Un gobierno que tira a matar, desesperado por un rescate

Un gobierno que tira a matar, desesperado por un rescate

La feroz represión de fuerzas mal preparadas no alcanzó para cumplir el objetivo oficial. Los aliados de Milei, entre la complicidad y la presión para entregar a Bullrich. Menem pierde el control del Congreso y choca con Santiago Caputo. Tiempo de descuento para un experimento que se quedó sin dólares.

Por: Diego Genoud.

Javier Milei encontró refugio a 225 kilómetros de la Casa Rosada, en Expoagro, la muestra que organizan Clarín y La Nación. El presidente llegó tarde, cuando ya comenzaban a desarmar los stands, en el último día de la exposición que había tenido el desfile de Mauricio Macri y Victoria Villarruel en su punto más alto. Pero la puesta en escena sirvió para encubrir a Patricia Bullrich en el mismo momento en que el diario La Nación se preparaba para mostrar el accionar criminal de la Gendarmería, la fuerza preferida de la ministra, en la feroz represión del miércoles 12 en las inmediaciones del Congreso. 

Milei tuvo el aplauso entusiasta del empresario arrocero José Aranda, representante del holding que acaba de crear un oligopolio sin antecedentes, al margen de la ley, tal como lo acaba de denunciar Telecentro, de Alberto Pierri. La cobertura cómplice del Grupo Clarín ante la cacería de fuerzas de seguridad que violan todas las recomendaciones internacionales y disparan directo al cuerpo de los manifestantes no es un desliz sino una política inquebrantable desde 1976: cubrir al poder de turno ante cada crimen y obtener en paralelo un beneficio particular. Aranda quedó con las manos ardidas de tanto aplaudir a Milei cuando atacaba a los zurdos, pero fue precavido. También posó sonriente al lado de Villarruel minutos después de que la vicepresidenta expresara su solidaridad con los heridos por las balas y granadas de los subordinados de Bullrich. Villarruel, que quería el lugar de la ministra para su gente, no acuerda con exponer a las fuerzas de seguridad a una tarea temeraria en un país inestable, donde el sadismo represivo de hoy los puede llevar mañana a la cárcel. 

 

En un día en el que el Banco Central quemó casi U$ 500 millones de dólares en unas horas -un verdadero récord suicida- y la inflación confirmó que pisar el dólar ya no alcanza para vender un IPC a la baja, Milei prometió ir a fondo y afirmó que él solo está en el medio de una disputa mayor. El presidente lleva una vida como empleado destacado del poder económico y representa en forma circunstancial intereses de un bloque de poder que ya vio a pasar a muchos que decían ser los mejores de la historia. 

Fue Macri, el mismo que cortó la cinta de inauguración con Aranda, el que reclamó la baja de las retenciones y dio cuenta del escenario de fondo: el de la “debilidad institucional” de un presidente que pretende emularlo en el endeudamiento pero sin apoyo del Congreso. Macri está entre los que esperan que Bullrich pague por la represión criminal en la marcha de los jubilados y las hinchadas de futbol. No por su sensibilidad en materia de derechos humanos sino por su enfrentamiento sin retorno con la ex jefe de PRO, que se acostumbró a prepotearlo en las redes sociales. La impunidad de la ministra de Seguridad no es fácil de sostener: mientras familiares y amigos de Pablo Grillo marcharon en Remedios de Escalada bajo la consigna “Bullrich asesina”, una facción del poder permanente decidió soltarle la mano. Con su brutalidad criminal, Bullrich pone en riesgo un ciclo de negocios que no se quieren perder. Más peligrosa que un mono con navaja, la ministra está al frente de una fuerza que se le parece en la falta de profesionalidad. 

En medio de este cuadro, un ala del gobierno de extrema derecha está convencida de que Clarín y La Nación juegan con Macri al desgaste para ganar una cuota de poder. No alcanzan los contactos de Milei con Fernán Saguier ni el intento de Santiago Caputo de tener un buen vínculo con el holding de Héctor Magnetto. Unos y otros piden demasiado.

