Por Carlos Pagni
Con la combinación Scioli-Zannini, el peronismo gobernante logró condensar sus variaciones internas en una oferta electoral. Ahora necesita que la oposición siga dispersa. El desafío de Cambiemos, la coalición que lideran Mauricio Macri, Ernesto Sanz y Elisa Carrió, es sintetizar detrás de sí el voto opositor, a pesar de la multiplicidad de fuerzas que compiten en ese campo.
La estrategia para alcanzar ese objetivo es presentarse como la única alternativa competitiva al kirchnerismo. La alianza entre Pro, la UCR y la Coalición Cívica celebró su triunfo de anoche en Mendoza como un éxito de esa pretensión. Es una extrapolación defectuosa y, por eso mismo, ayuda a entender las capacidades, pero también los desafíos, de Macri y de sus socios en la carrera presidencial.
Entre las lecciones de Mendoza hubo una inusual. Perdió el partido que está en el poder. Hubo una victoria del cambio sobre la continuidad en sentido estricto. ¿Ese desenlace anticipará el de Jujuy, La Rioja, Catamarca, Santa Cruz o Tucumán, donde también los oficialismos están amenazados?
Es una incógnita estratégica, porque la dinámica institucional que se abrirá en diciembre dependerá de cómo quede diseñado el mosaico federal. Esa variable es importante para saber, por ejemplo, si el PJ podrá oponer una liga de gobernadores a una eventual administración de Macri.
El resultado mendocino estuvo determinado por algunas condiciones específicas. Una para nada desdeñable: como en la provincia la reelección del gobernador está prohibida, es más fácil la alternancia. Además, se trata del distrito en el que el radicalismo tiene mayor densidad: de allí proceden Sanz, su jefe y precandidato a presidente, y Julio Cobos, su otro líder nacional. Por eso el binomio Alfredo Cornejo-Laura Montero, que ganó por el 48%, se redujo a la UCR. También hay que anotar que los dirigentes que se impusieron ayer tuvieron la ductilidad y la paciencia de elaborar un entramado muy diverso. Un mérito de la predisposición negociadora de Cornejo, Sanz y Emilio Monzó.
El peronismo de Mendoza llegó herido a la elección. Axel Kicillof ha castigado a esa economía regional como sucedió con la de Río Negro, donde perdió Miguel Pichetto. Es la consecuencia de una gestión que, al consagrar el atraso cambiario, sacrifica a los productores en el altar de los consumidores. El consumo, que se sostiene en un inquietante endeudamiento, sigue siendo para el Gobierno la clave de la batalla electoral.
Otro factor que perjudicó al PJ mendocino fue su conflicto interno. Adolfo Bermejo, el candidato derrotado, está alineado con Daniel Scioli. Pero no tuvo la suerte de Scioli. La Casa Rosada lo enfrentó en las primarias y hostigó al gobernador Francisco Pérez con una guerra de caja que sólo se pudo superar por el auxilio del Banco de la Provincia de Buenos Aires.
Es posible que ninguna elección provincial afecte a Scioli de manera tan directa como la que se celebró en Mendoza. Juan Carlos Mazzón -su principal asesor político y alguien llamado a acompañarlo en el futuro- fue el responsable, a través de sus hijos, de la campaña de Bermejo. "Paco" Pérez fue el primer gobernador que adhirió a la candidatura de Scioli y podría ser, si la fortuna bendijera esa carrera, ministro del Interior. Cristina Kirchner se resignó a hacer campaña por Bermejo. Pero en Mendoza perdió Scioli.
Aun así, perdió por una cifra digna. Es un detalle a tener en cuenta: allí donde el PJ no se impone, obtiene una base razonable para sostener a su candidato presidencial. Un 40% en Mendoza es un porcentaje superior al que sumó todo el Frente para la Victoria en las primarias. En Santa Fe, Omar Perotti sacó 29%. Y otro dato importante para Scioli: avanzan los candidatos moderados. Lo contrario de Mariano Recalde, por ejemplo. O lo contrario de Zannini.
La performance de Bermejo estuvo sostenida por la mayor liga de intendentes de la provincia, del mismo modo que Cornejo se impuso gracias a la avalancha de votos de Mendoza capital y Godoy Cruz, donde reina su partido. Una enseñanza bastante elemental para Macri: los aparatos territoriales siguen siendo gravitantes.
La principal satisfacción de Macri, Sanz y Carrió, anoche, fue que los mendocinos prefirieron reemplazar lo conocido. El número mágico de Macri es el 60% del electorado que sueña con la salida del oficialismo nacional. Por eso el candidato de Pro celebra la incorporación de Carlos Zannini a la fórmula oficial. La hipótesis temida por los estrategas del macrismo era que se designara allí a "Wado" De Pedro, quien expresa a un ultrakirchnerismo con capacidad de renovarse. Pero a Macri no le alcanza con subrayar que Scioli es la persistencia del Gobierno. Debe evitar que los desencantados de Scioli fluyan hacia Sergio Massa. Es decir, que la elección se despolarice.
