Esta semana se multiplicaron los focos de fricción entre las dos líneas internas: los intransigentes y los dialoguistas; difieren en la estrategia a seguir con el DNU y la “ley ómnibus” y ahora llegaron a un momento de definición.
Por: Jorge Liotti.
La reunión de gabinete del martes no fue una más. Por primera vez el carácter operativo que el Presidente busca darle a esos encuentros diarios se vio alterado por un intercambio de posiciones que reflejó el debate de fondo que hoy atraviesa el Gobierno. Guillermo Francos planteó allí que era necesario revisar ciertas posturas intransigentes respecto de la ley ómnibus enviada al Congreso para lograr un triunfo político y negociar algunos puntos que no sean tan determinantes para el plan. El pragmatismo de los negociadores. Curiosamente la que salió a cruzarlo fue Patricia Bullrich, quien reflotó su viejo lema de campaña para plantear que “si no es todo, es nada” y que “hay que ir a fondo”. La convicción de los conversos. El episodio generó una ola de rumores sobre la posible salida del ministro del Interior porque se había sumado a la desautorización que sufrió en su diálogo con la CGT, con la que había avanzado en conversaciones sobre la reforma laboral hasta que el DNU de Javier Milei tumbó la precaria construcción. “No son diferencias de fondo, solo que hay posiciones más duras”, minimizan en el entorno del funcionario respecto de las fricciones internas.
El episodio sería una anécdota si no graficara fielmente el principal eje de discusión dentro del Gobierno: mantener una posición de máxima, basados en el apoyo electoral y en la situación de grave crisis, derrotar a la oposición, los gremios y los sectores económicos afectados por las medidas, y así obtener un triunfo absoluto que marque el inicio de un cambio de era; o recurrir al minimalismo práctico de la negociación política y obtener réditos parciales que permitan lograr las primeras victorias que pongan en marcha las reformas más importantes.
Llegada de Ministros a Casa Rosada. Nicolás Posse, Jefe de GabineteRicardo Pristupluk
En la primera posición se alinean Karina Milei, Nicolás Posse, Santiago Caputo, Federico Sturzenegger y Bullrich. Son “los guardianes de la pureza”. Esgrimen el último índice de confianza de la Universidad Di Tella que muestra el alto nivel de apoyo que retiene el Presidente y exhiben una determinación notable para plantear que “no hay que negociar, no podemos dejar que expresiones sin respaldo empiecen a desmenuzar lo que para nosotros es un plan integral”. El rol del jefe de Gabinete se ha vuelto más decisivo que nunca. “Posse es el presidente en ciertas cuestiones”, lo caracteriza una figura de alta relevancia en el Gobierno. Se encarga de todo lo que a Milei no le interesa. Tiene una ventaja: además de contar con su total confianza es el funcionario que tiene el esquema de pensamiento más parecido a él. Es disruptivo, dogmático e inflexible. Infranqueable para quienes no lo conocen. Un Schwarzenegger de la gestión.
Con la otra postura se identifican Francos, Victoria Villarruel, Martín Menem y Omar de Marchi, “los realistas”, el mismo grupito que se sacó una foto en el despacho del ministro un día después del cruce en la reunión de gabinete, en lo que pareció una imagen de la resistencia. Son los que permanecen en contacto con el establishment político y los que sufren el desgaste de estar en el frente de fricción todo el tiempo. Con una gran desventaja: no tienen fondos ni obras para ofrecer. Si uno cerrara los ojos y cambiara los nombres por Jaime Durán Barba y Marcos Peña de un lado, y Rogelio Frigerio y Emilio Monzó del otro, sería un deja vu perfecto.
Guillermo Francos se hace una selfie junto a la vice presidenta Victoria Villaruel, Martin Menem y Omar Demarchi , en su despacho.
El sector intransigente tiene de aliado a un actor clave: el propio Presidente, quien conceptualmente adhiere a la idea del shock profundo y rápido, aunque en los últimos días también empezó a percibir las dificultades que sufren las convicciones cuando bajan del plano de las ideas. El segundo bando tiene de aliada a la realidad política, que le marca que la ley ómnibus no tiene ninguna chance de atravesar el Congreso sin cambios, que el DNU corre riesgos de ser neutralizado, y que es muy difícil enfrentar, al mismo tiempo, el rechazo del sector agropecuario, las economías regionales, los pesqueros, los libreros, los abogados, el mundo de la cultura, los productores de biocombustibles, los gremios y los gobernadores. Allí entienden que habría que priorizar el segmento económico de la ley ómnibus, que es la más urgente, y que el resto se trate después, aunque sin demorarlo. “Hasta ahora no concretamos nada, así que nosotros creemos que la intransigencia se va a chocar con la realidad”, retrata con optimismo un referente de este sector.
