Estados Unidos. Cuando asuma, el 20 de enero, el magnate seguramente tomará varias medidas inmediatas hacia el "cambio" que prometió.
En una pequeña oficina a una cuadra de la Casa Blanca un equipo de Donald Trump viene trabajando desde agosto en la transición, inmerso en un gran optimismo que finalmente dio su frutos el martes. El 20 de enero, cuando regrese de su paseo triunfal por el centro de Washington DC y se convierta en el 45° presidente de los Estados Unidos, tomará varias medidas inmediatas para mover al país hacia “el cambio” que ha prometido.
Trump es un hombre imprevisible y muchas veces ha dicho cosas que desmintió al día siguiente sin empacho. Pero si se toma como un hecho que cumplirá sus promesas de campaña, su idea es tener un comienzo a toda máquina. Según contó un estrecho asesor del magnate a The New Yorker, el equipo de transición analiza unos 25 decretos ejecutivos que puede firmar el mismo día que asuma, una idea inspirada en la primera semana de Ronald Reagan en el poder. Busca particularmente anular algunas órdenes ejecutivas de quien será su antecesor, Barack Obama.
En esa lista figuraría la derogación de varios compromisos ambientales: por ejemplo, renunciar al tratado de París sobre emisiones contaminantes, quizás suspender el pago a programas de la ONU contra el cambio climático, recomenzar la exploración del polémico oleoducto Keystone denunciado por ambientalistas, levantar las restricciones sobre la explotación de combustibles fósiles. También suspender el programa de inmigración de refugiados sirios y ordenar al Departamento de Comercio que comience a explorar posibles sanciones comerciales a China.
Según trascendió, quienes liderarán la transición y probablemente reciban algún puesto relevante serán el gobernador de New Jersey Chris Christie, el ex alcalde neoyorquino Rudolph Giuliani (sería ministro de Justicia) y el ex congresista ultraconservador Newt Gingrich (quizás canciller). Trump, un “outsider” de la política, casi no tiene equipo propio. Según dijo a Clarín Bruce Cain, profesor de la Universidad de Stanford, “su urgencia inmediata es encontrar personas competentes para servir en su Gobierno y habrá que ver si los think tanks republicanos lo van a ayudar o preferirán no trabajar con él ante el temor de que sea una persona imposible.” Al menos en su etapa de “luna de miel” Trump estará avalado por un congreso que es mayoritariamente favorable. Ya lo dijo el líder de los representantes, Paul Ryan: “Trump liderará un gobierno republicano unido”. Luego de su ola de decretos, el futuro presidente quizás se enfoque en temas que requieren discusión parlamentaria como la lucha contra la inmigración ilegal. Ha prometido “expulsar del país a los más de 11 millones de inmigrantes ilegales”, pero luego su mensaje de diluyó. Igualmente ese proceso no será sencillo. También prometió construir un muro en la frontera, que pagará México, quien rechazó esa posibilidad.
Pero seguramente los controles de ingreso a Estados Unidos se endurecerán para los habitantes de todos los países, sobre todo los de origen musulmán. A ellos había prometido negarles la entrada, pero luego dijo que sólo serían los provenientes de Estados ligados al terrorismo.
Otra de sus promesas centrales es la renegociación del NAFTA, el tratado de libre comercio con México y Canadá, que elevó el intercambio en los países pero que produjo el traslado de fábricas desde Estados Unidos a suelo mexicano, que tiene costos laborales más laxos. Pero para Paul Brace, profesor de la Rice University de Texas, ese tema no será tan fácil. Dijo a Clarín que “es posible que Trump tenga un apoyo menos sólido en el Congreso para medidas que estimulen el proteccionismo o las guerras comerciales”, aunque reconoció que Trump debe dar una respuesta al electorado frustrado que viene perdiendo trabajos y que le dio un gran apoyo electoral. “Dada su base, sería peligroso para él apoyar abiertamente que el globalismo siga su curso”.
Otro de sus pilares de campaña fue la derogación del Obamacare, la ley de Salud de Obama, que permitió acceder al seguro médico a unos 20 millones de personas. Trump pondrá sus esfuerzos en esto ya que busca sustituirla por un sistema que siga “los principios del libre mercado” para reducir los costos al cliente.
Otra de las urgencias es la nominación de un juez para la Corte Suprema. Para Robert Paxton, historiador y profesor de la Universidad de Columbia, Trump “nombrará a alguien que se oponga al aborto y que apoye la Segunda Enmienda que, en su errónea interpretación, dará más fuerza a la portación sin límite de armas”, según señaló a Clarín.
También espera atraer mil millones de dólares en inversiones para infraestructuras en la próxima década a través de alianzas público-privadas y fuentes privadas, impulsadas por una baja impositiva. Para Paxton, “Trump tiene altas expectativas sobre sí mismo y por ello va a tratar de pensar en algo que sea felizmente recibido por mucha gente. Tal vez algunas mejoras en los caminos y en el transporte de Estados Unidos”.
En el plano internacional, se prevé que Trump tenga una política menos intervencionista de la que suele alentar el partido republicano. Probablemente revise la alianza con la OTAN, a la que calificó de obsoleta y cuestionó el dinero que gasta Washington en la organización. Ha repudiado el acuerdo de reducción nuclear que Obama firmó con Irán y quizás pueda derogarlo. Seguramente reforzará la alianza con Israel dada su sintonía con el halcón Benjamín Netanyahu y ya ha dicho que mudará la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén en un gesto de reconocimiento a esa ciudad como capital israelí. También tienen admiración mutua con el ruso Vladimir Putin y las relaciones con Rusia enfrentarán un giro importante y seguramente avalará la injerencia de esa potencia sobre Ucrania y Oriente Medio. Respecto a que hará con el terrorismo del ISIS es un misterio: ha dicho simplemente que lo “eliminará de la tierra” sin decir cómo.
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