En el municipio ya creen impensada la posibilidad de llegar a 21 días sin contagios autóctonos para pasar de fase. Apuestan al trabajo de la comisión que creó el Concejo para lograr al menos un ensayo sectorizado. El gobierno local volvió a marcar diferencias con los criterios de Provincia, pero Montenegro le bajó el tono a cualquier disputa.
Por Ramiro Melucci
La dinámica de la pandemia de coronavirus queda retratada en la volatilidad de la política. El gobierno de Guillermo Montenegro comenzó la semana envuelto en la una discusión por el rechazo de la Provincia a los deportes al aire libre y terminó aferrado a la ilusión de una apertura parcial de la gastronomía.
En la administración ya descartan que Mar del Plata pueda llegar a los 21 días sin contagios autóctonos, como dispone la reglamentación bonaerense para que un municipio de la fase 4 pase a la 5. La cuenta regresiva, que había cobrado mayor énfasis a partir del caso del cordobés que llegó con documentación falsa, terminó abruptamente el jueves a la noche, cuando se conoció el contagio de un administrativo de salud.
“Es imposible que una ciudad como la nuestra llegue a los 21 días”, reforzaron en las últimas horas cerca del intendente. De paso, la secretaria de Salud, Viviana Bernabei, ratificó la postura del gobierno municipal contra ese requisito: lo calificó de “arbitrario”.
Las diferencias con la Provincia, que ya eran públicas antes de que la funcionaria hablara, no impidieron un acuerdo del oficialismo con el Frente de Todos en el Concejo Deliberante para modificar el texto de creación de la Comisión Especial de Reactivación Económica, que estará en condiciones de recomendarle al intendente qué sectores reabrir en la ciudad.
La posición de la bancada opositora es crucial por su alineamiento político al gobierno de Axel Kicillof. El jefe del bloque, Marcos Gutiérrez, deslizó en el debate las intenciones del Frente de Todos. Que ya no serían tan diferentes a las del Ejecutivo local. “No es lo mismo un restaurante, una cervecería o un café”, dijo.
De esa frase se desprendería una estrategia conjunta. Oficialistas y opositores están convencidos de que no todo el sector gastronómico está en condiciones de abrir las puertas de par en par. “En muchos lugares se está dando marcha atrás con la apertura gastronómica”. La frase, que bien podría haberla pronunciado un defensor del gobierno de Kicillof, salió el viernes de la boca de uno de los integrantes de la mesa chica del intendente. Es el reflejo de una nueva sintonía con la oposición.
La alternativa, entonces, es buscar acuerdos para reaperturas parciales del sector. Según el texto consensuado de la ordenanza que la creó, la Comisión de Reactivación podrá analizar, evaluar y recomendar al Ejecutivo “el otorgamiento de permisos precarios para la apertura y desarrollo de aquellas actividades cuyas respectivas autorizaciones se encuentren pendientes de resolución en los ámbitos del Gobierno provincial o nacional”.
Podría surgir, por ejemplo, una recomendación para que el intendente otorgue una habilitación provisoria a cafés de pequeñas dimensiones. Para eso hay que revisar el protocolo general de la actividad que el municipio envió a La Plata y dividirlo en subsectores. Es la primera tarea que surge en el horizonte de la Comisión de Reactivación.
El propio Gutiérrez no descartó respaldar alguna prueba piloto. Pero también defendió el sistema de fases y aseguró, en línea con el jefe de Gabinete bonaerense, Carlos Bianco, que “no es un capricho” el criterio de los 21 días.
En el Ejecutivo leyeron aquellas palabras con cierta expectativa. Estiman que avanzar en un ensayo para un rubro de la gastronomía no sería poner los dos pies en la quinta fase, sino arrimar la punta de los dedos. Interpretan que de esa forma Mar del Plata permanecería en fase 4 pero, por excepción, le empezaría a dar respuesta a un sector agobiado por la crisis. Eso sí: para que el permiso precario no caiga a las pocas horas de concedido, siempre se necesitaría un guiño de Provincia.
Antes, el Concejo buscó bajar las expectativas que se habían depositado en la comisión. Al jefe del bloque oficialista, Alejandro Carrancio, le llegaron mensajes de whatsapp que reflejaban cierta confusión. “Me dijeron que sos el que va a dar los permisos”, le escribió una mujer vinculada a la danza. Pero el concejal solo fue el que redactó la ordenanza y uno de los que va a integrar la comisión. Nunca podría, por sí mismo, disponer una flexibilización.
El cambio de redacción que sufrió el proyecto modificó el alcance de las decisiones. De “aprobar” permisos pasó a “recomendarlos”. La variante no solo permitió el acuerdo con la oposición, sino que además tranquilizó a los que sostenían que el texto original podía ser ilegal. Aun con la nueva letra no perdió lo que más le interesa al intendente: la posibilidad de contar con un ámbito que le garantice un amplio respaldo político antes de tomar cada decisión sobre la administración de la cuarentena.
No habría que perder de vista otro asunto. La norma fue propuesta cuando todavía no existía el sistema de fases. Era el momento en que Montenegro solicitaba que le levantaran la veda a los comercios de ropa y calzado. Todavía no había aparecido en escena la discusión entre el municipio y la Provincia por la gastronomía. El dato sirve para graficar que la nueva comisión no se creó solo para el análisis de los protocolos de un sector. No son pocos los ediles que empiezan a verla con buenos ojos para ayudar a reactivar actividades que no entran en los radares de ningún decreto nacional y provincial. La radical Cristina Coria suele recitarlos de memoria: fotógrafos, centros de equinoterapia, estudios de grabación, administradores de edificios, academias de conducir, salones de danza y estudios de modelos, entre otros.
Esas actividades que quedaron en un limbo legal podrían ser las verdaderas excepciones de las que hablaba el gobernador unos días después de instaurar el sistema de fases. El sentido común indicaría que algunas podrían encajar con la fase que transcurre el distrito.
Montenegro siempre interpretó que Kicillof entornaba la puerta para habilitar actividades de una fase superior. Pero el gobierno bonaerense negó los deportes al aire libre en Mar del Plata de la misma forma que había rechazado el pedido por la gastronomía: con un mail sin más argumentos que el recuerdo de que esas actividades corresponden a la fase 5. Como si estuviera aclarando lo obvio.
El municipio volvió a quedar desairado. Como respuesta, el secretario de Gobierno, Santiago Bonifatti, llevó al terreno público una impresión que venía madurando cerca del intendente: que la Provincia, consustanciada con el drama que se vive en el AMBA por el aumento exponencial de contagios, no toma en cuenta las particularidades del interior. El jefe del bloque de Juntos por el Cambio en la Cámara de Diputados de la provincia, Maximiliano Abad, se sumó con un reclamo para que la decisiones sobre qué abrir y qué no la tomen los intendentes. Hasta el infectólogo Alejandro Ferro, identificado con Acción Marplatense, apuntó que si algo no entendía era el rechazo del surf.
En el epílogo de la semana, antes de poner un pie en el quirófano, Montenegro prefirió evitar los reproches. “Uno entiende las prioridades”, dijo tras el anuncio del endurecimiento de la cuarentena en el AMBA. Puso su cuota de cautela en momentos en que los consensos políticos parecen más fundamentales que nunca.
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