De Massa a Macri, de Macri a Alberto, Gustavo Sáenz renació como inorgánico serial y dialoguista del poder. El link Wado, la entrega de Urtubey y el plan 2021.
Hombre de varias lealtades o de ninguna. Ni los que lo conocen desde sus primeros pasos en el PJ salteño logran ubicar a Gustavo Sáenz entre esas dos opciones. Práctico, desideologizado, de vínculos fluctuantes y alineamientos variables, el gobernador de Salta, que trepó al barco del massismo en 2015 y militó Macri Presidente en el ballotage de ese mismo año, hoy cocina un acuerdo con la Casa Rosada para estrechar lazos e ir hacia una alianza en la provincia que unifique al peronismo local y que integre hasta al propio kirchnerismo, o al menos una parte de las tropas que reconocen como jefa política a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Igual de rápido que se acomodó a la relación como intendente de Salta con el gobierno macrista lo hizo como gobernador al de Alberto Fernández. Para Sáenz, las caras y las pertenencias políticas de sus interlocutores pueden ir al cajón de las cosas secundarias si los intereses mutuos maridan bien. Aprovechando una puerta de ingreso privilegiada al gobierno nacional como es su relación personal con Sergio Massa, vínculo que nació de una necesidad y una conveniencia y se transformó en una amistad, hoy el mandatario salteño no escatima fotos ni actos con figuras del Frente de Todos (FdT), trabó un puente bien aceitado con dos hombres de extrema confianza del Presidente, como el jefe de Gabinete Santiago Cafiero y el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, y desde allí construye y se construye. De hecho, será uno de los gobernadores que integrará la comitiva oficial que esta semana viajará a Chile.
El puente Wado
El PJ salteño está en un proceso de reconstrucción casi desde las cenizas. El choque frontal entre el exgobernador Juan Manuel Urtubey con el kirchnerismo y gran parte del peronismo al negarse a ingresar al FdT, más la irrupción de Sáenz en la escena local, trastocó todo. Hoy lo preside Pablo Kosiner, exdiputado nacional y hombre de confianza de Urtubey, y opera dentro del partido una Comisión de Acción Política (CAP) donde están representados todos los sectores. O casi todos.
De esa mesa emergen dos actores clave para afianzar la reconstrucción y hasta encaminar una reunificación. Uno es Pablo Outes, hombre de confianza de Sáenz y presidente de la CAP. El otro es Emiliano Estrada, excandidato a vicegobernador de Sergio Leavy en 2019, subsecretario de Relaciones con Provincias del Ministerio del Interior, referente de La Cámpora en Salta y apuesta personal de De Pedro. Entre ambos resumen el amplio abanico del peronismo salteño, yendo del gobernador amigo de Massa y aliado del PRO al ministro del Interior, tal vez la única persona capaz de representar en iguales proporciones a los dos Fernández, Alberto y Cristina.
A la hora de pelear la lapicera para la conformación de las listas, Sáenz no hará nada que ponga en tensión su relación con Buenos Aires. Esto encaminaría a Estrada como el principal aspirante a encabezar la lista de candidatos a una banca en la Cámara de Diputados de la Nación en representación de Salta. El segundo lugar sí lo tomaría Sáenz y el nombre que suena es el de Pamela Caletti, exministra de Justicia de Urtubey, exfiscal de Estado de la provincia y hoy asesora jurídica del gobernador. Igualmente, sigue siendo un escenario aún prematuro.
Lo que sí parece complejo es que el kirchnerismo salteño vaya unificado, ya que la línea que conduce el senador nacional Leavy también querrá competir y nadie imagina una incorporación a esto que empieza a tomar vuelo dentro del marco orgánico del PJ. También asoma complicado que, incluso en un escenario de desdoblamiento y pensando en las elecciones provinciales, Sáenz pueda volver a tener dentro de su espacio al PRO, como sí lo tuvo en el frente que lo catapultó a la Gobernación en 2019. Al ver cómo se camaleonizaba con los colores del gobierno nacional, la presidente del partido macrista, Patricia Bullrich, ordenó la intervención del PRO salteño. Y así sigue por el momento.
