Sin la presencia de su cuestionado antecesor José Luis Mollaghan, y ante la jerarquía nacional de la Iglesia, el nuevo titular de la Arquidiócesis Rosario hizo su presentación formal. "Vengo a unirme a la historia de ustedes con mi historia", dijo.
Frente a autoridades locales y regionales, y en el acto de su asunción que se realizó ayer en el Patio Cívico del Monumento a la Bandera, el flamante arzobispo Eduardo Martín dijo que Rosario es una ciudad "compleja y llena de contrastes". El reemplazante del controvertido monseñor José Luis Mollaghan le dijo a la muchedumbre de rosarinos presentes: "Vengo a unirme a la historia de ustedes con mi historia". El Papa Francisco lo llamó por teléfono el día sábado y a través de una carta lo consideró "idóneo" para "guiar" la arquidiócesis rosarina. En tanto, la intendenta Mónica Fein lo saludó públicamente y le pidió que "sienta a esta ciudad como propia". La jefa municipal pidió salir en defensa de "la cultura de la vida frente a la violencia urbana" y asumió que ante este flagelo, "somos todos responsables".
No es novedad que para la comunidad católica argentina hay un antes y un después desde el nombramiento de Jorge Bergoglio como Papa. Si cabía alguna duda, se disipó a la vera del río Paraná. Los católicos viven una especie de renacimiento y redescubrimiento de la religión. Ayer, a lo largo de la extensa ceremonia que duró casi dos horas, la palabra "Francisco" se mencionó en incontables oportunidades. Y cada nombramiento se recibió con festividad. Acaso por ese motivo, el Monumento se pobló de colores en la fresca pero soleada tarde. Carteles y pancartas se confeccionaron para saludar a Martín, convertido en una cuasi estrella de rock. Para el final, completaron el cierre las bombas y los globos.
En el comienzo de la misa, se leyó la carta que Francisco le envió al nuevo arzobispo metropolitano de Rosario. El Papa le trasladó "salud y bendición apostólica" y pidió que los feligreses lo reciban "con buen ánimo y favorablemente". Minutos más tarde, Martín reveló que el sábado mantuvo una conversación telefónica con Bergoglio, en la que el Papa le dijo que "estaba en unión de oración" en el inicio de esta etapa de la Iglesia rosarina. Martín agradeció públicamente "la inmerecida deferencia" y señaló que los saludos también llegaron a su antecesor Mollaghan, acción que fue respondida con tibios aplausos, recordando quizás que el arzobispo saliente, quien no asistió a la celebración, fue desplazado del cargo por desprolijidades en el manejo de los fondos y acusaciones de maltratos.
Luego de la lectura de la carta de Francisco, la continuidad del protocolo dio paso al discurso de Fein, quien siguió toda la celebración desde la primera fila del palco junto al senador Miguel Lifschitz y el diputado nacional Hermes Binner. El gobernador Antonio Bonfatti faltó a la cita, al igual que todos los ministros provinciales. El funcionario de rango más alto del Ejecutivo santafesino presente fue el secretario de Protección Civil, Marcos Escajadillo.
Los funcionarios socialistas -Escajadillo no- se mantuvieron al margen de las convenciones del rito religioso, a excepción de cuando llegó el momento de estrechar manos y mejillas en señal de paz. Ahí sí, y con la sensibilidad que la violencia urbana impone, Binner, Fein y Lifchitz prodigaron besos y abrazos.
La intendenta reconoció la "importante trayectoria pastoral" de Martín y reflexionó sobre la necesidad de "encontrar espacios de diálogo" en la sociedad rosarina "siguiendo las huellas del Papa, que nos alienta". Fein defendió "la cultura de la vida frente a la violencia urbana" y dijo que en el conflictivo presente que atraviesa la región "somos todos responsables".
A su término, habló Martín, recibido con una ovación, principalmente por los fieles que llegaron desde Río Cuarto, Córdoba, donde hasta hace pocos días se desempeñó como monseñor. El nuevo arzobispo se definió de manera repetitiva como "pastor" y dijo que trabajará de "modo preferencial para los pobres y sufrientes". Saludó "afectuosamente" a otras comunidades cristianas que se hicieron presentes en el Monumento, y a Rosario la definió de manera ambigua: "Tan hermosa y tan compleja a la vez, llena de contrastes y de tantos desafíos".
En el tramo más político de su discurso, citó por enésima vez a Francisco para decir que el "gran riesgo" del mundo actual, "con su múltiple y abrumadora oferta de consumo", es una "tristeza individualista" que brota "del corazón cómodo y avaro". Más tarde, en diálogo con los medios, dijo que la violencia urbana encuentra su "raíz profunda en el corazón herido del hombre", aunque después hay "otros niveles" encargados de aportar soluciones. "Yo no soy el que va a resolver el problema de la inseguridad, no estoy a cargo del Ministerio de Seguridad", aclaró, un poco nervioso.
Acompañaron a Martín una centena de sacerdotes y obispos de todo el país. Entre las personalidades más destacadas de la Iglesia argentina, asistieron el cardenal y arzobispo de la Arquidiócesis de Buenos Aires Mario Poli, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina José María Arancedo y el cardenal Estanislao Karlic.
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