La jugada implica prolongar el bloqueo y llamar a nuevos comicios
Por Martín Rodríguez Yebra
MADRID. Mariano Rajoy se derrumba en cámara lenta desde las fallidas elecciones españolas de diciembre. Pierde apoyo en las encuestas, sus rivales ven inasumible pactar con él, no pasa un día sin que estalle otro caso de corrupción en el Partido Popular (PP) y sus seguidores se preguntan si no es hora de cambiar de líder.
Lejos de rendirse, el presidente en funciones se prepara para una larga batalla política que le permita conservar el poder, aunque eso implique prolongar indefinidamente el bloqueo institucional que sufre el país y forzar una repetición de las elecciones. Rajoy hará lo que esté en sus manos para lograr el fracaso del socialista Pedro Sánchez, a quien el rey Felipe VI le encargó formar gobierno. Un micrófono indiscreto desnudó esta semana la estrategia del presidente durante una charla con el británico David Cameron, en Bruselas.
"Tenemos sesión de investidura en marzo y creo que no va a salir. Lo más probable es que tengamos nuevas elecciones el 26 de junio", dijo Rajoy. Ante la sorpresa de su colega, calificó la situación política de España como "un enorme lío".
Esas palabras cortaron cualquier especulación sobre una abstención del PP que permita gobernar a Sánchez. Rajoy considera que le corresponde a él permanecer en la Moncloa porque salió primero en las elecciones (29% de los votos). Sin embargo, no consiguió sumar un solo aliado para construir una mayoría parlamentaria y se negó a aceptar el encargo del rey para presentarse a la sesión de investidura.
La decisión sin precedente dio la iniciativa a Sánchez, segundo en las elecciones, con el 22%. El líder socialista enfrenta una negociación complicada para conseguir el apoyo simultáneo de dos fuerzas incompatibles, Ciudadanos y Podemos. Rajoy descontaba que esa dificultad condenaría a su adversario y que, consumado un fracaso, él podría reflotar el plan de una coalición centrista con Ciudadanos y el PSOE.
No esperaba la avalancha de casos de corrupción que sacudió al PP las últimas semanas. Primero fue la revelación de una monumental trama de sobornos que involucra a la cúpula del partido en Valencia. Después, operativos que prueban arreglos de contratos públicos en la Comunidad de Madrid.
Rajoy mira la crisis en silencio, pese al ruido que crece alrededor de él. La emblemática Esperanza Aguirre renunció el domingo a la presidencia del partido en Madrid, dijo que "la corrupción está matando" al PP y pidió que otros léase Rajoy asuman responsabilidades. Dirigentes de varias comunidades hablan de la necesidad de una renovación. Nadie cuestiona en público el liderazgo de Rajoy, pero las dudas sobre el futuro se disparan. ¿Debe ser Rajoy el candidato del PP si hay nuevas elecciones?
El socio natural del PP que era Ciudadanos (liberales) negocia un acuerdo de investidura con el PSOE y descarta pactar con Rajoy, ante el espanto por la corrupción. A lo sumo se ofrece como mediador entre los dos grandes partidos.
Los sondeos tampoco fortalecen la estrategia del presidente. Según Metroscopia, la intención de voto del PP cae de los 29 puntos que sacó el 20 de diciembre a 24%, mientras que el PSOE sube de 22% a 23,3%.
Pese al férreo control que Rajoy ejerce en el partido, las especulaciones sobre su sucesión aumentan. Tanto para unas eventuales nuevas elecciones como para un intento de formar un gobierno de coalición si fracasa Sánchez en la sesión de investidura del 2 de marzo.
En la lista figuran perfiles variados. La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría parece la reemplazante cantada: 44 años, experta en la gestión, despegada de los casos de corrupción. Su contra es que se la identifica como una extensión de Rajoy. La presidenta de Madrid, Cristina Cifuentes, más progresista, entusiasma a un sector del partido que la ve flexible para los pactos (ella gobierna hoy con Ciudadanos). Otro líder regional, el gallego Alberto Núñez-Feijóo, también mira el tablero nacional. La señal de que medita el salto es que se niega a confirmar si competirá por la reelección en su tierra en septiembre.
Se menciona también al diputado Pablo Casado (34 años) y a dos ministros dialoguistas: el canciller José Manuel García-Margallo y Ana Pastor (Fomento).
Rajoy no le da señales a ninguno. "No me rindo. Estoy seguro de que vamos a seguir gobernando", dijo en la última reunión de la cúpula. Herido como está, pide un voto de confianza: ya lo dieron por muerto muchas veces en casi 40 años de carrera y todavía sigue ahí.
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