Por: Guillermo Worman.
La relación entre gobernantes y gobernados ha cambiado trascendentalmente desde el final de la elecciones en Tierra del Fuego.
Desde luego que el desplazamiento de poder de Fabiana Ríos hacia la gobernadora electa Rosana Bertone, como de Federico Sciurano para con Walter Vuoto ha creado un nuevo escenario político, absolutamente diferente a la organización del poder que se conformó desde fines del 2007. Por su parte, la ratificación de Claudio Queno y Gustavo Melella, ambos con excelentes desempeños electorales, también terminan por delinear aspectos de la nueva esfera política.
Sumemos a esta descripción el resultado excepcional e histórico de una bancada legislativa con 8 legisladores procedentes del mismo sector. Este marco supone la posibilidad de contar con herramientas políticas para llevar adelante profundas transformaciones en el plano provincial y para encarar definitivamente los proyectos urbanos de Ushuaia, Tolhuin y Río Grande. A simple vista, pareciera que las condiciones para abordar la transferencia de responsabilidades desde Provincia a Municipios, la revisión crítica de la estructura tarifaria provincial y municipal, la adecuación racional de la seguridad social provincial –principal actor de la salud en Tierra del Fuego-, como el desarrollo de la infraestructura básica que se precisa en todo el territorio fueguino, estarían dadas para encarar una seria evolución social, institucional y productiva.
Por cierto que hablamos en general de gobernabilidad cuando el sistema se resquebraja –se usó mucho el término con el copamiento de la Casa de Gobierno- y se advierte la ineptitud de un gobierno para administrar el sistema de relaciones públicas, algo que tiende a derivar en algún nivel de crisis política.
A su vez, más allá del mapa político que se activa desde diciembre próximo, hay otro contexto recreado por fuerzas sindicales –de lo sectorial han saltado al intento de representación política-, empresariales y sociales que entran en juego con las nuevas autoridades electas.
Por mencionar algunos ejemplos, la Mesa de Salud, la FePoTra, empresas del impacto que tienen NewSan o BGH, ONG´s, varios de los principales medios de comunicación locales, la Universidad de Tierra del Fuego, entre otros, sumado a los históricos roles de los sindicatos en la discusión de temas de interés público. Este nuevo escenario se compone, entonces, de actores políticos que tienen un plafón extraordinario para acordar y ejecutar decisiones junto con animadores que funcionan dentro del escenario político, pero fuera de la lógica partidaria. Es que, tal como quedó demostrado en los últimos años, las autoridades políticas han dejado de tener el monopolio del debate público y de dirección de los grandes temas que se han en Tierra del Fuego, aunque siguen siendo sus primordiales actores.
El nuevo escenario plantea la complejidad de repensar inteligentemente el rol de cada uno de los actores y ver cómo la acción política se reinventa para liderar un sin fin de fuerzas dispersas, y de esa manera reorientar un proyecto de Provincia que responda a los desafíos y problemas de los próximos 10 a 20 años.
Toda esta reflexión viene a cuenta del complejo escenario cercano, justo en ebullición delante de nuestros ojos.
Derogar los sistemas de privilegios del IPAUSS, superar el déficit en la infraestructura de servicios (agua, gas, cloacas, electricidad, vías de circulación y servicios estatales en generales están lejos de brindarse con el vigor que reclama la sociedad), volver sostenible el régimen industrial, y otros tantos desafíos mayores, son algunos de los temas que necesitan de una nueva concepción en la dinámica de relaciones entre los principales actores públicos fueguinos.
Daniel D´Eramo evangeliza con el término gobernanza bajo el brazo. Envuelve una nueva forma de co-adoptar decisiones. Ya no en soledad del líder carismático y hegemónico, sino de un liderazgo tanto democrático como inteligente, que opera como un articulador legitimado entre actores que tiene por delante un proyecto común.
Es curioso sostener que un liderazgo hiperpersonalista es más eficiente que uno basado en el logro de consensos y el trazado de objetivos comunes. Por ejemplo, sostener la irracionalidad de jubilarse con menos de 50 años y recibir una cifra astronómica como percepción jubilatoria no puede verse como una visión ideada sobre la base del bien común de la sociedad fueguina. En ese esquema, toda una sociedad se pone al servicio y disposición de las prebendas de un sector que recibe beneficios siderales. Defender esas posturas implica contradecir los principios de un liderazgo colectivo.
La postura inversa necesita de un liderazgo original y aglutinante al servicio de un proyecto común, en donde la sumatoria de componentes termina por dar como resultado un proyecto social y político. Gabriel Ramonet llamaría a esto “ser una Provincia”, tener un sentir y objeto en común, y no personas habitando un mismo territorio en el mismo lapso.
Llegado a este punto es necesario focalizar los aspectos positivos que tienen el nuevo escenario político y la posibilidad de ejercer nuevos y constructivos modelos de liderazgos.
Y no es cierto que un nuevo liderazgo para una nueva gobernabilidad implica tener menos poder. Sino todo lo contrario. Simplemente es la tremenda fuerza de un poder moderador, que se potencia con la asistencia que brindan el resto de las dinámicas sociales y las encuadra al servicio de un gran propósito. Justo lo que necesita una provincia que debe reinventarse coherentemente.
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