Cuando pasen los festejos, el gobierno nacional y el gobernador electo Domingo Peppo, deberían rendir un tributo especial al verdadero hacedor de la victoria de ayer en el Chaco, el actual gobernador y nuevo intendente de Resistencia, Jorge Milton Capitanich, quien volvió de apuro a la provincia en febrero último, cuando todo parecía perdido.
Hiperactivo y sin excluir la aspereza, Coqui emprolijó la interna peronista, se puso la administración al hombro, trabajó a full con la legislatura y decidió dar pelea como candidato a intendente de Resistencia. Y en mayo el Frente para la Victoria ganó las PASO, aún con Mauricio Macri, Ernesto Sanz y Sergio Massa trayendo a Chaco su apoyo a Aída Ayala, la derrotada de anoche.
Cuando todo parecía encaminado, le cayó encima los efectos de las elecciones en Tucumán, una brutal campaña de la prensa hegemónica y opositora.
Capitanich también debió enfrentar ese escenario amenazante, con invasión de cámaras de TV provenientes de la Capital Federal, rumores permanentes, denuncias de actos de clientelismo o los agobiantes informes sobre desnutrición infantil entre las etnias de los pueblos originarios radicadas en la provincia.
Chaco dejó en manos de la voluntad popular de sus ciudadanos el remedio a sus pesares. Claro que antes sufrió la arrogancia sin límites de la prensa porteña, ensañada con las provincias del norte argentino sólo porque quieren resolver sus asuntos sin tutorías, eligiendo libremente. Chaco les dio anoche una lección democrática.
Además, como ya lo dijo Tres Líneas en las PASO de mayo, el caso Capitanich pone luz sobre una fortaleza política evidente del FPV: además del indudable liderazgo de la presidente Cristina Fernández, posee cuadros de dirigentes maduros pero también jóvenes, todos probados en la gestión que, con sus más y sus menos, expresan convicción y lealtad a un proyecto.
Al de Capitanich, pueden sumarse los nombres del gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, el jefe de Gabinete Aníbal Fernández o el mismo candidato presidencial Scioli. Todos desempeñaron diferentes cargos y funciones, bancaron las malas, y finalmente llevaron a puerto la nave del oficialismo en medio de pronósticos apocalípticos.
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