Entre la moderación de la continuidad y la osadía de la renovación, así se constituirá el equipo que se hará cargo, con Omar Gutiérrez a la cabeza, del gobierno neuquino a partir del 10 de diciembre, ya con la principal incógnita (el Presidente de los argentinos) revelada, y el principio de un plan de acción más claro y concreto, por ende, en marcha.
Gutiérrez persiste en el bajo perfil y el silencio mediático, pero en el ambiente se dice que esto no es solamente una parte integrante de su personalidad, sino una estrategia elaborada, que le permitiría, entre otras cosas, comenzar con una gestión de menor a mayor, sin provocar expectativas desmesuradas ni condenas anticipadas innecesariamente. La única pista objetiva acerca de cómo será la nueva gestión del MPN está en el proyecto de presupuesto, pero no es de fiar, pues apenas se resuelva el intríngulis nacional podrá ser rápidamente reformado si fuera necesario, ya que las bases para la proyección de sus números (el precio del dólar, la estimación de regalías, por ejemplo) se conocerán solo después del balotaje y una vez asumido el nuevo gobierno nacional.
En la incesante especulación del entorno emepenista, se mencionó durante la semana que no hubo consenso con un primer borrador de Gabinete, y que por lo tanto se decidió volver a la lista después del 22. Los mismos comentaristas, generalmente bien informados, hablaron del factor continuidad, con mención específica a Alejandro Nicola, Mariano Gaido y Gabriel Gastaminza. De incorporaciones que se dan como seguras o casi seguras, se mencionó a los concejales capitalinos Osvaldo LLancafilo y Juan Pablo Prezzoli, que podrían ocupar alguna responsabilidad en el nuevo Ejecutivo. Y se destacó que el ofrecimiento hacia Pablo Bongiovani para hacerse cargo de un ministerio está, pero que aún no se decidió porque el principal involucrado quisiera cumplir con al menos parte del mandato de las urnas, y ocupar su banca en la Legislatura.
El contexto es, a una semana del balotaje, de disminución de la intensidad de ansiedad entre funcionarios que son y funcionarios que podrían ser. El MPN da como casi seguro un triunfo de Mauricio Macri, dato especulativo que surge de la coincidencia entre la mayoría de las encuestas, que le dan al porteño una ventaja de entre 6 y 10 puntos sobre la principal víctima del fin de ciclo kirchnerista, Daniel Scioli. Los contactos del MPN con Macri se intensificaron, y las proyecciones teóricas acerca de las eventuales consecuencias de lo que serían sus primeras medidas de gobierno, también. Desde el gobierno se negó que el mismo Jorge Sapag se hubiera reunido, discretamente, con Macri. Esa versión circuló durante la semana, con informantes que juraron que se había producido el contacto. Haya habido o no un encuentro, lo cierto es que el MPN está preparado para que salga pato o gallareta. No habrá sorpresa, sino apenas aplicación de un plan u otro. No hay, tampoco, tanta diferencia. Sí puede cambiar la importancia que tienen para las relaciones tales o cuales referentes del sempiterno olimpo reducido de la gran burocracia política emepenista.
El elemento continuidad, dentro del nuevo equipo de gobierno, extenderá la influencia del gobernador saliente, Jorge Sapag. Pero esto no será un factor condicionante para Omar Gutiérrez, quien seguramente no tendrá pensado confrontar con quien lo precedió y fue, en los últimos años, su padrino político en los primeros pasos en las ligas mayores. Sapag, es evidente, se ha concentrado en la cuestión petrolera, se ha transformado en un experto, tal vez el de mayor conocimiento acerca de la industria desde la política. Ese será su campo de acción, con o sin cargos públicos. Gutiérrez estará suficientemente ocupado en poner en marcha una nueva modalidad de gestión, de fuerte apertura a la cuestión social, de fuerte protagonismo en acciones de gobierno vinculadas con esa área sensible. Esto implicará un reordenamiento estructural en el Estado, en el que se buscará encontrar mayor eficiencia con menor gasto, algo que es posible no necesariamente con despiadados recortes, sino con administración obsesiva en detalles metodológicos y presencia constante. Ese perfil ya lo probó Gutiérrez, con buenos resultados, en el Banco Provincia.
El primer desafío, es evidente porque se ha planteado así desde la superficie, será con los gremios estatales. Pero esto no es nuevo. Le toca a cada gobierno que asume, y después la situación se repite en cada año que termina, en cada año que comienza. En Neuquén, los gremios forman parte de la corporación estatal. De alguna manera indirecta, cogobiernan, sea por acción o por omisión. No será el MPN el que cambie esta realidad, que para algunos es satisfactoria y para otros intragable. La nueva gestión tal vez innove en algunas estrategias, pero intentará conservar el principio que se instaló en 2007 como guión de hierro para estas circunstancias: el de la paz social. Lo que se precisará, esta vez con meticulosidad firme, es cuánto costará esa paz social. A la vez, en ese costo no se medirá el gasto aislado del contexto, sino más bien la relación costo-beneficio. Con eso ganado, el horizonte se despejaría casi mágicamente, ayudado por el viento a favor de un nuevo oxígeno, nacido de la renovación, en el contexto nacional.
Así las cosas, o mejor, así las especulaciones, entra el país en la semana definitoria, los días que marcarán el fin de una etapa y el comienzo de otra. La historia circular de la Argentina se apresta a cambiar caras y nombres, aunque difícilmente se vea algo que no se haya visto antes. Esto sucederá, es preciso marcarlo, en un contexto internacional de creciente incertidumbre, ante la casi certeza de lo que el papa Francisco ya denomina Tercera Guerra Mundial, con los países democráticos de occidente y oriente de un lado, y el terrorismo y quienes lo justifican más o menos, del otro. La vieja y engañosa antinomia entre el bien y el mal juega fuerte una vez más en una humanidad cada vez más globalizada, y por lo tanto, más expuesta a los cimbronazos de la violencia.
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