Su equipo analiza si le conviene priorizar una victoria amplia o ganar peso en el Poder Legislativo.
Faltan sólo tres semanas para las elecciones y, más allá de cómo midan las encuestas, la sensación unánime es que sólo un derrumbe dramático de Hillary Clinton puede despojarla de la posibilidad de convertirse en la primera presidenta el 8 de noviembre.
Queda mañana el tercer y último debate entre los candidatos y no sería la primera vez que Donald Trump se reinventara. Sus partidarios acérrimos siguen firmes con él. Pero otros, por lo bajo, empiezan a admitir la dificultad de remontar la cuesta.
"La elección está perdida. Y está perdida no porque Hillary haya hecho mucho, sino por los errores que hemos cometido al elegir el candidato y por lo que ese candidato ha hecho", dijo a LA NACION Alfonso Aguilar, del Latino Partnership for Conservative Principles. Una entidad que, tradicionalmente, respaldó el voto republicano.
Ahora, una de las dudas que se debaten en el confiado equipo demócrata es la forma de concentrar los esfuerzos finales.
Una de las corrientes apunta a fortalecer el voto para las elecciones presidenciales. Otros, en cambio, convencidos de que eso ya está asegurado, defienden una inversión más intensa en las elecciones para el Senado.
"Es posible que lo más inteligente que puedan hacer ahora los demócratas sea centrarse en la campaña por ganar en el Senado", dijo Erick Langer, profesor de Historia y analista de la Georgetown University.
El dilema ya fue planteado, incluso, desde el propio Partido Republicano. En efecto, días atrás, el líder republicano de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, llamó a centrar los recursos en el Congreso y no en el esfuerzo de llevar a Trump a la Casa Blanca.
"Nadie planea ese movimiento si no sabe que las elecciones están perdidas", insistió Aguilar.
En ese sentido, apunta lo que pasará en las próximas horas en Arizona, un estado donde los demócratas no ganan desde hace décadas, pero en el que ahora arriesgan, justamente, no porque lo necesiten, sino porque les interesa avanzar en bancas legislativas. "Eso es una señal de confianza en su posición en la campaña y el vuelco de esfuerzos para ganar la mayoría en el Senado", escuchó LA NACION.
Roby Mook, el jefe de campaña de Hillary, anticipó una inversión de dos millones de dólares en publicidad por televisión en Arizona, correos directos y publicidad por Internet para ayudar a los candidatos demócratas de todos los niveles.
Incluso movilizaron a su arma más efectiva, la primera dama, Michelle Obama, con un acto en Phoenix, para conquistar el voto y avanzar en posiciones legislativas.
Los tres sondeos conocidos en los últimos siete días atribuyen una diferencia de entre cuatro y 11 puntos a favor de la candidata demócrata. Un nuevo sondeo, ayer, de la cadena CNN situaba esa brecha en cinco puntos, con 47% a favor de Clinton, contra 42% de Trump.
Algo muy distinto ocurría hace ahora cuatro años. A esta misma altura de la campaña, cuando la puja era entre el republicano Mitt Romney y el presidente Barack Obama, la diferencia era de menos de un punto. La cuestión, sin embargo, es cómo se traslada eso al colegio electoral. Las elecciones aquí son indirectas. El conteo de votos se hace por cada uno de los 50 estados que conforman el país y el que gana en ese estado se lleva todos sus electores.
Hacen falta 270 electores para ser elegido presidente. La estimación coincidente ayer era que, aun con todas las combinaciones que las encuestas proyectan como lógicas, Clinton llegaba ya a ese número mágico. A Trump, en cambio, los números más optimistas le dan por seguros 185 electores. Los demás tiene que pelearlos y no está claro ya en dónde.
Para The Washington Post, la campaña de Trump "encontró su techo" y "muy difícilmente supere el 46%" del voto general. Para el diario Politico, más cercano a los republicanos, Hillary paladea ya la victoria.
Algo que sucedería incluso si perdiera en los tres principales distritos donde no está para nada claro para qué lado podría inclinarse la balanza y que, al día de hoy, son Ohio, Nevada y Carolina del Norte. Incluso si fuera derrotada en esos tres bastiones, los números le darían a favor.
"Eso explicaría por qué Trump insiste en un discurso tan incendiario. Porque ya sabe que tocó techo y no puede crecer más y a lo que aspira es a consolidar el voto que ya conquistó y que podría perder a último momento", sostuvo ayer Chris Cilizza, analista estrella del Post.
Así las cosas, con esa proyección, la conversación entre analistas y asesores de campaña apunta a que sólo "una caída de proporciones épicas" le impediría a Hillary obtener los votos suficientes en el colegio electoral.
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