El organismo estaría dispuesto a dar plata fresca para una transición, pero aún deben avanzar las conversaciones hacia un nuevo acuerdo. Por ahora nadie toca las restricciones que afectan el funcionamiento normal del mercado cambiario
Por Pablo Wende
Aunque las trabas políticas que enfrenta el gobierno de Javier Milei volvieron al tope de las preocupaciones de los inversores, el equipo económico mantiene una hoja de ruta cuya próxima estación viene en junio: para ese momento esperan que la economía ya haya tocado fondo y estén dadas las condiciones para salir del cepo cambiario o al menos desarmar una cantidad de restricciones aún vigentes.
El futuro esquema cambiario que pondrá en marcha el Gobierno es uno de los temas centrales del futuro acuerdo de la Argentina con el FMI, que empezará a discutir en breve. Tanto el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, como el Presidente, Javier Milei, reconocieron que estas negociaciones comenzarán pronto e incluso adelantaron que existe la posibilidad que el Fondo entregue “dinero fresco” para hacer más suave la transición luego del levantamiento de los controles cambiarios.
Según explicaron desde el propio Gobierno, la visión del FMI es que para mediados de año ya estarían dadas las condiciones para salir del cepo. El Presidente reconoció que para lograrlo el BCRA debe todavía acumular más reservas, aunque desde que llegó al poder ya compró arriba de USD 10.000 millones. Y al mismo tiempo el Central avanzó con una fuerte baja de tasas cuyo objetivo central es licuar los pasivos remunerados de la institución, que así crecen mucho menos que la inflación.
Lo que todavía no está explicitado, porque es un tema que aún no fue abordado a fondo, es nada menos que cuál será el nuevo régimen cambiario que aplicará la Argentina una vez levantado el cepo. Las conjeturas que se abren en ese sentido son de lo más variadas.
El FMI ya se manifestó públicamente en contra de una posible polarización, a través de la subdirectora gerente del organismo, Gita Gopinath, en su reciente visita a la Argentina. Ahora también viene al país el encargado del departamento occidental del Fondo, Rodrigo Valdés, quien llevará adelante las futuras negociaciones hacia un nuevo acuerdo
Para muchos, la salida de las restricciones retrotrae a lo sucedido en 2015, cuando asumió el gobierno de Mauricio Macri, que casi de un día para el otro eliminó las trabas para operar en cambios y dejó flotar al peso.
Sin embargo, ni a Milei ni a Caputo los convence aquella experiencia. Consideran que no hay garantía sobre la estabilidad futura del tipo de cambio, aún cuando el Banco Central haya acumulado muchas reservas y tenga poder de fuego para salir a calmar alguna suba exagerada.
En el Gobierno creen que se trata de una movida muy arriesgada, que podría complicarse si el dólar se pone volátil. Sobre todo en un contexto de cierta debilidad política como el actual, las chances crecen.
Así es como aparece la posibilidad de implementar algún régimen que permita mantener acotado el comportamiento del dólar. Uno de ellos es el denominado “flotación sucia” que es el que utilizan casi todos los países de la región. El dólar flota, pero el Central también puede intervenir para evitar fluctuaciones excesivas, ya sea comprando o vendiendo. Para eso, por supuesto, hace falta un buen nivel de reservas en el BCRA.
Otra opción es implementar un esquema de bandas cambiarias, que fija de manera explícita el Central para comprar y vender. Se implementó por última vez en 2018, previo al acuerdo con el FMI, pero duró poco. Tras el acuerdo y nuevo desembolso, el organismo exigió al Gobierno que deje flotar el tipo de cambio.
Otra de las alternativas es adoptar una suerte de “neo convertibilidad”, o sea un tipo de cambio fijo que evitaría totalmente las fluctuaciones cambiarias. Se trataría de un paso previo a la dolarización, algo que no es apoyado por el Fondo. Milei reiteró que sigue en sus planes “la eliminación del Banco Central”.
Ninguno de estos esquemas es incompatible con la “competencia de monedas” que se busca establecer. Se trata, en realidad, de permitir que se realicen transacciones de manera legal con el dólar o cualquier otra moneda que eligen las partes. El modelo sería parecido al de Perú o de Uruguay, donde se da esta convivencia. En ambos países, sin embargo, la estabilidad provocó que la gente prefiera utilizar la moneda propia. Todo lo contrario a la posible dolarización que plantea Milei.
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