En la recta final al acuerdo con el FMI hay pedidos para achicar el déficit pero sin afectar rubros "políticos". Las jubilaciones, de nuevo en riesgo
Es el gran tema tabú para el programa económico del 2022: ¿de dónde recortará Martín Guzmán para lograr su objetivo de reducción fiscal, sabiendo que no podrá volver a contar con ayudas excepcionales que estuvieron presentes en 2021? Y es ahí donde reaparece el fantasma de que las jubilaciones vuelvan a ser la variable de ajuste.
El ministro intenta hacer equilibrio en una angosta cornisa en la cual intenta, por un lado, convencer a la propia coalición de Gobierno sobre que no prevalecerá una filosofía de ajuste, mientras que en la vereda de enfrente los técnicos del Fondo Monetario Internacional -con el acuerdo de varios economistas argentinos- le hacen saber que su meta de 3,3% de déficit para el año próximo tiene gusto a poco.
Por lo pronto, Guzmán ya tiene claro cuáles son los rubros de donde no puede recortar: la obra pública y la ayuda social. Y la propia Cristina Kirchner dejó en claro la condición para su apoyo, en su última carta en la que le recuerda al presidente Alberto Fernández que él tiene la lapicera y que también se comprometió a no firmar nada que fuera en contra de los intereses del país. El kirchnerismo aprobará un acuerdo con el FMI -es decir, un compromiso de recorte fiscal- que no comprometa al crecimiento ni renuncie al principio de la "inclusión social".
Guzmán tiene claro este punto, y es por eso que en su proyecto de presupuesto se adelantó a las críticas y anunció habrá un incremento en el gasto destinado a la asistencia social. Pasará a ser de 1,22% del PBI, en comparación con el 1,17% de este año. Como además se tratará de un PBI más grande -porque se prevé que la economía terminará con una suba de 4%-, ese monto representará en dinero un incremento mayor que lo que refleja el porcentaje.
Y en cuanto a la obra pública, el ministro dio señales de haber entendido el mensaje político: en plena campaña electoral expandió el gasto público con un 78% de suba en las partidas destinadas a la infraestructura.
Fue así que el gasto superó la marca del billón de pesos, algo que significó un retroceso desde lo fiscal y que obligó al Tesoro a aumentar su dependencia de la asistencia del Banco Central. Un informe de la Universidad Belgrano apunta que el índice de cobertura del gasto con ingresos propios sufrió una baja y en octubre se ubicó en 77%.
Pero nada indica que en la clase política haya una voluntad de revertir este escenario. En estos días, precisamente, los intendentes del conurbano le están recordando al Gobierno que ese rubro fue la clave que permitió la "remontada" en la elección legislativa y que, incluso cuando el presupuesto provincial de Axel Kicillof promete una mejora por encima de la inflación, igualmente quieren un refuerzo a través de un fondo municipal.
La ayuda que más extrañará Guzmán
Pero, sobre todo, si hay algo que Guzmán tiene en claro es que hubo circunstancias excepcionales que le permitirán este año cerrar muy por debajo del déficit originalmente previsto en 4,5% del PBI.
Las proyecciones de los economistas es que, sin contar con los Derechos Especiales de Giro que envió el FMI, igualmente se estará recortando 0,8 puntos respecto del "rojo" original.
Pero claro, estuvo el ingreso de $242.109 millones del aporte especial por las Grandes Fortunas. La suma, contrariando algunos primeras proyecciones escépticas, significó medio punto del PBI y hubo meses en que llegó a significar un 13% de lo recaudado por la AFIP.
Este año, la recaudación tributaria tuvo una mejora real, gracias a factores extraordinarios, como el aporte de las Grandes Fortunas
Ese será el aporte que más extrañará el ministro, a no ser que se imponga en el Gobierno la idea de que es posible una segunda edición de este aporte sin que se genere una crisis política con la oposición.
Pero, hasta hoy, esa posibilidad luce improbable: cuando se insinuó una repetición del aporte, los expertos tributaristas señalaron que, además de la pésima señal política a los inversores, la medida sería pasible de ser recurrida en la justicia, dado que ya no se podría justificar con el argumento de la pandemia y además se estaría transformando en un impuesto permanente.
Hubo otras "ayudas" en el plano fiscal del 2021 que no estarán presentes el año próximo. Por caso, el recorte en programas sociales y en las transferencias a las provincias le permitió a Guzmán este año una mejora de 2,1% del PBI, según una estimación de la consultora Ecolatina.
Y, finalmente, hay un debate respecto de cuál será el aporte real que haga en el 2022 la gran estrella de la recaudación tributaria: la exportación agrícola, a través de sus retenciones. Este año su peso fue de casi un 10% de los $9,8 billones recaudados por la AFIP, pero esta situación ocurrió en un contexto de precios globales cuya sostenibilidad es todavía dudosa.