La señora de Kirchner hizo dos movimientos cruciales para evitar que el cambio de gobierno represente un fin de ciclo. El primero, controlar las listas legislativas para inaugurar un kirchnerismo parlamentarista. Casi un oxímoron. Este traslado del eje del poder de la Casa Rosada al Congreso podría estar incubando algunas sorpresas. En el Ministerio de Economía, por ejemplo, se analiza, en una instancia muy preliminar, una reforma a la ley de emergencia económica, que vence el próximo diciembre. Esa ley transfiere al Poder Ejecutivo numerosas facultades parlamentarias, entre ellas la fijación del impuesto al cheque y a los cigarrillos. Si la iniciativa se lleva a cabo, el próximo presidente -Scioli o quien sea- deberá negociar con los legisladores muchas decisiones relevantes.
En busca de este nuevo balance de poder, Cristina Kirchner instalará a su hijo Máximo en una banca de diputado nacional. Para quienes la tratan en la intimidad, ella estaría comenzando a pasar el cetro. Por supuesto, sin romper con la endogamia: el kirchnerismo es una empresa familiar.
El otro movimiento de la señora de Kirchner es el intento de retener el control de la provincia de Buenos Aires. Scioli no pudo elegir a su vicepresidente. Pero tampoco le dejaron escoger un sucesor. La insubordinación de Florencio Randazzo alteró el trámite. El ministro del Interior cometió un error cuando, dirigiéndose a su ama, escribió: "Te respeto como militante, te admiro como presidente y te quiero como persona". ¿Así que no hay admiración a la militante? ¿Sólo respeto? ¿Cuándo se formó esa zona de reserva? El escarmiento para Randazzo será progresivo. Comenzó en la cuarta sección de la provincia, que él desde Chivilcoy dominó durante años, donde no le dejaron poner ni un concejal. ¿Cuándo llegará al Ministerio del Interior? En el PJ levantan apuestas.
El motín de Randazzo impidió el arenado de humildad que le tenían preparado a Aníbal Fernández. El límite llegó por otro lado: Fernández debió aceptar como segundo a Martín Sabbatella, el dirigente más odiado por los intendentes del conurbano. Sencillo: se ha cansado de hacer listas contra todos ellos. Esta animadversión terminó de encolumnar a esos caudillejos, encabezados por Hugo Curto, detrás de Julián Domínguez, quien representa una renovación que deberá hacerse conocer. Domínguez y los intendentes pactaron la designación de Fernando Espinoza, de La Matanza, como vice. La fórmula Fernández-Sabbatella quedó como una extravagancia: pésima imagen y poco territorio.
El dominio bonaerense es crucial para la Presidenta. No sólo por la demografía electoral. También porque si Scioli se convierte en presidente, habrá alguien en La Plata revisando sus papeles. El manejo de esas palancas fue confiado a De Pedro, quien está unido a Domínguez por su tío, el molinero Alberto España. El ascenso bonaerense de De Pedro indica un cambio en el seno de La Cámpora: fin de ciclo para Ottavis.
Descartado un acuerdo con Massa, Macri eligió para la provincia una fórmula decorosa. María Eugenia Vidal y el radical Daniel Salvador. El Randazzo de este acuerdo fue Cristian Ritondo, adoptado por Vidal en detrimento de Guillermo Montenegro. Las pocas horas que disfrutó el serenísimo Ritondo como candidato a vicegobernador tuvieron un impacto no previsto: como la propuesta expresaba un repliegue muy recalcitrante y porteño de Pro, se descartó a Marcos Peña como vice de Macri. Así ascendió Gabriela Michetti, quien por haberse enfrentado al jefe de gobierno expresa una apertura. Jaime Durán Barba terminó envuelto en llamas porque Macri le desobedeció. Igual, ante el reclamo radical, rodó Ritondo. ¿Será suficiente Michetti para que una parte de los votantes radicales no vaya hacia Margarita Stolbizer? De nuevo, la polarización es el enigma.
Massa repitió para su vice una receta conocida: el salteño Gustavo Sáenz, que es intendente, joven y ganador. La idea de que José Manuel de la Sota desista de competir por la presidencia fracasó. Era obvio: De la Sota necesita ser candidato para retener Córdoba. Francisco de Narváez mantuvo la incertidumbre en la provincia. Empeñado en que lo vean como un topo de Scioli, insinuó a mediados de semana que retomaría la candidatura. Pero, a última hora, desistió. Massa recurrió a Felipe Solá, muy reticente a participar. Ironías de la pulverización de los partidos: Solá había sido pensado como una solución para un pacto Macri-Massa que no fue.
Comentá la nota