El gobierno de Alberto Fernández termina el año en máxima tensión: luego de que la vicepresidenta Cristina Kirchner le marcó la cancha al Presidente para que varios ministros que "tienen miedo se busquen otro laburo" y para alinear la economía con el consumo y la demanda, Alberto se puso al frente de la entronización del diputado Máximo Kirchner al mando del PJ bonaerense.
Para ello, deberán destituir de facto a la dupla de presidentes partidarios que se alternan desde hace cuatro años en la conducción: los intendentes Gustavo Menéndez (Merlo) y Fernando Gray (Esteban Echeverría). Pero Gray no piensa ceder ni renunciar; Menéndez tampoco, por ahora.
"Ninguno de los dos van a renunciar: habrá conflicto entre el Presidente, Máximo y una decena de intendentes contra la CGT y unos 70 intendentes bonaerenses que respaldan a Menéndez-Gray", dijo a A24.com un intendente. Máximo Kirchner no tiene un instrumento legal para provocar la renuncia de los dos presidentes alternativos, más que la presión.
En 2018, Gray y Menéndez fueron elegidos por el voto de los afiliados y desde entonces asumió Menéndez, lo sucedió Gray en 2019, volvió Menéndez en 2020 y Gray debería terminar el mandato en diciembre de 2021, un año electoral. Le cabe el derecho institucional de terminar su mandato. Si alguien lo quiere interrumpir sería un golpe de Estado interno.
En paralelo, el Presidente avaló al canciller, Felipe Solá, que tomó la decisión de remover al embajador en China, Luis María Kreckler. Lo responsabilizó de demorar las gestiones para la llegada de la vacuna Sinopharm. Pero lo curioso fue que, según pudo saber A24.com, tras una gestión de Kreckler, el ministro de Salud, Ginés González García, encaminó este fin de semana, en un zoom el sábado último, la llegada de un millón de dosis en enero próximo, 12 millones en marzo y 30 millones en todo 2021.
En China se pusieron esa vacuna dos millones de personas, altos dirigentes políticos y militares, y 3000 se la aplicaron en la Argentina como parte de la fase 3 monitoreada por la Fundación Huésped. ¿Ginés no lo sabía?
¿Por qué lo remueven entonces? Fuentes diplomáticas confirmaron a A24.com que Kreckler informó mediante 10 cables diplomáticos y en dialogo directo con Ginés de las gestiones. Solá dejó trascender que no recibió informes de Kreckler y que este sólo hablaba con Salud. Pero la Cancillería mantuvo siempre silencio oficial sobre los motivos de la remoción.
Kreckler tiene una histórica mala relación con Solá y una buena, excelente, con Cristina Kirchner. Pero tiene como segundo a Sabino Vaca Narvaja, al que ascenderían tras su eventual salida. Sabino es hermano de Camilo, el padre de la hija de Florencia Kirchner y la nieta de Cristina.
En ese contexto de tensiones de Kreckler con Solá, el canciller tuvo un día de furia el miércoles último cuando trascendió la remoción del embajador: le respondió a Cristina que no renunciará a la Cancillería porque no tiene "miedo", porque cuenta con el aval de Alberto Fernández y porque le encantaría "tener otro laburo, pero no tengo tiempo".
Solá culpaba de todos los rumores de su renuncia a Kreckler. Pero el sainete no quedó allí. El diputado K Nicolás Rodríguez Saá, sobrino del gobernador Alberto Rodríguez Saá, de San Luis, le pidió la renuncia al canciller. Solá lo cruzó y le dijo por Twitter: "Chanta, versero y berreta".
En medio de estos espectáculos dantescos, culparon a Kreckler de viajar a una isla, cuando solo se había tomado unas horas de “licencia ecológica”, una necesidad muy común en habitantes de Beijing. En la Casa Rosada decían que en esas horas no podía hacerlo y menos fumando dos atados de cigarrillos por día.
En respaldo de Solá, el entorno de Alberto llegó a decir que la vacuna Sinopharm fue gestionada por el propio Presidente y no por Kreckler, en línea directa con Xi Jinping. Pero fue el embajador quien gestionó una cumbre del Presidente para mayo en Beiging con el presidente chino, aún no confirmada.