De la nada a la gloria
Fue una durísima derrota la que transformó a Sáenz en un inorgánico serial. En 2013, tras varios años en el Concejo Deliberante de Salta capital y habiendo ocupado cargos en la municipalidad de esa ciudad de la mano del por entonces intendente y jefe político del hoy gobernador, Miguel Isa, buscaba la reelección como senador provincial y no lo logró. Eso no hubiese sido tan duro si la victoria hubiese quedado en otras manos: su vencedora fue Gabriela Cerrano, en la boleta del Partido Obrero. Perder con la izquierda nada menos que en su ciudad desató todas las paranoias de Sáenz. Desconfió del PJ y del referente local más potente, el entonces gobernador Urtubey, y se fue dando un portazo. Parecía que su carrera política había chocado contra su final. Ese día reconoció que su construcción no iba mucho más allá de su propia figura y un grupo minúsculo de personas de su confianza. Ahí nació el plan de construir su nombre y su figura, no ideas y equipos. Ocho años después, esa misma carrera lo depositó en la Gobernación.
Sáenz encontró la sobrevida a esa derrota contra el PO. Abandonó todas las estructuras y se reformuló como un dirigente callejero. Empezó a caminar, apostó al puerta por puerta, exprimió ese perfil histriónico que lo convierte a veces en un apasionado imitador de Sandro, y renació en un hombre de sintonía con la gente y outsider en todos los partidos. Hasta tuvo programas propios en la FM Aires y en el Canal 10 de la provincia.
2015 lo encontró con dos carpetas sobre la mesa: una traía una oferta de Urtubey para volver al PJ y ser candidato a diputado provincial; la otra era de Juan Carlos Romero, exgobernador, que le abría una interna contra Guillermo Durand Cornejo con todos los números para perder. Apostó a esto en el último minuto antes de la presentación de candidaturas y, contra lo previsto, ganó; primero, la interna a Durand Cornejo y después, la intendencia al pollo que Urtubey le había “robado” a Romero, Javier David. Ahí apareció otra vez su pragmatismo: la sociedad política con Romero incluía también a Alfredo Olmedo, un personaje inefable, reconocido a nivel nacional por posiciones discriminatorias por sus discursos en el Congreso. Sáenz no dudó un segundo y posó en la foto con los dos.
La suerte doble
Fueron dos campañas nacionales las que allanaron el despegue de Sáenz. Una, tal vez la más importante, fue la presidencial de Massa en 2015. Sin compañero de fórmula y un poco trabado en el scouting, el líder del Frente Renovador tenía como operador en Salta a alguien de su máxima confianza, Raúl Pérez. Cuando Sáenz dio el batacazo y ganó la intendencia, en mayo de 2015 –Salta tiene elecciones desdobladas–, aún le quedaban seis meses hasta asumir.
Ataron cabos, cruzaron mensajes y se subió a la campaña nacional del massismo, lo que le sirvió para dimensionar su figura a niveles extraordinarios para un intendente no bonaerense, y sin poner nada, ni un peso. Tras la derrota de Massa y la segunda vuelta entre Daniel Scioli y Mauricio Macri, el ahora gobernador tampoco dudó: el líder del PRO se posicionaba a un triunfo y otra vez el cálculo frío venció por sobre las pertenencias partidarias y puso un pleno a Cambiemos. Eso le sirvió para sostener una relación casi privilegiada durante los cuatro años de gestión del macrismo en el poder nacional.
La otra campaña nacional que se convirtió en una autopista para su llegada al poder salteño fue la de Urtubey, en 2019. Sin reelección, el entonces gobernador se decidió a jugar el partido grande y puso a todo su equipo en esa tarea. Primero se arrimó a Massa y Miguel Pichetto, y cuando uno se fue con los Fernández y el otro con Macri, terminó como vice de Roberto Lavagna. No movió un dedo para dejar descendencia en Salta. Todo quedó listo para el despegue definitivo de Sáenz. Ambos firmaron un pacto de no agresión y eso fue todo. Otra vez, la suerte jugó para el lado del imitador de Sandro. Por eso resulta muy difícil encontrar críticas de Sáenz a su antecesor. Todavía hoy hay hombres de Urtubey que lamentan esa decisión de no jugar la provincial para extender la dinastía.
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