Las señales que pasa el jefe de Gobierno porteño: va por ampliar acuerdos, se aleja de María Eugenia Vidal y se independiza de Mauricio Macri.
Lo venían charlando desde hacía un par de semanas y lo cerraron de apuro el martes, cuando empezaban los cortes de luz. Casi lo cerraron hay que decir: aún le falta al acuerdo un golpe de horno final. Pero está todo encarrilado para que Emilio Monzó se incorpore al equipo que construirá la candidatura presidencial de Rodríguez Larreta.
A los políticos no les gusta hablar públicamente de elecciones recién terminada una. Obvio: es porque a buena parte de la gente le cae mal que empiecen a menear candidaturas en medio de tanta crisis. Pero el almanaque dice que se vota cada dos años y que en 15 meses, como muy tarde, tienen que tener la oferta completa para una interna que vendrá seguramente más complicada que la que tuvo que pasar Mauricio Macri.
Larreta encabeza las encuestas en Juntos por el Cambio, donde no faltan candidatos. Pero sabe que es un maratón y no una carrera corta. Tampoco le faltan candidatos al radicalismo. Son dos partidos entonados por la victoria en las legislativas. Larreta ha tomado la decisión de reducir su protagonismo y apartarse en lo que pueda de los conflictos de la política. Ahora toma otra, nunca libre de problemas políticos: mover las fichas para armar un equipo de campaña.
Al objetivo de surfear las polémicas del día a día lo ayuda la exposición del jujeño Gerardo Morales, también aspirante al premio mayor del 2023 y que va a todos los cruces y salta a cabecear todos los centros. En parte, por cómo es pero también por la necesidad de ser más conocido.
El pase de Monzó al larretismo es el más sonoro de la temporada en el mundillo de la política. Calentón, difícil y talentoso, Monzó se define acuerdista como Larreta y antes que Larreta insistía en ampliar la base electoral de Cambiemos, buscando o pescando en el peronismo. Fue corrido del círculo áulico macrista por proponer eso y por pelearse con Marcos Peña y Durán Barba, el gurú del partido, que preferían la estrechez de la coalición a mezclarse con lo que llamaban la vieja política. Monzó entonces mandaba en el Congreso y era el tres en la sucesión presidencial.
Para entender mejor al personaje: empezó en la Ucedé y como tantos, se pasó al peronismo. Fue intendente en su pueblo de Carlos Tejedor y diputado kirchnerista, funcionario con Randazzo, que era y es su amigo, y ministro de Scioli, que era su amigo y ya no lo es. Scioli lo nombró ministro de Asuntos Agrarios en medio del conflicto con el campo, un lío que nunca deja de estar presente en el horizonte. Se puso a dialogar con los ruralistas y, como era de esperar, puso nervioso a Kirchner: lo renunciaron.
Dato menor o quizás no tan menor: en esos días, Wado De Pedro era el novio de una de sus hermanas y tampoco apoyaba al kirchnerismo en su arremetida contra el campo. Monzó fue con la lista de De Narváez y en 2010, ya legislador de monobloque, se alió con la bancada del PRO. Le fue más que bien aunque en el PRO le pidieron afiliarse como prueba de fe. No lo hizo. Macri lo colocó de ministro en el Gabinete porteño y de ahí saltó a armador de su candidatura presidencial.
Otro dato para tener en cuenta: no estuvo de acuerdo con que María Eugenia Vidal enfrentara a Aníbal Fernández por la gobernación bonaerense, pero la ayudó a ganar. Y luego de ganar, Vidal le cerró con candados la puerta de la provincia: le impidió sistemáticamente cualquier desarrollo territorial.
