Todo indica que el Senado protegerá a la ex presidente ante el pedido de desafuero de Bonadio. Pero eso no necesariamente le allanará el camino político.
Es la pregunta que más se ha repetido en las últimas horas en medio del "Lava Jato argentino": ¿será que esta vez sí Cristina Kirchner quedará detenida? ¿Seguirá el ominoso camino de otros presidentes latinoamericanos, como el brasileño Lula y el peruano Ollanta Humala?
Y, sin embargo, a pesar de todo el ruido, la polémica no parece tener sustento: todos los antecedentes indican que es casi imposible que la ex mandataria quede tras las rejas, porque el sistema político está diseñado para impedirlo.
En la intensidad de esta Argentina vertiginosa nadie parece acordarse de lo que ocurrió hace apenas nueves meses, pero fue apenas en diciembre pasado que Cristina Kirchner sufrió su primer pedido de prisión preventiva.
Lo había solicitado el mismo juez Claudio Bonadio que hoy tiene a su cargo la investigación de los "cuadernos K". En aquella ocasión, la causa judicial era el acuerdo con Irán, y el magistrado entendía que le correspondía la detención a la ex presidente por el cargo de "traición a la Patria".
Antes ya había amagado con pedir la prisión de Cristina cuando el contador de la familia Kirchner, Víctor Manzanares, fue detenido por burlar un embargo judicial, un hecho que encuadraría en la figura de "obstrucción a la Justicia".
De inmediato surgió la especulación sobre qué pasaría con Cristina, dado que nadie cree que el contador pudiera actuar por su propia iniciativa en una operación bancaria que implicara dinero de la familia Kirchner, sino que debía estar siguiendo instrucciones de la ex presidenta.
En ese momento, Bonadio, que había ordenado la detención de Manzanares, dijo que no podía detenerla porque su procesamiento aún no había sido ratificado por la Cámara, pero que no le "temblaría la mano" cuando llegara el momento.
Finalmente sintió que era hora de pedir la prisión preventiva para la ex mandataria. Su argumentación llegó como una consecuencia directa de la detención del ex ministro Julio de Vido.
Fue a partir de allí que se puso en práctica la nueva teoría jurídica que divide al ámbito político: que un funcionario –o ex, incluso- podía ir preso sin condena, porque estaría en condiciones de interferir con la Justicia.
Finalmente, como era de prever, la prisión preventiva no se concretó porque el Senado rechazó la posibilidad del desafuero para la ex presidenta.
Lo cierto es que, más allá de haberse ganado la reputación de archienemigo de Cristina Kirchner, el magistrado sembró dudas respecto de su determinación real de encarcelarla: después de todo, resistió las presiones para hacerlo mientras la ex jefa de Estado careció de fueros y pidió su detención justo cuando ella juró como senadora.
Ahora, en medio del escándalo de los cuadernos, todo indica que -una vez más- el verdadero juez que decidirá sobre el destino de Cristina será el Senado. Ese mismo Senado que le permite a Carlos Menem seguir en libertad desde hace más de una década pese a tener condena judicial en segunda instancia por la causa de venta ilegal de armas. Como el veterano dirigente riojano no tiene fallo ratificado por la Corte Suprema, para el Senado mantiene el derecho a sus fueros.
Fue bien claro al respecto Pedro Guastavino, senador por Entre Ríos quien integra el bloque peronista dirigido por Miguel Pichetto: "El Senado tiene una historia en referencia a los pedidos de desafuero de sus integrantes. Siempre mantuvo una postura que cuenta con respaldo jurídico, avalado por fallos de la Corte Suprema, y que consiste en otorgar el desafuero siempre que exista una condena firme porque hasta que esto no ocurra, sigue vigente la presunción de inocencia".
En aquel momento, no sólo el peronismo hacía cuestión de blindar a Cristina. También había trascendido el enojo dentro del propio Gobierno por cierta tendencia a la "sobreactuación" por parte de Bonadio. En el macrismo había inquietud por las consecuencias que una detención de la líder kirchnerista pudiera generar en términos de violencia política.
Ahora, cuando el Senado acaba de recibir, de parte del juez Bonadio, un nuevo pedido de desafuero para CFK, todo indica que la clase política volverá a quedar en deuda con el senador Pichetto.
El jefe del bloque peronista –cuyos votos son los que definen las votaciones en la cámara alta- dejó trascender que no hay ninguna posibilidad de dar curso al pedido.
