El FMI gana 3 a 0 y Javier Milei comienza a arriar la bandera de la dolarización

El FMI gana 3 a 0 y Javier Milei comienza a arriar la bandera de la dolarización

El Gobierno necesita divisas y el Fondo impone condiciones. Toto Caputo y el pulgar del mercado. Tasa, devaluación y competencia de monedas, goles en contra.

 

Por Marcelo Falak

La segunda fase del plan económico de Luis Toto Caputo –traslado de los pasivos del Banco Central al Tesoroy, ¿otra vez?, emisión monetaria cero– anticipa las modalidades que adoptaría la tercera, dada por la apertura del cepo cambiario y una competencia de monedas que concita una pelea sorda entre Javier Milei y el Fondo Monetario Internacional (FMI). En esa puja, el organismo de crédito se encamina a imponer sus condiciones, lo que, de concretarse,implicaría un descarte de la dolarización y de otras banderas caras al Presidente.

El partido, por ahora, está tres a cero…

Esa relación despareja de fuerzas no debe sorprender porque las agujas de todas las brújulas oficiales apuntan en dirección al organismo, con el cual no se puede vivir y sin el cual, tal como van las cosas, parece que tampoco.

El Gobierno necesita que el Fondo le preste 10.000 millones de dólares más –¡ay!– para reforzar las reservas y levantar el cepo cambiario. Que Milei pierda la cabeza y trate de comunista al chileno Rodrigo Valdés, nada menos que el director del organismo para el Hemisferio Occidental, no parece ayudar a ese objetivo.

El mercado le baja el pulgar a Toto Caputo

Como se esperaba, la recepción del mercado financiero a la "segunda fase" del Caputazo fue amarga: el dólar blue subió casi 3%, los negociados en bolsa más de 4% y el riesgo país 3,8% para finalizar por encima de los 1.500 puntos básicos. Señales preocupantes para el ministro.

En tanto, las acciones argentinas que cotizan en Wall Street se derrumbaron entre 6 y 10% y, también de modo previsible, las de los bancos se contaron entre las más castigadas.

Mientras tronaba el escarmiento, el jefe del Palacio de Hacienda y Santiago Bausili explicaban los detalles de lo que viene en una reunión convocada en el Banco Central con 80 directivos de bancos, enrolados en las cuatro entidades del sector. Los presentes salieron del encuentro con un panorama algo más claro, pero eso no corrigió el rumbo de las operaciones.

Las causas del pesimismo

El mercado espera con impaciencia señales sobre una pronta apertura del cepo. En lugar de eso, según recordó el analista financiero Christian Buteler en diálogo con este medio, ambos funcionarios llamaron a una conferencia de prensa el viernes a última hora –siempre mala señal– "para hacer un no anuncio, porque lo que dijeron fue que iba a seguir todo igual" en ese ítem.

La novedad, en todo caso, estuvo en la decisión de traspasar los pasivos del Banco Central al Tesoro, algo que "sólo generó interrogantes y provocó la reacción negativa" de este lunes, agregó.

Santiago Bausili y Toto Caputo

Las preguntas que se instalaron en las mentes de los analistas fueron, básicamente, dos: ¿qué riesgos entrañará ese traspaso de pasivos?; ¿cómo va a generar el Tesoro el superávit necesario para pagar los intereses de deuda nuevos que le cargará el Central?

"Para hablar en números redondos", explicó Buteler, "al final de la semana pasada había 17 billones de pesos en pases pasivos", los instrumentos de cortísimo plazo que el Central entrega a los bancos para absorber liquidez. "Si se les aplicara la tasa a la que el Tesoro colocó letras la semana pasada, eso daría unos 750.000 millones de pesos a pagar por mes en concepto de intereses, lo que obligaría a generar un superávit fiscal todavía más alto que el actual", abundó.

El augurio de ajuste infinito genera incertidumbre respecto de que Economía pueda cumplir la promesa de reducir el impuesto PAIS a las importaciones del 17,5% al 7,5%. A la vez, hace esperar que ya no se demoren las correciones de tarifas de servicios públicos y la necesidad de darle luz verde a permanentes aumentos de combustibles para no perder recaudación.

Ese panorama debería consolidar por algunos meses un piso para la inflación superior al deseado por Milei y entrañaría, asimismo, un costo político que, pese a los dolores del presente, el Gobierno hasta ahora ha evitado.

El dilema de la tasa

El traslado de los pasivos de la autoridad monetaria al Gobierno involucra sensiblemente a los bancos, que ya están muy expuestos al riesgo soberano. Por lo pronto, la reglamentación del nuevo esquema, esperada para el jueves, incrementaría el nivel de tenencia de títulos públicos permitido a las entidades.

Si bien es cierto que el Estado es uno solo, ya sea en su representación como Banco Central o como Tesoro, la transferencia de los pasivos del primero al segundo concentra el endeudamiento público en el ala más comprometida. Argentina debe, en gran medida en divisas que no tiene, casi un PBI.

El Círculo Rojo espera la decisión de Toto Caputo y del Banco Central

 Télam

Por otra parte, ¿crecerá o se mantendrá constante ese cúmulo de pases pasivos, consolidado en la nueva Letra de Regulación Monetaria (LRM)?

En este punto aparece la mano del FMI en el nuevo rumbo de la economía.