En este contexto, el Gobierno se acerca a un momento crucial que puede definir su futuro próximo. Es el punto de colisión entre el plan original y la realidad política que determinará si Milei arremete con la fuerzas del cielo para doblegar a la casta o, ante el riesgo de una derrota sonora que lo comprometa, accede a hacer ciertas concesiones para asegurarse una victoria parcial. Como dice una figura clave del espacio, “hay que ver si la estrategia electoral exitosa funciona también a la hora de gestionar”. No se trata solo de un debate estratégico; para el Presidente es una decisión filosófica. Él siente que representa un cambio total, una vuelta de página de cien años de historia. Una refundación institucional. ¿Puede entonces rebajarse a la discusión nimia de un artículo de una ley? ¿Qué legitimidad tienen quienes se atreven a interponerse en la misión que él percibe que le fue encomendada por el pueblo y por Dios? Son semanas tremendamente decisivas para definir qué tipo de gobierno encarnará Milei. El momento es de extrema tensión.
Por ese motivo, el Presidente reunió imprevistamente el martes a los diputados de su bloque para pedirles mayor compromiso y determinación en la defensa de sus iniciativas, ante la percepción de que no había voces legislativas propias en el debate público, que quedó cooptado por la oposición. “Es raro, porque algunos de nosotros ni siquiera lo tratamos personalmente, casi no lo conocemos. Y además estamos afuera de todo. Del contenido de la ley ómnibus nos enteramos cuando llegó el proyecto al Congreso”, refunfuñó uno de los legisladores presentes ese día. En el entorno presidencial admiten que eso es cierto, pero Milei no percibe necesario dedicarse a la política. Eso sería un rasgo de casta y él es un outsider dispuesto a cumplir su papel. Mauricio Macri se aburría con la “rosca”; el libertario directamente la repele. Por eso cuando le llegan las versiones de que su bloque de diputados está atravesado por internas y cuestionamientos a su conducción (empezaron a oírse críticas contra el jefe de bloque, Oscar Zago), él vuelve a los dos temas que verdaderamente le importan: la inflación y el déficit cero; el resto, son lujos de la politiquería.
Reunión de comisiones de Asuntos Constitucionales y de Justicia y Asuntos Penales
Esta semana también hubo ruidos en el Senado por la frustración de no haberle podido dar dictamen al proyecto de boleta única, lo que imaginaban como el primer triunfo legislativo del oficialismo. En La Libertad Avanza estaban convencidos de que tenían número para aprobarlo en comisión, pero de pronto dos senadoras provinciales, Mónica Silva (Juntos Somos Río Negro, la fuerza del gobernador Alberto Weretilneck, el rey del zigzag) y la neuquina Lucila Crexell (JxC, ex MPN, de probada volatilidad) pusieron reparos y todo se frenó. “Eso es falta de coordinación y de trabajo político. Se confiaron y no fueron a hablar uno por uno”, se lamentó un integrante del bloque LLA. Ahí también hubo lluvia ácida sobre el jefe de bancada, el jujeño Ezequiel Atauche. Igualmente, en el entorno de la vicepresidenta Villarruel confían en reencauzar el diálogo para que no haya modificaciones en el dictamen y así lograr la primera ley de la gestión Milei. Mantener la mayoría conseguida en la sesión preparatoria requerirá de un hilvanado tema por tema. Nada será automático.
Queda claro que la decisión de no articular un acuerdo de gobernabilidad con los gobernadores en la primera reunión que tuvieron con Milei genera efectos adversos a la hora de avanzar con las medidas. No hay compromisos asumidos y la discusión política tiende a atomizarse indefinidamente. Hay asuntos que afectan a todos los caciques provinciales, como la reversión de Ganancias que la Casa Rosada hasta ahora no mandó al Congreso, pero ahora hay una multiplicación de demandas locales. Los patagónicos con la pesca y los combustibles, los cuyanos y los norteños con las economías regionales. El chubutense Ignacio Torres lideró la movida por el tema pesquero y consiguió que Francos admitiera una modificación, apenas un día después de que Milei dijera que no se tocaría una coma. “Hay que ver si lo que ofreció Guillermo pasa el filtro de la Rosada”, advierten cerca del Presidente. Otra vez, halcones y palomas.