Sin embargo, Guzmán se muestra optimista sobre el incremento de la recaudación tributaria para el año próximo: cree que las arcas de la AFIP se engordarán con el ingreso de un 46,7% más que este año. Como la inflación oficial prevista es de 33%, esto implica que la recaudación tributaria crecerá en términos reales un 10% respecto de este año, y sin crear ni subir ningún tributo.
Se trata de uno de los puntos que genera mayores dudas, sobre todo porque ese pronóstico está basado en una proyección de crecimiento del PBI del 4%, un dato en el que el mercado no cree. De hecho, la encuesta REM que elabora el Banco Central revela que los analistas esperan no más de un 2,5%.
Una ayuda en las facturas de los servicios
Es en ese marco que una de las certidumbres que le permiten a Guzmán sostener su promesa de recorte fiscal está en el rubro energético. Luego de haber encontrado resistencia dentro del propio Gobierno, ahora la facción kirchnerista dio señales en el sentido de que no se opondrá a su esquema de "ajustes segmentados".
Los cálculos previos apuntan a que, si se permitiera el aumento que quiere el ministro, en torno de un 30% -con la excepción de los usuarios de barrios carenciados- se podría disminuir el gasto en subsidio energético por un monto equivalente a 0,5% del PBI.
En otras palabras, sería la forma de compensar el año próximo la falta del ingreso por el aporte extraordinario de las Grandes Fortunas.
Pero aun así, la cuenta sigue quedando corta, sobre todo si se considera que el FMI presionará para un mayor recorte -la cifra que trascendió como objetivo del organismo es de 2,5% del PBI-. Y, para colmo, no parece asegurada otra iniciativa de Guzmán, que es obtener un paquete de financiación de parte del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo para volcar a la obra pública.
El mercado no cree en las previsiones de Guzmán sobre inflación ni recaudación: ¿otra vez se afectarán las jubilaciones por la fórmula pro-cíclica?¿Jubilaciones, otra vez víctimas de la inflación?
Es en ese marco que la pregunta de cuál será el rubro de recorte vuelve siempre al tapete. Y la sospecha que ronda el mercado es que, una vez más, las jubilaciones podrían ser la variable de ajuste.
Este año, el gasto público destinado a pagar el sistema de seguridad social tuvo una caída real de 9%. Y hasta en medio de la campaña electoral, cuando se estaba expandiendo la obra pública y la asistencia social a las zonas carenciadas, hubo una caída en el promedio del gasto, que se explica por una nueva caída real de las jubilaciones.
La explicación ya fue dada hasta el hartazgo por economistas, por los representantes de los jubilados e incluso por gente del Gobierno, como la díscola diputada Fernanda Vallejos: la fórmula de indexación de las jubilaciones aprobada a fines del año pasado es "pro-cíclica", porque hace depender el nivel de pagos de lo que se recaude a nivel fiscal y de la recuperación del salario, a diferencia de la anterior, que estaba más ligada a la inflación.
Esto significa que si el año es bueno, entonces podrá haber una recuperación real de jubilaciones, pero si los números no son buenos, entonces los pagos evolucionarán por debajo de la inflación.
Fue lo que ocurrió este año: los economistas calculan que el aumento promedio fue de 38%, contra una inflación del 52%.
¿Qué ocurrirá el año próximo? Dependerá de si finalmente se confirman los pronósticos de Guzmán en cuanto a un crecimiento del PBI del 4%, una inflación del 33% y salarios recuperándose a cuatro puntos en términos reales. Pero no es lo que está previendo el resto del mercado. Por lo pronto, se espera que la actividad corra a la mitad de la velocidad que espera el ministro, pero, sobre todo, hay otra vez una fuerte discrepancia respecto de la inflación: las encuestas de economistas la ubican en torno de 52%.
Si, una vez más, la proyección del ministro se revelara equivocada, entonces aumentarían las probabilidades de que las jubilaciones evolucionen por debajo de los precios de la economía, más cuando sus posibilidades de incrementar la recaudación tributaria aparecen como menos fuertes que este año, en que se produjo el gran rebote.
Lo cierto es que, como tantas veces en la historia argentina, fue la inflación la verdadera artífice de la mejora fiscal que Guzmán está exhibiendo ante el FMI. Y ahí está la paradoja de su plan económico: el punto más criticado y señalado como debilidad es, al mismo tiempo, el que permite la "licuación" del gasto y equilibrar las cuentas. Sobre todo cuando se trata de jubilaciones cuya evolución no está indexada a la inflación y que, en conjunto, representan un tercio del gasto público total.
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