“María es maestra, modelo y hermana que nos acompaña siempre”, expresó monseñor Mario Antonio Cargnello durante la homilía. Hoy comenzó el Triduo de Pontificales con la misa estacional en honor a la Solemnidad de la Bienaventurada Virgen del Milagro.
El gobernador Gustavo Sáenz, acompañado por su esposa Elena Cornejo participó hoy en la Catedral Basílica de la primera jornada del Triduo de Pontificales que como todos los años se celebra por las festividades en honor al Señor y la Virgen del Milagro.
La misa estacional fue oficiada por monseñor Mario Cargnello quien destacó que en esta primera jornada en la que se celebra la Solemnidad de la Bienaventurada Virgen del Milagro, hay que reflexionar sobre el protagonismo de la Madre de Dios, “signo del amor que envuelve a todo el pueblo y nos garantiza la certeza del amor de Dios que es incondicional”, “es modelo del cristiano atravesado en todo ser ser por la palabra del Padre”.
“María está presente en todos los momentos de la vida, inclusive en los más pequeños”, dijo Monseñor y concluyó que ella “obra con el mismo estilo: siendo pequeña”.
Instó a recurrir a su mano amorosa para “reconstruir los hilos de la tela social que están deshilachados, rotos”. Agregó: “La hora es difícil” y se superarán venciendo “las pequeñeces, rivalidades, estupideces” para “dejar un mundo mejor”.
También el Arzobispo en la homilía rememoró que cuando Salta sufrió los temblores en 1692 , el pueblo acudió al tempo mayor y allí encontró la imagen de la Virgen caída de la hornacina, al pie del sagrario y sin su corona. “Los fieles lo interpretaron como que la Virgen los dirigía al Señor”.
La historia de los Santos Patronos “atraviesa la historia misma de Salta, aún desde su fundación”, recordó Cargnello y puntualizó que el Señor del Milagro fue prometida por el obispo Francisco de Vitoria.
También estuvieron presentes en la homilía los obispos eméritos de Venado Tuerto, Gustavo Help y de Iguazú, Marcelo Martorell.
Durante estos días se recuerda la intercesión milagrosa de la Virgen y la protección del Santo Cristo Crucificado durante los temblores que azotaron la región en 1692. Desde entonces, cada año los fieles renuevan su pacto de fidelidad y piden la protección de los Patronos a sus hogares.
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