Y otro dato: trabajó muy cerca de Macri pero no se hablan después de una durísima discusión en noviembre del 2019. Macri lo acusó de ser responsable de parte del fracaso. Y Monzó, de no ampliar la base de sustentación que era imprescindible para las transformaciones que proponía. Monzó acaba de declarar que Macri es el que más votos junta en una interna de Cambiemos. Dice algo más: que es el único que puede ordenar el desorden que hay en ese espacio y que eso es clave para convocar a nuevos aliados. Pero también dice que Macri no debe volver a ser candidato a presidente.
Es un tipo que dice cosas duras pero que habla con todos. Nunca diría, como Ricardito Alfonsín, que su límite es Macri. En estos dos últimos años, habló con Massa para transmitirle su experiencia en el manejo de la cámara y habló con Kicillof para contarle la historia del peronismo en la provincia. Sin lugar en el PRO, se trepó en la interna de Cambiemos a la lista de Manes para volver a ser diputado.
Ahora, con Larreta, dice que se no se trata de armar como con Macri sino de generar confianza y encontrar para cada uno el lugar más indicado. Encajar más que tejer. En esa tarea estará con Diego Santilli, uno de los primeros pasos de Larreta en su búsqueda de 2023 cuando supo imponerlo como primer candidato bonaerense. Santilli ganó ahí nomás pero ganó en lo que se tenía por bastión inconquistable del cristinismo.
Sacó chapa propia porque hizo ganar a la oposición en la provincia estratégica del peronismo y en la que Vidal prefirió no competir. Junto con Larreta, en un equipo de cinco, Monzó y Santilli se ocuparán de la política. Las otras dos patas serán Federico Di Benedetto, que fue clave en la campaña de Santilli, y Edgardo Cenzón, que integró del equipo chico de Macri en la campaña presidencial.
De bajo perfil, Di Benedetto es experto en comunicación y el Durán Barba de Larreta: está a cargo de decodificar los mensajes de los votantes, los a favor y los en contra en las encuestas. También, de definir la estrategia de comunicación por las redes. Hay una diferencia con la etapa inicial del macrismo: Larreta parece privilegiar la política al marketing.
Completa Cenzón, porque no hay equipo de armado que funcione sin que alguien maneje los números (y los consiga). Sabe de manejo de fondos y de logística de campaña, porque lo hizo. Y tiene mirada política. Llegó al gobierno desde el estudio de Carlos Melconian, reemplazó a Santilli como ministro porteño de Ambiente y Espacio Público, y Vidal lo llevó como ministro de Infraestructura. En el medio, trabajó para Nicky Caputo.
Con este equipo hay una señal de autonomía de Larreta hacia Macri y otra de alejamiento o ruptura con Vidal. Esto último se verá. Por ahora, es, al menos, una confirmación de los muchos ruidos en la relación. Vidal tiene su propio proyecto presidencial que no se acopla con el de Larreta, que ha sido su principal aliado y con quien dice no romperá.
¿Será capaz el larretismo de construir un acuerdo con una parte importante del peronismo? Sueñan con traer a gobernadores e intendentes del Conurbano. Es el apoyo del 70% del que Larreta suele hablar para hacer los cambios que el país requiere. Esta línea de discusión, aún incipiente, ordenará seguramente en términos políticos la interna de la oposición.
De un lado, los que impulsan sumar a un sector no marginal del peronismo y, del otro, los que ven el papel de la coalición como garante de una ruptura con un sistema de poder que tiene al peronismo en el centro. El dilema es: ¿podrán incorporar una parte relevante del peronismo sin perder una parte relevante de lo que hoy tienen?
En palabras de Patricia Bullrich, están discutiendo “un cambio más disruptivo o un cambio más corporativo, consensuado, que es continuidad”. ¿Y los radicales? Salvo Morales, que gobierna aliado con parte del peronismo, son en general reacios a un acuerdo como éste. La experiencia dice que nunca les fue bien y aún se lamen las heridas de la alianza con Chacho Alvarez. Siguen con atención la interna del PRO y, por supuesto, atienden lo que más les gusta: su propia interna.
Comentá la nota