A Franco Casco lo buscaba su familia desde el 7 de octubre. Había viajado a Rosario a visitar a unos primos y perdió el tren de vuelta. Al día siguiente fue detenido en la comisaría 7ª y nunca más se supo de él. Hallaron un cuerpo con un tatuaje parecido.
La desaparición de Franco Ezequiel Casco, el 7 de octubre pasado en Rosario, y que había derivado en una marcha de reclamo por su aparición con vida, dio ayer un vuelco dramático cuando la Prefectura informó que había sido hallado el cuerpo de una persona que podría coincidir con su descripción en el Paraná. La marcha se realizó frente a la comisaría 7ª, donde estuvo detenido el martes 7. Casco había viajado a Rosario desde su casa, en Florencio Varela, para visitar a unos primos. Perdió el tren de regreso el lunes y la última información lo ubicaba en la seccional.
El caso de la desaparición de Franco Ezequiel Casco cobró ayer dos vuelcos importantes a lo largo del día: a primera hora, el secretario de Control de Fuerzas de Seguridad, Ignacio del Vecchio, anunció que tres testigos aseguraron haberlo visto el último domingo en una iglesia evangélica de Cafferata al 500, a sólo 200 metros de la seccional 7ª, donde fue visto con vida por última vez, el 7 de octubre pasado. Pero al caer la tarde, en plena audiencia judicial, presidida por el juez Hernán Postma, y con todas las fuerzas de seguridad que buscan a Franco, el jefe de la Prefectura informó sobre el hallazgo de un cuerpo “de mediana edad, vestido sólo con un vaquero azul”. La noticia conmocionó y se espera la confirmación de la identidad del joven que tiene en su antebrazo derecho un tatuaje con el nombre Thiago y no se descarta que haya estado tres semanas en el agua, habida cuenta de su estado de putrefacción. Franco Casco tiene un hijo con ese nombre.
En medio de esos dos extremos posibles, lo que queda en pie es la sospecha que despertó la desaparición de Franco Casco sobre el accionar policial. Franco es albañil, tiene 20 años, un hijo de 3 años y su pareja tiene 18. Había llegado desde su casa, en Florencio Varela, hasta Rosario para visitar a unos primos que viven en el barrio Empalme Graneros. Estuvo durante el fin de semana y el lunes 6 de octubre tenía previsto volver a su casa, pero perdió el tren del mediodía. Avisó a su casa. A la noche salió con el mismo objetivo, pero la familia no tuvo más noticias de él. Cuando la mamá de Franco, Elsa Godoy, logró juntar 70 pesos para llegar en tren a Rosario, lo primero que hizo fue ir a la comisaría del barrio, y allí le dijeron que su hijo había estado detenido el martes 7 de octubre en otra seccional, la 7ª. Hacia allí se dirigió Elsa, y se encontró con maltratos y dilaciones. El subcomisario no quiso mostrarle el libro de actas y, luego de reunirse con otros efectivos, le confirmó que Franco había estado detenido entre las 13 y las 22 en esa seccional.
El peregrinar de Elsa siguió por los Tribunales, donde, recién esta semana, el fiscal Guillermo Apanowicz le mostró una foto de su hijo en la comisaría. Se lo veía muy golpeado. No había ningún tipo de constatación médica y la foto llevaba una firma que Elsa no reconoció como la rúbrica de su hijo. Más tarde se supo que el acta de libertad no estaba firmada. Ante ese cúmulo de irregularidades, el defensor general de la provincia, Gabriel Ganón, recurrió a la Procuraduría contra la Violencia Institucional, donde presentó una denuncia por “desaparición forzada de persona”, un delito de índole federal. Mientras tanto, organizaciones sociales del barrio Ludueña –pegado a Empalme Graneros– motorizaron la marcha que se hizo ayer a la seccional 7ª.
La nutrida movilización de varias fuerzas políticas y organizaciones barriales se realizó ayer por la tarde. Los manifestantes exigieron frente a la comisaría objetada la aparición con vida del joven desaparecido el 7 de octubre pasado. “Alerta, alerta, alerta que caminan, milicos asesinos por las calles rosarinas”, fue tal vez la consigna que dejó más gargantas roncas en la tarde de ayer. Quizás un doloroso presagio que podría confirmarse en las próximas horas.
El cuerpo hallado a la altura del Parque España fue analizado a última hora de ayer en el Instituto Médico Legal, donde concluyeron que llevaba varias semanas (podrían ser tres) en el agua; no tiene fracturas ni en el cráneo ni en el resto del cuerpo; no tiene disparos de arma de fuego; sus pulmones están muy deteriorados, por lo cual se extrajeron muestras a fin de analizar si pudo haber muerto por asfixia por inmersión, y prácticamente han desaparecido los tejidos blandos, fruto de la predación de peces. El tatuaje es el punto que puede sumar a la identificación del mismo, además de la ficha odontológica que ya se analiza.
De ser el cuerpo del joven desa-parecido, quien va a tener que explicar en forma detallada lo ocurrido es nada menos que Del Vecchio, ya que en la mañana de ayer anunció que “un pastor y dos empleados de la iglesia evangélica Jesús Palabra de Vida, ubicada en Cafferata al 500, tuvieron contacto con Casco el domingo pasado”. “Los tres reconocieron al joven bonaerense” y precisaron que iba descalzo y hambriento. “Pidió vestimenta y comida”, indicó Del Vecchio. Además dijo haber secuestrado cintas de grabación de cámaras de seguridad en las que podría ser identificado el joven.
Ayer mismo, un nutrido grupo de jóvenes militantes barriales de Ludueña y Empalme Graneros, junto a los padres de Franco y referentes de Izquierda Unida, el Partido Socialista de los Trabajadores, el Movimiento Evita, Ciudad Futura y la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, se instalaron frente a la seccional de Cafferata al 300 para exigir la aparición con vida del joven de Florencio Varela. Al mismo tiempo se realizaba una audiencia en los tribunales provinciales. Presidida por el juez Hernán Postma, participaron de la misma el defensor regional Gustavo Franceschetti, los fiscales Alvaro Campos y Guillermo Apanowicz, junto con los jefes de la Policía Federal, de la Policía de Seguridad Aeroportuaria y la Prefectura, además de los dos policías provinciales que tuvieron contacto directo con Franco: el subcomisario Diego Alvarez (a cargo de la seccional 7ª) y el sumariante Acosta.
La única que faltó a la cita fue la médica policial Zelaya, quien atendió a Casco en el interior de la comisaría. Tampoco se sabe aún quién tomó las fotografías del joven golpeado, que llegaron a manos de Asuntos Internos y que el fiscal Apanowicz le mostró a la madre de Franco.
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