La última conversación de Ginés con la cúpula de Sinopharm fue para ponerse de acuerdo en el precio, un tema sensible que nadie informa. El recambio de embajador en China en menos de un año podría ser una mala reputación para el gobierno de Alberto Fernández frente al gigante asiático.
El Gobierno sigue sumando controversias internacionales: la Anmat informó que antes de fin de año aprobará la vacuna de AstraZeneca, admitió informes con resultados adversos de la vacuna Sputnik V, de Rusia, y Ginés atacó nuevamente a Pfizer por escudarse en problemas legales para enviar la vacuna a la Argentina: el laboratorio asegura que la inmunidad de la ley de vacunas no lo protege de posibles negligencias. "No podemos entender tantas exigencias, pareciera que no le tienen fe a la vacuna", dijo Ginés.
Las peleas de palacio están ganando la gestión de Cristina y Alberto. El Presidente medita un cambio de gabinete para marzo, que podría ser una reducción en el número de ministerios, como informó A24.com el viernes último. Sin embargo, todavía no está claro si se desprenderá de algunos de sus más incondicionales como quisiera Cristina: Santiago Cafiero (jefe de gabinete); Marcela Losardo (Justicia); Solá (canciller); Matías Kulfas (Desarrollo Productivo); Paula Español (Secretaría de Comercio); Claudio Moroni (Trabajo); Nicolás Trotta (Educación) o Luis Basterra (Agroindustria).
En el medio, optó por darle la mano derecha a Máximo Kirchner en su objetivo de ser presidente del PJ bonaerense a partir de enero próximo para digitar la estrategia electoral en la provincia que más le interesa a Cristina: Buenos Aires, la madre de todas las batallas.
El primer paso había sido un llamado del ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, a Menéndez y a Gray, pero ellos no cedieron. Luego salió al ruedo el propio Alberto Fernández: "Todos debemos hacer un esfuerzo y debemos estar juntos. Máximo, a quien yo quiero mucho, es un hombre preparado, un gran dirigente, con capacidad de diálogo. Tiene todas las virtudes para ocupar un cargo de esa naturaleza", dijo el Presidente.
Luego, el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, respaldó las declaraciones de Alberto con una catarata de tuits en apoyo del jefe del bloque de diputados del Frente de Todos.
"La Cámpora nunca se identificó con el peronismo, solo quiere la estructura para comandar las elecciones. La Cámpora no es el peronismo ni el peronismo quiere a la Cámpora", señalan entre los intendentes del PJ más opositores a Máximo Kirchner. Hace un mes, Alberto Fernández les había hecho un guiño a los intendentes para que pelearan por la reelección en la Justicia, pese a la ley que se las impide.
Precisamente, esa reelección es rechazada por La Cámpora y Máximo, porque la expectativa es poner intendentes camporistas en 2023 y no seguir apoyando a los viejos barones del conurbano. "Máximo nos quería negociar la reelección por el PJ bonaerense, pero le dijimos que no, no tienen nada que ver las dos cosas", señalan en el peronismo provincial.
Según pudo saber A24.com, Gray está dispuesto cumplir su mandato en diciembre de 2021 y no renunciará. Sabe que se enfrenta a Alberto, a Cristina Kirchner y a una decena de municipios: Avellaneda, Ensenada, Quilmes, La Matanza, Lomas de Zamora, Mercedes, Escobar y José C. Paz. Pero cuenta con el apoyo de unos 70 intendentes peronistas, presume, más la CGT. Consultados altos referentes de la central obrera por esta disputa, no quisieron abrir juicios ni siquiera en off the record. El conflicto incomoda a varios.
El silencio trae malos recuerdos en el peronismo y pésimas experiencias. En 1976, el entonces titular de la CGT, Casildo Herrera, del sindicato textil, se fue a Uruguay un día antes del golpe de Estado contra Isabel Perón, el 23 de marzo. Cuando un periodista le preguntó en costas orientales qué había pasado en la Argentina, Casildo Herrera pronunció su memorable frase: “No sé, yo me borré”. Luego de esa desafortunada declaración, Herrera desapareció del mundo de la política y del sindicalismo, se tuvo que exiliar en el exterior y falleció en 1997, en el olvido.
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