Al margen del mal gusto, la vicepresidente quiere proteger el patrimonio del Senado. Su predecesor compró muebles de lujo y pintó una histórica boiserie para mejorar la energía del lugar
El ex vicepresidente Amado Boudou reformó el despacho que ocupaba en el Senado, el de sus secretarias y el de sus asesores. El rumor fue que siguió los consejos de su ex pareja, la periodista Agustina Kämpfer. ¿El objetivo? Armonizar la energía del lugar. Una investigación periodística arrojó que gastó más de 230 mil pesos de un fondo de emergencia para redecorarlo. Entre otras cosas, cambió su escritorio, pintó la boiserie y modificó la iluminación. Ahora su sucesora, Gabriela Michetti, busca devolverle su forma original con el argumento de que es parte del patrimonio histórico.
El despacho consta de dos salones, uno pequeño en el que se instala el presidente del Senado, y otro más grande, que funciona como sala de reuniones. El gran desafío de los restauradores es la boiserie de madera de nogal italiano que recubre las paredes del despacho y que Boudou decidió pintar de blanco.
La semana pasada se tomó una muestra de la pintura y se está analizando para ver cómo sacarla y cuánto dinero demandará. "A partir del precio se verá si el trabajo se realiza este año o se pospone", adelantaron a Infobae desde la Vicepresidencia.
Aún así, los expertos de la cámara alta creen que se tratará de un proceso largo y costoso. "Es un trabajo de hormiga, pero que si se puede hacer, lo vamos a hacer. Lo más complicado son las molduras, que tiene un montón, sobre todo en la parte de arriba", explicó a Infobae la directora del Museo Parlamentario, Lili Masjoan.
Del museo depende un grupo de conservadores y restauradores con experiencia contratados por el Senado, pero no hay especialistas en la materia, por lo que es probable que se pida ayuda a alguna universidad. De hecho, ya se solicitó la colaboración de un equipo integrado por expertos de varias casas de estudios que está trabajando en la restauración de la cúpula de la Cámara de Diputados, entre otras cosas. También habrá que comprar los químicos para remover la pintura.
En su afán reformista, Boudou cambió, además, el escritorio de la sala pequeña y la mesa de arrimo y un dressoire del salón principal, todos realizados en nogal italiano y tallados en bronce. Eran parte de un juego histórico encargado por el entonces vicepresidente José Figueroa Alcorta para la inauguración del Palacio Legislativo en 1906.
En su lugar, puso un moderno escritorio de vidrio de la marca italiana Tecno Spa, del reconocido británico Norman Foster (el mismo que diseñó, por ejemplo, la cúpula del Parlamento alemán) y una mesa circular del estadounidense Charles Eames.
De los muebles que había en el despacho cuando volvió la democracia en 1983, todavía falta una mesa grande, que estaría en poder de un legislador y sería recuperable. Por ahora, Michetti sólo le devolvió al despecho el escritorio original.
Mucho más sencillo será la reposición de las cinco arañas que decoraron los salones durante más de un siglo y los apliques de bronce que las acompañaban, pero que Boudou cambió por una estructura moderna realizada por Iluminación Agüero SA, una empresa que marca tendencia en el sector y que tiene su local en el coqueto Buenos Aires Design de Recoleta.
Una araña iluminaba el despacho más chico y las otras cuatro estaban en el salón principal. Todas están guardadas en el depósito, en buen estado de conservación. Sólo habrá que revisar la conexión y limpiarlas, al igual que los apliques de bronce y los escudos nacional y de todas las provincias que estaban en el pasillo de ingreso.
En su momento, Boudou justificó los cambios. "Ahora está con que me compré un escritorio y una mesacomo si me los hubiese llevado a mi casa. Es el despacho de Vicepresidencia que estaba en muy mal estado. Todas las mentiras que pusieron que había piso flotante y un jacuzzi fueron ventiladas", se defendió.
En efecto, fue sobreseído en la causa que investigó las reformas. El expediente estuvo a cargo del juez federal Norberto Oyarbide, quien lo libró de culpa y cargo. El magistrado argumentó que el gasto no superó los 100 mil pesos, lejos de la suma que circuló en los medios en esos días. El fallo no mencionó el daño al patrimonio del Senado ni el uso de fondos de emergencia. Y, por supuesto, no se refirió a la estética. El mal gusto no es delito.
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