Aunque la tropa de los convencidos festeje y ratifique su convicción de aplastar a los que rechazan el ajuste más grande de la historia, la bestialidad de la Gendarmería que disparaba granadas en línea recta y de fuerzas mal preparadas que estaban sobrestimuladas para cazar opositores salió mucho peor de lo que el gobierno dice. El fotógrafo Grillo fue víctima de un proyectil que impactó directo en su cabeza, en forma similar a lo que le había pasado al docente Carlos Fuentealba en 2007 en Neuquén. Por la causa Fuentealba II, impulsada por la familia de la víctima contra todo tipo de obstáculos, se juzgó la responsabilidad política del operativo y hoy están presos mandos jefes policiales, entre ellos el ex jefe de la policía provincial, Carlos Salazar. Bullrich, que despliega desde que asumió un plan de guerra contra la oposición en las calles, ya hizo méritos para seguir sus pasos y los de Enrique Mathov, el secretario de Seguridad de De la Rúa. 

Los médicos que asistieron a los 672 heridos por la represión coinciden en afirmar que nunca habían visto tal cantidad de balas de goma sobre el cuerpo de los manifestantes. Sin embargo, los que vienen siguiendo con atención la respuesta de las fuerzas de seguridad ante la protesta callejera afirman que el miércoles 12 el gobierno estuvo muy lejos de garantizar el orden que tanto excita a sus fanáticos. 

En una concentración donde confluyeron sectores organizados con manifestantes guiados por la espontaneidad y sin una conducción única, las fuerzas de Bullrich no lograron despejar la plaza y los que resistían a las balas y gases se reagruparon durante horas hasta desbordar a los uniformados y llegar a una Casa Rosada que estaba desprotegida. Cuando caía la noche, Milei, que estaba en su despacho, descubrió que puede ser el blanco de la misma ira social que lo llevó a lo más alto.  

Nada estuvo bajo control para el gobierno de la extrema derecha y, tal como escribió Pablo Solana en un texto titulado “Punto de inflexión”, la sorpresa cambió de bando. Los manifestantes sabían que Bullrich los iba a reprimir pero las fuerzas que disparaban a matar no esperaban ese grado de combatividad. Por algo, La Libertad Avanza insiste en negar que esto sea diciembre de 2017, el principio del fin de Macri. Ese día, los gobernadores del colaboracionismo “olieron sangre”, según la definición que repite hasta hoy un ex ministro de Cambiemos. 

Después del 12M, las centrales sindicales vieron sacudida su estructura interna y decidieron convocar a marchar el miércoles próximo en defensa de los jubilados, el blanco preferencial del ajuste más grande de la historia. Mientras los abuelos van a cobrar a partir de abril 365 mil pesos con el bono de 70 mil incluido, la canasta del jubilado que elabora la Defensoría de la Tercera Edad está en un millón 200 mil pesos. 

La movilización convocada por hinchas en defensa de los jubilados que habían sido reprimidos durante semanas no incluía barras como los que Mariano Cuneo Libarona cobraba por defender. No estaban ni Rafael Di Zeo, ni Alan Schlenker ni Hector “Jaimito” Heredia, el jefe de la barra brava de Racing juzgado por el crimen del hincha de Independiente Gustavo Rivero, de 22 años. Cuneo Libarona, que cobró fortuna por garantizarles impunidad, ahora acusa sin pruebas. El diputado Eduardo Valdes, que conoce bien al insólito ministro, se lo tuvo que recordar a través de X.  

Para salir de la postura defensiva, a Milei no le alcanza con la represión de Bullrich. Por eso, busca con desesperación el auxilio del Fondo como respirador artificial. El entusiasta Luis Caputo transita horas complicadas y no quiere dar explicaciones. Se negó a poner la cara en la reunión de la Bicameral de Trámite Legislativo que va a tratar el DNU que abre al nuevo endeudamiento. Prevista para este martes a las 16 horas en el Salon Illia del Senado, en la audiencia van a estar las segundas líneas del experimento económico liberatario: el vicepresidente del Banco Central Vladimir Werning, el viceministro de Economía José Luis Daza y el hombre de Milei ante el Fondo, Leonardo Madcur, el ex jefe de gabinete de Sergio Massa que es dueño de una plasticidad inigualable y gana en dólares por endeudar a la Argentina. 

