, de quienes preferiría por ahora alejarse, según ventilaron preocupados dos fuentes de su entorno. De las mediciones surgió otro dato que lo empujó definitivamente a saltar del barco: su figura todavía tiene un alto nivel de desconocimiento a pesar de ocupar un rol central en la Casa Rosada desde hace más de un año y de contar con un equipo de prensa y difusión de 12 personas con todos los recursos a cargo del Estado. Señales del ocaso prematuro de un gobierno que a veces parece autodestructivo.
La decisión de Manzur de regresar en febrero a Tucumán esconde otras razones que su intención de ser candidato a vicegobernador, un cargo que no lo seduce ni siquiera por el manejo de una caja de $11.000 millones y la ascendencia que pueda tener sobre los 49 legisladores provinciales. Su vuelta es un escape. Huye por temor a que la crisis económica y la interna oficialista devore su ilusión de construir su propio proyecto presidencial. Su insistencia a competir en la Nación no se sustenta en las encuestas, aunque tal vez sí en el apoyo manifiesto que recibe de gobernadores, sindicalistas, piqueteros, empresarios [la mayoría de ellos del rubro de la salud] y hasta de diplomáticos y religiosos.
Siempre optimista, tal vez por su origen libanés y la importancia que les da a los credos, el jefe de Gabinete encontró en las proyecciones negativas que trazan las encuestas una oportunidad para resurgir. “Si pretende ser Presidente y la gente no lo conoce, es algo malo. Pero todavía tiene margen para ser conocido”, evalúa un avezado profesional de los estudios de opinión que suele intercambiar datos con frecuencia con Manzur.
¿Unas PASO renovadas?
Antes de volver al barro de la política tucumana, Manzur hace equilibrio en medio de la pelea entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Ahora la disputa es por la eventual eliminación de las PASO cuando falta menos de un año para las elecciones. Un sector del Frente de Todos imagina una salida intermedia, que no sería la cancelación de las primarias, como presiona La Cámpora, pero sí una modificación de las reglas vía el Congreso y con aval de la oposición. Estudian la posibilidad de que en las PASO se presenten candidatos en soledad y no en fórmula, lo que permitiría negociar y armar los binomios después de los comicios. Al estilo americano. “No sería descabellado”, barruntan en un despacho legislativo del oficialismo, preocupados ante la falta de una oferta electoral competitiva. En caso de prosperar, la medida ayudaría también ordenar a la oposición, que tampoco está ajena del caos y las internas.
Mientras el Presidente dice puertas adentro que pretende retener a Manzur y concederle una licencia [¿sin goce de sueldo?] para afrontar la campaña en el norte, el tucumano ya activó su operativo retorno para competir el 14 de mayo de 2023. Imposibilitado legalmente a ser otra vez gobernador y frente a la amenaza de la oposición de impugnar su postulación, el jefe provincial en uso de licencia presentó un recurso de amparo ante la Corte Suprema para que lo habiliten a ser candidato a vicegobernador de Osvaldo Jaldo, con quien se enfrentó hace dos años en unas PASO. El fiscal de Estado, Edmundo Jiménez, le dio el primero guiño y dictaminó que el máximo tribunal es competente para resolver la inédita situación. No deberían surgir escollos. Como Jiménez, los cinco jueces de la Corte tienen lazos directos con Manzur: dos fueron designados por él y los tres restantes por José Alperovich, de quien el jefe de gabinete fue su vice durante dos mandatos. Delicias que pasan en los feudos.
La relación Manzur-Jaldo está guiada por la desconfianza desde que dirimieron en las urnas el control del PJ local. Durante los 13 meses que lleva como jefe de Gabinete, nunca dejó de monitorear los números y movimientos de la provincia. Hasta utilizó como propio el avión sanitario provincial para viajar a Estados Unidos. También le diseñó a Jaldo un gabinete con incondicionales, blindó la caja y las firmas, y ahora que el peronismo tuvo un atisbo de sublevación decidió regresar. No sabe aún si será candidato a vicegobernador o un mero jefe de campaña de su hasta hace poco rival político. “Quiere retener la provincia para ir a jugar en la elección nacional fortalecido”, dijo un dirigente del PJ provincial. En Buenos Aires confirmaron esta estrategia con la intención de no dar aún por muerto el “proyecto [presidencial] Juan XXIII”.
Candidato testimonial y clientelismo
De ser así la hoja de ruta, Manzur repetirá una marca registrada en su trayectoria política: sería nuevamente candidato testimonial. En 2007 fue elegido vicegobernador hasta que el 1° de julio de 2009 fue convocado por Cristina Kirchner al gabinete nacional para afrontar la gripe A en reemplazo de Graciela Ocaña. Eso no le impidió ser candidato testimonial a vicegobernador en 2011 y a diputado nacional en 2013. Gozó de seis años de licencia y regresó con un ascenso laboral: reemplazó a Alperovich, a quien la Constitución provincial le impedía ir por otro mandato. En 2019 logró la reelección como gobernador y en 2021 fue candidato a senador nacional suplente. En septiembre de ese año, tras la derrota a nivel nacional del Frente de Todos, Alberto Fernández lo designó jefe de gabinete de un gobierno en emergencia. Desembarcó hiperactivo, con el apoyo de gobernadores, sindicalistas y piqueteros, pero su luz se fue extinguiendo.
Cristina, eufórica con Manzur, Scioli y Alperovich
“Alberto lo llevó a la Jefatura de Gabinete prometiendo que iba trabajar con los gobernadores, que iba a articular con el movimiento obrero, con los empresarios; Manzur es una persona de diálogo, pero parece que a un sector del PJ porteño le dio celos y lo fue relegando. Esto es culpa del Presidente, que no toma decisiones”, cuestionó Carlos Cisneros, diputado nacional por Tucumán del Frente de Todos y un aliado de Manzur.
Manzur aspira a reacomodarse en el tablero nacional después de retener Tucumán. Apelará al aparato político y clientelar para mantener la hegemonía peronista. Pese a la distancia, no perdió el control de la maquinaria, a la que tiene aceitada y conoce desde sus tiempos de ladero de Alperovich, quien en 2019 fue víctima de su propia creación. Ese año Manzur lo derrotó a fuerza de reparto de fondos y planes sociales con fines netamente electorales e impuso el poder de la caja en una provincia en la que siete de cada diez persona dependen directa o indirectamente del Estado ante la escasez de empleo. Cree que un triunfo holgado en su provincia le devolvería la ilusión de tallar en la definición de las candidaturas del PJ para 2023. Explica así en la intimidad su decisión estratégica de tomar distancia e intentar desentenderse de las encuestas negativas de la gestión nacional. También lo inquieta hacer equilibrio en la interna oficialista, sin romper con Alberto y Massa, y mucho menos con Cristina, a quien ya jubiló en 2018 [”ya fue, su ciclo terminó”, dijo] pero de quien espera alguna señal o el dedazo para reacomodarse otra vez.
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