Escribe OMAR BELLO (seguilo en twitter @lavidaesbello) - Uno (Fay) es la esperanza de Mario Meoni para pelear la intendencia. El otro (Gabrielli) es… Bueno, nadie se explica mucho qué es. Cómo y por qué terminaron asociados.
Durante la Segunda Guerra Mundial los alemanes resucitaron una tortura que tiene origen romano: Atar cara a cara un muerto con un vivo. El finado nunca resucita, obvio…
Patricio Fay, presidente del Concejo Deliberante, era la esperanza de Mario Meoni. ¿Por qué digo “era”? Más allá de sus cualidades, el hombre carece de carisma y sus chances de pelear la intendencia son tan consistentes como las mías a la hora de reemplazar a Maximiliano Guerra en el Bailando.
La política se parece mucho al mundo artístico y mientras, como contábamos el sábado, Malena Baro encuentra dónde pararse y lo hace bien, don Fay no arranca y es un desconocido para la mayoría de los juninenses.
Aún teniendo ciertos condimentos para convertirse en el candidato ideal de las madres y las novias, no logra despegar del suelo y tiene, a los ojos de la comunidad, escaso atractivo.
Nadie dentro del massismo (ni de la intendencia) toma demasiado en serio al Secretario de Gobierno Javier Gabrielli. Las razones por las cuales permanece cerca del intendente son un misterio y a esta altura es probable que se las lleve a la tumba. Le falta tacto a la hora de hacer acuerdos, basa su gestión en asfixiar a Meoni y cualquier movimiento que no pueda controlar lo lleva a desatar una tormenta de histeria. Para peor debió reemplazar a Damián Itoiz quien con el lastre de su apellido y todo, sí podía ejercer ese cargo que demanda un constante deambular entre la solemnidad de las oficinas y el barro de las calles.
Gabrielli creyó que sus contactos con la noche podrían suplir la histórica muñeca de los Itoiz a la hora de conocer las tripas de Junín. Se equivocó: En su rol de Secretario General de la Municipalidad no le llega ni a los talones a Itoiz, y dentro del espectro massista es un misterio más de los que rodea a Mario.
Dios los cría…, asegura el dicho. Pero en este caso la fórmula ni siquiera se aplica. Fay y Gabrielli tienen poco que ver y el hecho de que hayan decidido caminar juntos es un error que el bueno de Patricio podría pagar muy caro.
Con Mario Meoni pidiéndole más calle y algún tipo de acción que le permita pesar en los números, Patricio no tuvo mejor idea que recaer en Javier Gabrielli.
A diferencia de Itoiz que sabe cómo construir un candidato y llevarlo de los sillones del Concejo a los callejones juninenses sin ensuciarlo ni ensuciarse, Javier está destrozando la poca imagen del presidente del Concejo Deliberante dándole una serie de concejos que el pobre Fay sigue porque cree que eso es “la política”.
Los “Socios por accidente” siempre andan juntos. Fay se siente discípulo de Sócrates aunque en realidad está en manos de un joven capaz de chocar andando en triciclo alrededor de la Pelopincho.
Estos días anduvieron de ronda. Gabrielli presentándole a sus amigos que, de más está decir, son bastante impresentables, y Fay prestándose a esa recorrida barrosa sin notar que con cada paso se hunde.
En la dupla Gabrielli toma el rol del amigo piola, ese que es capaz de desafiar al sistema poniéndose un aro ante la mirada desaforada del otro, aquél que nunca se animó a salir de la casa sin corbata.
¡Salven a Fay! Es la consigna. Si quieren rescatarlo para la contienda política díganle que deje de ejercer el papel de Robin. Después de todo quien tiene delante no es Batman; a los sumo una versión argenta de El Chavo…
Mario tiene tan mal ojo para elegir entorno que la única manera de salvarse es hacer la gran Malena Baro y alejarse un poco de él. En manos de Gabrielli, Fay está a punto de perder su rol de nene bueno para remplazarlo por vaya a saber qué engendro pergeñado en la cabeza de Gabrielli.
Cualquier semejanza con la tortura alemana no es pura coincidencia.
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