Pero claro, el hecho de que Cristina pueda estar relativamente tranquila en cuanto a mantener su libertad no significa que el affaire de los cuadernos no tenga impacto político. Y ahí es donde sí aparecen las incógnitas.
Hasta ahora, la mandataria ha reaccionado siempre igual: tomando cada momento de debilidad para reforzar su vínculo emocional con la militancia K y emerger con más fuerza.
Eso fue lo que ocurrió desde la primera vez que tuvo que declarar en Comodoro Py ante Bonadio, en el marco de la causa del dólar futuro. Cristina no sólo no se desanimó por la situación sino que la aprovechó para transformarla en un acto masivo en el que hizo un encendido discurso.
Desde ese día, su línea argumental ha sido siempre la misma: que es una perseguida política, que hay una connivencia entre el gobierno de Macri y el Poder Judicial, que el modelo económico de ajuste sólo "cierra" con persecución a los opositores.
Quien más ha celebrado esa estrategia de Cristina es el propio macrismo, que logró de esa forma mantener la polarización que le ha dado rédito electoral en dos oportunidades.
Pero CFK parece decidida a apegarse a esa táctica. Frases como "no les tengo miedo", o "me pueden citar 20 veces más, me pueden meter presa pero no lograrán callarme", han sido repetidas en los últimos dos años y medio, cumpliendo con eficacia el cometido de mantener cohesionada la base militante K.
En las últimas horas, el diputado Rodolfo Tailhade dio algunas pistas sobre cómo seguirá esa línea de argumentación defensiva. Primero, la ridiculización de las revelaciones de los cuadernos, al afirmar que "el diario íntimo del chofer es inverosímil".Luego, desacreditar al juez.
"Esto es una nueva andanza de Bonadio en la justicia federal", dijo el diputado, quien recordó que el polémico magistrado tiene muchas denuncias en su contra.
"Es una maniobra de Bonadio para quedarse con una investigación que no le corresponde. Cristina aparece sólo una vez nombrada en los cuadernos", agregó Tailhade. A continuación, recordó el vínculo de la familia Macri con la constructora Iecsa, cuyo ex CEO aparece involucrado en la descripción de los sobornos.
Todo eso aderezado con la acusación de una cortina de humo para tapar los tarifazos y la recesión.
Pichetto, juez y parte
En definitiva, el ataque como estrategia de defensa. La auto-victimización ante las acusaciones. Y una sobredosis de "relato" para una masa necesitada de argumentos. La actitud de Cristina ante su involuntario protagonismo judicial parece sacada del manual del kirchnerismo básico.
No importa que pueda sonar contradictorio desestimar a los cuadernos por no constituir prueba judicial pero, al mismo tiempo, creer en su contenido si esto sirve para atacar a Macri. El intento será, una vez más, aprovechar el momento de debilidad para una nueva inyección de épica y resurgir con más fuerza política.
Como graficó Gregorio Dalbón, el pintoresco abogado de la ex jefa e Estado, el kirchnerismo salió fortalecido de cada revés judicial de Cristina. "Bonadio le da suerte", afirmó en una entrevista televisiva, y auguró que, así como después de su última citación Cristina consolidó su candidatura al Senado, ahora esta situación traerá como consecuencia su candidatura a la presidencia en 2019.
Acaso no esté errado este abogado quien, en diciembre pasado, había pronosticado que si la ex mandataria quedaba detenida "el país explotaba por el aire". Porque nadie en el ámbito político puede separar la cuestión judicial de la electoral: el kirchnerismo cree que la pelea en Comodoro Py es una plataforma desde la cual es posible relanzar la campaña para 2019.
Hay un único "pero" en toda esta trama: el más perjudicado es, justamente, quien tiene en su mano la posibilidad de decidir la suerte de Cristina Kirchner. El peronismo al mando del senador Pichetto no se siente cómodo con la idea de que el escenario político se vuelva a polarizar entre macrismo y kirchnerismo.
Esa situación es lo que ha llevado a analistas a afirmar que acaso esta vez el Senado podría llegar a cambiar su criterio y abandonar su postura tradicional de negar los desafueros entre sus pares.
El propio Pichetto ha deslizado que fantasea con su propia candidatura presidencial, como parte de un peronismo que se desligue definitivamente de su propia herencia K.
Paradojas de la vida argentina: Pichetto, erigido como gran juez, trata de encontrar la fórmula para que salvar a Cristina no signifique su propio ostracismo político. El astuto jefe del bloque peronista está bien conciente del precio de su voto protector contra los desafueros.
Comentá la nota