“Está pasando su mejor momento”, comenta un cliente del buffet de un lujoso country mientras ordena el plato del día: milanesas de ternera con papas noisette. Hugo, como se lo conoce en el country, va y viene del otro lado de la barra.
Despojado de su uniforme, de su custodia y de las decenas de micrófonos que lo rodeaban en cada conferencia de prensa, parece un empleado más. “Ahora no tiene presiones de ningún tipo. Viene acá, nos vende facturas calentitas y mira la tele”, completa el propietario de una lujosa propiedad mientras prepara sus palos de golf.
La vida de Matzkin, no obstante, se encuentra lejos de la apacible existencia que sus clientes suponen. Hasta los últimos instantes de la última elección presidencial, Hugo soñó con manejar la Agencia Federal de Inteligencia (ex SIDE). Daniel Scioli se la había prometido. Pero el teléfono sonó durante la cena y trajo las noticias tan temidas: había ganado Mauricio Macri.
Para Hugo Matzkin, la derrota electoral de Daniel Scioli significó quedarse afuera de la AFI, pero también un vendaval de causas judiciales que comenzaron a encauzarse en su contra. Él, que había asumido en diciembre de 2011 en reemplazo de Juan Carlos Paggi, que había sido la mano derecha de León Arslanián y que, como todopoderoso jefe de la Bonaerense, habíase convertido en “una prenda de paz” entre las fuerzas provinciales y federales, ahora debía enfrentarse cara a cara con su miedo más oscuro: sus propias fallas y delitos.
Entre las causas más resonantes en las que se lo involucra, se encuentra la muerte de Pedro “El Lauchón” Viale, un hombre de la SIDE y de Jaime Stiuso que había logrado la detención de Jesús Londoño, alias “Mi Sangre”, el tristemente célebre narco colombiano vinculado al cartel mexicano de Los Zetas. “El Lauchón” Viale trabajó durante más de treinta años en la SIDE y estaba a punto de jubilarse cuando, el 9 de julio del 2013, el Grupo Halcón entró a los tiros en su casa y lo ultimaron de once disparos en el interior de su baño.
Un juez había ordenado el allanamiento en la casa de Viale. No obstante, el Grupo Halcón no está autorizado a disparar sin una orden judicial. Una infinidad de testigos, entre ellos vecinos y hasta la esposa de Viale, aseguran que “El Lauchón”, agazapado en el baño, les pedía a los gritos que le muestren la identificación. Es que, luego de haber participado en una infinidad de operativos con la fuerza especial de la Policía Bonaerense, le costaba creer que ahora hayan ido a su casa a matarlo y por eso pensaba que eran ladrones disfrazados. “¡La chapa! -gritaba- ¡mostrame la chapa!”. Pero nadie se identificó. Siguieron disparando hasta que desde el baño ya no se escuchó nada. ¿Qué información buscaron acallar asesinando a Viale? Hugo Matzkin, en aquel entonces responsable de la fuerza, es uno de los pocos que lo sabe.
Con la resonante detención de Jorge Castillo, el “Rey de la Salada”, que actualmente se encuentra en huelga de hambre y exigiendo su traslado, se volvió a complicar la situación de Hugo Matzkin. Entre las tantas conversaciones grabadas de las que se hizo la policía, aparecen las voces de Alejandro Granados, ex ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, y de Matzkin, por entonces jefe de la Policía Bonaerense. En ellas, Castillo asegura en varias oportunidades que Matzkin le garantizará la seguridad del negocio del cobro de dinero a cambio de un lugar para los puestos. Curiosamente, en la misma causa está imputado Hugo Orlando Fassone, ex subcomisario que también está imputado en la muerte de “El Lauchón”.
Ajeno a las causas y las imputaciones que se ciernen a su alrededor, Hugo Matzkin vende facturas de grasa y manteca en el buffet, mañana tras mañana, esperando que su perfil bajo lo mantenga a salvo un tiempo más. Quizá el suficiente para que todo quede en la nada porque, en la Argentina, todo se olvida.
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