En la misma semana, desde las pantallas del Grupo Clarín se habló de la granja de trolls del jefe de Gabinete y se anunció en la tapa del diario el programa de gobierno que propone Sergio Massa. Son los mecanismos de un medio para ganar credibilidad o el anuncio de un cambio más de fondo.
Por Luis Bruschtein
El Grupo no tiene más para negociar porque con la adquisición de Telecom ya consiguió entrar a las telecomunicaciones por la puerta grande. Antes negociaba, ahora empieza a poner condiciones. Clarín pasó de ser una de las empresas más importantes del país, a instalarse en el tercer lugar del ránking, detrás de YPF y Techint. Para algunos está en el primer lugar, por encima incluso de la petrolera y de la siderúrgica-constructora multirubro.
Puede ser coincidencia, reconstrucción de imagen o mínima apertura, pero lo real es que a pesar de que la granja de trolls que administra Marcos Peña ha sido muy denunciada y su existencia probada por distintos medios críticos, la corporación de medios oficialistas había preferido ignorar el tema como parte de su estrategia de blindaje mediático en defensa del gobierno de Mauricio Macri. Fue sintomático que el periodista-vocero del Grupo, Marcelo Bonelli haya apuntado a los trolls de Peña como uno de los blancos del ajuste exigido por el FMI, lo que le valió una desmentida terminante de Peña.
Los puntos del programa de gobierno de Massa aparecieron el jueves en los portales de Clarín e Infobae, el despliegue fue similar y hasta con la mismas fotos. Massa acaba de regresar de los Estados Unidos donde, según versiones periodísticas, estaba trabajando con consultoras de ese país para lanzar su candidatura después de varios meses de silencio, durante los cuales su tropa se fue desperdigando hacia la gobernadora María Eugenia Vidal o hacia procesos de unidad que se iniciaron en el peronismo. Massa trata de correrse del lugar de opoficialismo que había elegido, hacia posiciones un poco más críticas con el gobierno.
Si estos datos configuran el anuncio de un cambio más de fondo, estaría en consonancia con el clima de pesimismo en el ámbito empresario con relación al gobierno. Todos dan por instalada la crisis y descartan que Macri le encuentre la vuelta antes de 2019. Para el mundo empresario, el mal manejo de los instrumentos financieros agudizó una crisis que ya no tiene solución con este gobierno. En esa mirada, a Macri le queda un año y medio accidentado en el que va perdiendo imagen positiva y acumulando imagen crítica en un proceso cada vez más pronunciado.
El horizonte 2019 con un Macri debilitado con riesgo de perder su reelección genera inquietud en un mundo empresario que depositó en su colega una expectativa que nunca antes le habían puesto, ni siquiera a los gobiernos militares. Pero el mundo empresario se adecúa siempre. El problema es el Grupo Clarín, ya convertido gigante entre las corporaciones.
El imperio del Grupo, a pesar de todo el poder acumulado, tiene un flanco vulnerable porque ocupa ahora un espacio aún más dominante que antes en un área sensible como son las comunicaciones y la información. Es como si toda la educación de un país estuviera en manos de una sola empresa privada. La vuelta del kirchnerismo y la ley de medios es una obsesión en el Grupo cuya cabeza piensa que ya tiene poder suficiente para poner un candidato propio, al estilo de Televisa en México con el presidente saliente Enrique Peña Nieto.
Si no puede imponer un candidato propio, es indudable que Clarín puede orientar movidas de la política. La principal es buscar el aislamiento de Cristina Kirchner y el kirchnerismo, dividir al peronismo, tratar que el peronismo opoficialista se alinee por fuera de cualquier propuesta del tronco peronista y consiga arrastrar también a una parte de este sector. El peronismo dividido es un escenario buscado en esa disputa donde la prioridad es cerrarle la puerta al kirchnerismo o a cualquiera que se anime otra vez a limitar el poder de las corporaciones.
Lo real es que, aunque susbsista la inquina anti k en gran parte de los ex votantes de Cambiemos, a medida que cobra fuerza la actitud opositora en una sociedad atormentada por la inflación, la devaluación, el desempleo, la pobreza y los tarifazos, en la misma medida gana la posición más opositora, no la intermedia. La gente primero es crítica, después opositora y después radicalmente opositora. El gobierno plantea una realidad sin medias tintas y después del primer replanteo, cuando caen las columnas del sentido común hegemónico, el golpe de la realidad es muy fuerte.
El encarcelamiento de Cristina Kirchner cuadra en la medida que la debilite. No se trata solamente de una venganza personal. Lula ha crecido en la cárcel y se mantiene como el candidato con mucha ventaja en las encuestas para las presidenciales. Cristina Kirchner presa podría crecer de la misma manera. Los argumentos contra ella suenan cada vez con menos fuerza. Dijeron que había robado “un PBI entero”, pero como no han encontrado tesoros escondidos ni cuentas offshore, hablan ahora de la “decadencia de la fortuna de los Kirchner”. Las únicas cuentas declaradas y legales que han encontrado indican que esa fortuna es mucho más chica y más legal que la de cualquiera de los miembros del gobierno.
Aunque la ex presidenta ni siquiera insinuó que será candidata en 2019, mientras la imagen de Macri baja, la de ella sube. El pedido de captura internacional contra Rafael Correa y la prisión de Lula han cambiado en el mundo la imagen de “corrupción del populismo” por la de “persecución a líderes populares”. Ya no se gana prestigio al denunciarlos, los jueces que los persiguen ya provocan más desconfianza, como alfiles de algún juego político. Un juego de persecución con revanchismo y con miedo.
Cada acusación que se cae pone al descubierto la mezquindad de los acusadores. Seis de los peritos que declararon que los frenos del tren funcionaban en la tragedia de Once habían sido denunciados por fiscales macristas y después exculpados y reconocidos. El único que se había manifestado en contrario, en su nueva declaración puso en duda todo lo que había dicho. O sea, los siete peritos coinciden en que los frenos de la formación estaban en funcionamiento y no fueron usados por el conductor del tren. Y sobre esa tragedia que le costó la vida a decenas de personas se montó un gran teatro político para implicar a funcionarios del gobierno anterior.
El escándalo de Cambridge Analytica en Gran Bretaña desnudó la utilización de mentiras y fake news en las redes para los triunfos estrambóticos del Brexit, de Trump, del No a la paz en el referéndum de Colombia, y hasta en las elecciones argentinas de 2015. En el mundo, Macri es equiparado con Trump por los exabruptos de su gobierno, por las offshore de sus miembros y por los escándalos de ceos funcionarios que favorecen a sus empresas. Se acabó la imagen dorada del paladín de la lucha contra el populismo o contra la corrupción. El blindaje mediático impidió que esos procesos que tienen impacto mundial hayan trascendido en su verdadera dimensión en el interior del país.
El triunfo de Manuel López Obrador en México y las perspectivas favorables de un Lula candidato en Brasil, más el fortalecimiento de Nicolás Maduro en Venezuela, aparecen como indicios de debilitamiento de la ola neoliberal conservadora en la región. Lo que plantea el nuevo escenario es que ya no hay ganador cantado, que la disputa se ha vuelto más equitativa. Lo más importante es que la hegemonía que había construido la derecha con las derrotas de los movimientos populares en Argentina y Brasil y la traición de Lenin Moreno en Ecuador, apenas duró dos años. La rueda comienza a dar otra vuelta en la pelea eterna por sociedades más justas en la región.
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