La oposición irá el martes a la cita decidida a cambiar al presidente de la Bicameral que se reunió tres veces en el último año, un lapso en cual Milei firmó más de 60 decretos, incluido el megadecreto 70, que reformó 70 leyes. Unión por la Patria está dispuesta a aceptar que Oscar Zago o Nicolas Massot ocupen el lugar del oficialista Juan Carlos Pagotto a cambio de que los bloques moderados rechacen el DNU de la nueva deuda con el FMI. El tema es clave porque, ante una paridad en la comisión de 16 miembros, define el presidente y Milei se prepara para gobernar todo el año sin Presupuesto y por decreto. La burocracia de Kristalina Georgieva y Gita Gopinath está pendiente de lo que pase en un Congreso que LLA no controla como quisiera. A partir del jueves 27 de marzo además, el decreto se puede tratar en el recinto. 

Massot fue el protagonista de un momento clave, el miércoles pasado en Diputados. Mientras afuera se preparaba la represión, el diputado de Encuentro Federal puso nervioso a Martin Menem cuando le reclamó que dejara de obturar la investigación del caso Libra y le recordó que es uno de los principales sospechados por la estafa.  “Usted presidente con todo respeto es uno de los que tiene que dar explicaciones. Con toda la presunción de inocencia que goza usted, la secretaria general, el vocero presidencial y todos los diputados que hayan participado, vengan y expliquen y respondan el cuestionario anticipado”, le dijo. El socio histórico de Emilio Monzó apuntó contra los que “le abrieron la puerta al despacho presidencial a estos estafadores” y “no pueden negar el conocimiento previo de los que estructuraron esta estafa”. Muy nervioso, como se lo nota desde hace tiempo, Menem lo interrumpía sin parar. Fue el primer indicio de que las cosas no iban a salir como quería Karina Milei. El presidente de la Cámara es señalado como el dueño de una de las billeteras que ganaron con la Operación Shitcoin. Desde que hizo echar a Zago,  Menem dejó de ser en la práctica el presidente de todo el cuerpo y comenzó a actuar como jefe de su bancada.

Después vino la decisión inédita de la ultraderecha: impedir el quórum a las piñas, un objetivo logrado a un precio alto. Entrenado en El Cielo y Pachá, Zago liquidó al menemista correntino Lisandro Almirón y zamarreó al salteño Julio Moreno Ovalle. Así, el presidente de la Cámara logró postergar el fin de las facultades delegadas y la constitución de la comisión de Juicio Político, el tema que desvela al gobierno. Ante el escandálo internacional del Libragate, los hermanos Milei no pueden permitir que la Comisión de Juicio Político se abra en el año electoral y la hermana Karina no quiere a Marcela Pagano ahí. 

Soldado de la gran hermana, Menem y su tío Lule están lanzados a una disputa de poder en la que tienen demasiados enemigos. No solo Zago o Pagano,. Menem acumula varios fracasos: le vendió a la secretaria general de la Presidencia que Villarruel iba a renunciar a su cargo y buscó marginar sin éxito a Santiago Caputo el día de la apertura de las sesiones ordinarias. Todavía más, el sobrino del ex presidente quiere desplazar a Caputo de la interlocución con el Poder Judicial -dicen que tiene un puente en lo más alto- y hasta contrató su propia granja de trolls para prescindir del brazo armado caputista: los quiere afuera de todo, empezando por las listas de candidatos. 

El problema es que Caputo resiste como se vio con el show de amenazas a Facundo Manes y tiene bajo su control a los servicios de inteligencia que cuentan con información privilegiada sobre los que, desde el gobierno, ganaron con la estafa. ¿Hay pruebas que incriminan a Menem? En el Congreso deslizan algo más preocupante: el riojano enfrenta objeciones de su padre por el manejo del poder y menosprecia a su hermano Adrian Menem. Está cerrado en el círculo del Karina-menemismo con su tío Lule. 

La interna salvaje en la secta de gobierno y la frialdad extrema de Villarruel para alimentar su propio proyecto coinciden con la toma de distancia de algunos aliados que ven en Bullrich una apuesta temeraria. Si el gobierno pierde el control de la calle que tanto promociona y no consigue ya el salvavidas del Fondo, corre riesgo de que la descomposición del esquema de poder se acelere. La semana que empieza será clave y abra que ver como se conjjugan el humor del mercado y la temperatura de la calle. El jueves, el Senado va a tratar los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García Mansilla. ¿El gobierno está preparado para que se repitan las malas noticias?

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