Cuando todos esperaban que Sebastián Puglisi fuera designado como secretario de Educación, el intendente Carlos Arroyo sorprendió a todos y nombró a Ana María Crovetto en el cargo, a quien conocía de su época como director de la Escuela Media 2. Crovetto, una desconocida para la gran mayoría, rápidamente se convirtió en una de las funcionarias más polémicas del gabinete del intendente.
Se peleó con los docentes, con los trabajadores de su secretaría y hasta con sus compañeros de gabinete, que entendían que sus modos y sus decisiones estaban perjudicando a la gestión. Arroyo, sin embargo, la defendió cada vez que le preguntaban por Crovetto. Si le sugerían la posibilidad de que abandonara el cargo respondía que era una de las secretarias más valiosas que tenía. Hasta que un día no la defendió más: el 13 de marzo del año pasado la echó, cuando nadie esperaba esa noticia.
¿Hernán Mourelle puede repetir la historia de Crovetto? Por estas horas, muchos dentro de Cambiemos piensan que sí (y muchos otros esperan que así sea).
El polémico secretario de Hacienda tiene un escenario similar al de Crovetto: enfrentado con trabajadores, sindicato y varios funcionarios de primera línea le sugieren al intendente que lo corra. “Es la única manera de descomprimir la situación”, le susurran.
Mourelle se volvió ingobernable. Cada vez que Arroyo y su equipo intentan poner paños fríos en medio de una crisis, el secretario de Hacienda suele redoblar la apuesta. Ocurrió hace pocos días, cuando el municipio fue al ministerio de Trabajo para pedir una segunda conciliación obligatoria en el conflicto con los municipales. No es algo habitual que esto ocurra, pero en plena temporada de verano y con la ciudad repleta de turistas, la formalidad se hizo a un lado y se decidió implementar la medida para que Mar del Plata recupere su normalidad.
Esa misma tarde, en una entrevista radial, Mourelle anunció que el municipio estaba preparando una demanda millonaria contra el Sindicato de Trabajadores Municipales (STM) y señaló que también podrían responder las autoridades del gremio con su patrimonio. “Es incontrolable”, definieron dos funcionarios del gabinete arroyista.
A diferencia de Crovetto, Mourelle hizo un trabajo que, hasta sus mayores críticos dentro de la gestión, le reconocen. “Vino para ordenar los números y es innegable que se logró. El tema es cuando quiere hacer política porque no sabe y dice barbaridades”, indicó un edil de Cambiemos. Otros advierten que ese ordenamiento podría recibir reproches del Tribunal de Cuentas.
Como sea, esos “logros” son los que hacen que el intendente lo mantenga en su cargo. Sin embargo, aquellos que creían que Arroyo no lo iba a “entregar” se sorprendieron con el memorándum que firmó la semana pasada en el que le exigía al secretario de Hacienda que no repitiera demoras en el pago de salarios de los empleados del Concejo Deliberante sin justificativo.
En ese texto, Arroyo acusó al otrora hombre de Hernán Lacunza de generarle un costo político sin razón. Algunos afirman que Arroyo y Mourelle mantuvieron una fuerte pelea días atrás en el despacho principal de la comuna, aunque ninguno de los protagonistas –ni siquiera por lo bajo- lo confirmó.
Más allá de eso, la tensión entre el intendente y el secretario de Hacienda es real. El martes, en la reunión de gabinete que mantuvieron todos los funcionarios, hubo fuertes reprimendas hacia el entorno de Mourelle. Un exfuncionario que fue echado por Arroyo en medio de sospechas de corrupción reapareció en escena de la mano del secretario de Hacienda. “Estuvo dando órdenes a directores de área por el tema de los afters. Eso saltó en la reunión y quedó expuesto”, reconoció un funcionario en diálogo con 0223.
El otro sostén de Mourelle es Andrés Barbieri, el abogado que ganó mucha influencia en el intendente, pero que no tiene cargo. Barbieri espera recibir su premio antes de que termine la gestión de Arroyo: está ternado para ser juez de Faltas, pero la iniciativa está completamente frenada en el Concejo Deliberante.
Mientras tanto, junto al secretario de Hacienda, conforman el ala dura del arroyismo. Algunas de sus batallas tienen otros adeptos, pero abrieron tantos frentes de ataque que el 99% del gabinete entendió que la estrategia era inviable. “No te podés pelear con todos a la vez. Hay que elegir las batallas y darlas de manera inteligente”, razonó un viejo dirigente político. Arroyo –porque en definitiva el jefe político es él- parece darlas todas juntas y sin la más mínima planificación.
Como nunca, el futuro de Mourelle en el gabinete municipal corre riesgo. Nadie se atreve a asegurar su salida y es escudan en “los tiempos de Arroyo”. Sin embargo, una definición pinta claro el panorama: “Hoy por hoy, (Mourelle) está solo contra todos. Mejor dicho, todos contra él”.
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