El nuevo instrumento para absorber el excedente de liquidez de los bancos será emitido por el Tesoro, pero será administrado por el BCRA, que será el que vaya fijando la tasa –flotante– de regulación monetaria. Uno regula, pero paga otro. El esquema es enrevesado.

El Fondo reclama que la tasa de referencia deje de ser negativa –es decir menor que la inflación, lo que permitió hasta ahora licuar esos pasivos– y pase a ser positiva de modo de desalentar el traslado de los ahorristas al dólar. El Gobierno ya aceptó esa exigencia ortodoxa, pero insiste en que dicho pasivo se seguirá diluyendo por el compromiso de emisión cero, esto es de no incrementar el stock.

El tiempo dirá. Por lo pronto, FMI uno, Milei cero.

Javier Milei y el problema de la deuda eterna

Mientras el Gobierno se ata a la necesidad –políticamente compleja– de generar saldos fiscales positivos crecientes, se suman preguntas sobre la sustentabilidad de la deuda pública, abultada ahora por este pase del mago Toto en pesos equivalentes a unos 12.000 millones de dólares.

El destino juega con la simetría: son, curiosamente, otros 12.000 millones de dólares los que el Estado debería pagar o refinanciar el año próximo, algo que se presenta cuesta arriba, en un caso, por falta de reservas y, en el otro, por un riesgo país que, en lugar de bajar drásticamente como haría falta sigue apuntando al cielo.

¿Se viene la enésima renegociación de la deuda nacional, aunque sea en previsible clave amistosa para los acreedores?

Verde desvelo

En la reunión de este lunes, el ministro de Economía repitió que el cepo será levantado sin apuro y cuando no haya peligro de corrida cambiaria. Además, en medio del jaleo cambiario, se ocupó de descartar la posibilidad cercana de una nueva megadevaluación… otra vez. Se ve que hace falta insistir.

Toto Caputo, el dólar blend y el FMI

En ese marco, ratificó la vigencia de las miniactualizaciones del tipo de cambio oficial al 2% mensual –un seguro de atraso frente al resto de los precios– y el blend que permite a los exportadores liquidar el 20% de sus divisas en el mercado libre. Si lo primero –que acaso cambie un día de estos– desalienta las exportaciones, lo segundo priva al Banco Central de parte de lo que podría sumar a sus reservas, algo estimado en lo que va del año en 4.600 millones de dólares. A eso hay que añadir que el final de la campaña sojera y compromisos impostergables restarían 3.000 millones más a las reservas en los próximos tres meses. ¿Los hay?

Ante esa escasez, la política cambiaria oficial le provoca fuerte desagrado al FMI, que si algo quiere es que el país se haga con los dólares necesarios para empezar a cancelar los 45.000 millones que le debe antes de pedirle 10.000 millones más. Esto hace pensar qué ocurrirá con el tipo de cambio conforme las negociaciones en Washington se encaminen a un nuevo desembolso… o no terminen de fructificar.

Sin nuevos dólares del Fondo no habría ni apertura del cepo ni refinanciación de vencimientos, por lo que cabe conjeturar que la fase tres podría requerir más temprano o más tarde algún ajuste cambiario relevante. Por lo pronto, el empinamiento de la brecha entre los dólares paralelos y el oficial por encima del 50% refleja el crecimiento de esa expectativa.

El FMI dos, Milei cero.

¿Adiós a la dolarización?

Todo parece indicar que el plan que viene será más el del Fondo que el de Milei, al menos según los trazos más centrales que el Presidente ha ido presentando, con intensidad decreciente, desde la campaña electoral.

Una de las cosas que Caputo y Bausili les dijeron a los banqueros es que la futura competencia de monedas encontrará un peso revalorizado que, en tanto tal, no desaparecerá.

Nada de eso se condice con la "dolarización endógena" que imagina el ultraderechista, dada por un paulatino reemplazo de la moneda nacional por la estadounidense conforme quienes tienen divisas en el colchón o en cajas de seguridad las vuelquen al mercado para afrontar gastos que la nueva Argentina les impediría hacer con sus ingresos corrientes.

Este medio encontró silencio en el Gobierno cuando consultó sobre la incompatibilidad de lo que Caputo les dijo a los banqueros y lo que sostiene el Presidente.

De hecho, casi nadie en el mercado cree hoy en la factibilidad de una dolarización, lo que marca otro triunfo provisorio del FMI sobre el dogma del mandatario anarcocapitalista. Tres a cero.

Como se señaló una y otra vez, el organismo entiende algo muy diferente cuando dice aceptar la competencia de monedas: nada de dolarización, sino un esquema monetario como los de Perú y Uruguay, países que, más que abolir sus monedas, las fortalecieron en el largo plazo, más allá de permitir el uso del dólar en mercados específicos como el inmobiliario.

Tal como lo podrían confirmar, por no ir más lejos, Mauricio Macri y Alberto Fernández, el abrazo de oso del organismo de crédito no podría no ser inocuo en términos políticos.

Sin el recurso de una dolarización imaginada como apta para renovar expectativas, cuanto más se esfuercen Milei y Caputo en forzar la desinflación en el corto plazo, usando el dólar como ancla, más cerca de las elecciones del año próximo se produciría una eventual devaluación, la que, como se sabe, tendría un efecto a la vez inflacionario y recesivo.

Esa es la manta corta, económica y –atención– política, del Gobierno.

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