Armando Cavalieri, con la ministra Sandra Pettovello y el secretario Omar Yasín: un acuerdo que hizo ruido en la CGT
El antecedente de la CGT está muy fresco. El ministro había avanzado en conversaciones con los gremios hasta que llegó el DNU con agregados que no habían sido conversados y que el propio Francos dijo desconocer. Fundamentalmente, el tema de las cuotas solidarias. En la central obrera relativizan este punto y dicen que están en desacuerdo con varios aspectos de la norma, que van desde la licuación de las horas extra, a los cambios en los contratos de trabajo y la desregulación de las obras sociales. Lo que sí es evidente es que además del decreto presidencial la foto de Armando Cavalieri pactando por su cuenta con la ministra Sandra Petovello y el secretario Omar Yasin generó un terremoto en la Casa Rosada y en la CGT. Milei enfureció al ver a su gobierno mezclado con el ícono de la casta sindical y mandó a desactivar el dictamen de Trabajo que flexibilizaba el criterio de las cuotas solidarias para el sector de Comercio. Desde entonces, en el Ministerio de Capital Humano varios funcionarios sabern que quedaron en continuidad condicional. Ayer se produjo la primera víctima: el subsecretario Horacio Pitrau.
También en Azopardo se encendieron las alarmas ante la posibilidad de que el Gobierno avanzara en un operativo seducción uno por uno. Eso influyó para que al día siguiente se anunciara el paro del 24 de enero. Héctor Daer, habitualmente un dialoguista, ahora está en una posición más dura. No solo se trata de una defensa de los derechos de los trabajadores. En la CGT prima cierta satisfacción por la centralidad política recuperada, como bastión de resistencia a la embestida libertaria, pero sobre todo como señal hacia el corazón de un peronismo que lo venía destratando. Un peronismo que cree haber reencontrado su razón de ser en la rebeldía ante el gobierno. La ilusión simplista de pensar que con el malestar social alcanza para una reconstrucción, cuando la mayoría de la sociedad viene de votar en contra de su propuesta. Así se entiende la prematura reaparición de Sergio Massa esta semana. También los movimientos que está haciendo Axel Kicillof para conectarse con los otros gobernadores del espacio, a los que históricamente les demostró indiferencia. El bonaerense se imagina como el puntal de la causa.
Un mes arduo
El primer mes concluye esta semana con un panorama complejo para la Casa Rosada. Al fogonazo inflacionario de diciembre y enero se sumaron las primeras señales de alerta en el plano monetario, que hasta ahora había respondido con expectativas. Un indicador fue la escasa adhesión que generó entre los importadores el bono que diseñó Luis Caputo para atrasar los pagos en dólares de las Siras; y el otro, el repunte de la brecha cambiaria entre las cotizaciones financieras y la oficial. Estos datos alimentan otra vez las dudas sobre los alcances de la devaluación inicial y motivan análisis sobre la necesidad que puede enfrentar el Gobierno de un nuevo reajuste mucho antes de lo previsto, lo que podría resultar fatal para las proyecciones de este año.
Salida de ministros de Casa Rosada luego de la reunión de gabinete. Luis CaputoSantiago Filipuzzi - LA NACION
Por otro lado, el DNU ingresó en el clásico laberinto judicial al que van a parar las decisiones de gobierno cuestionadas. En este terreno no fue tampoco una buena semana porque el fuero laboral se quedó con el trámite de la amplia reforma que buscaba Milei y porque el contencioso administrativo desarmó la acción colectiva, por lo que ahora el decreto podrá astillarse en los juzgados de todo el país. Rodolfo Barra transmitió hacia adentro confianza en revertir estos traspiés, con la mira puesta en la Cámara de Apelaciones y en la Corte Suprema (¿será la misma historia con Horacio Rosatti en vez de Julio Nazareno?). El frente legislativo del DNU tampoco luce claro, ya que tendrá un doble tratamiento: en la bicameral de los decretos, pero también en la ley ómnibus, donde integra uno de sus artículos. En el primer caso solo pueden aceptarlo o rechazarlo porque es un debate de constitucionalidad, pero en el segundo podrían llegar a abrir una discusión sobre su contenido. Para el sistema político y económico, hoy el megadecreto es un gran interrogante. Para Milei, en cambio, es un tema superado.
Esta semana el Presidente se mudará finalmente a Olivos. Por las dudas, además de las refacciones en el canil, también mandó a hacer una “limpieza energética”, que según cuentan los moradores de la quinta requirió dos días de trabajo intenso. No le va a venir mal. El primer mes ha sido arduo.
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