El triunfo del oficialismo local era esperable, no la abrumadora diferencia. La performance de los gobiernos nacional y provincial afectaron a la lista opositora. Raverta, leal a Cristina y elogiada por Alberto en medio del fuego cruzado.
Por: Ramiro Melucci.
El jefe de gabinete bonaerense, Carlos Bianco, ingresó en uno de los salones del Hotel Provincial, saludó a un grupo de periodistas marplatenses que aguardaban por Axel Kicillof y lanzó la pregunta:
–Y, ¿cómo ven la elección?
Faltaban cuatro días para las PASO y algunas horas para que el presidente Alberto Fernández, el gobernador y los candidatos del Frente de Todos cerraran la campaña bonaerense en el Teatro Auditorium. Eran, comparados con los que vendrían, tiempos de paz.
Los periodistas le devolvieron a Bianco la percepción general: que el oficialismo local iba a ganar la contienda. En el grupo había allegados al kirchnerismo vernáculo que se limitaron a asentir en silencio. El funcionario bonaerense tampoco atinó a rebatir la respuesta. Y como si el reportero fuese él y no sus interlocutores, repreguntó al instante:
–¿Por cuánto?
Nadie se atrevió a contestar. Nadie, en rigor, tenía esa respuesta. El interrogante quedó flotando en el amplio salón y estaba claro que también era una duda que embargaba al gobierno de Kicillof. En el de Guillermo Montenegro tampoco la hubieran podido evacuar correctamente: esperaban 43 puntos de la lista de Fernando Muro y una diferencia menor con la de Virginia Sívori, nunca los 20 puntos que terminó arrojando el escrutinio provisorio. No sospechaban que la grieta se iba a devorar el 74% de los votos. Tampoco intuían el porrazo de Gustavo Pulti.
Sin terceras fuerzas competitivas (lo más parecido a eso resultó el 5,80% de Avanza Libertad), la contundencia del resultado debe rastrearse en el voto castigo que sufrieron los gobiernos nacional y provincial. Porque no hay manera de que, en una ciudad que históricamente le dio la espalda al peronismo, pueda producirse una buena elección kirchnerista en un contexto electoral aciago.
Los antecedentes lo certifican. En las generales de 2019, en las que a Fernanda Raverta solo le faltaron 10 mil votos para ser intendenta, Kicillof tuvo una performance arrasadora: ganó con el 52% de los votos. Raverta logró el 38%. En las últimas PASO, la lista encabezada por Victoria Tolosa Paz capturó solo el 34% de los votos (“catástrofe política”, definió Cristina Kirchner en su última epístola). La que auspició Raverta, el 27%. Desde siempre al peronismo local le va peor que al provincial y al nacional; cuando aquellos sucumben, acá la derrota es categórica. Es lo que ocurrió el domingo pasado.
Hay otras explicaciones. En las PASO de Mar del Plata vota en general el 70% del padrón y esta vez asistió a las urnas el 63%. Digresión: la policía debería dejar de confundir con sus cálculos sin rigor técnico. Habló de una participación del 75%. Hubiera sido un récord absoluto para una primaria en la ciudad.
En la periferia, territorio donde el Frente de Todos se había hecho fuerte en la elección previa, el descenso de la afluencia de votantes fue pronunciado. Desembocó en una pobre performance del kirchnerismo en los barrios. A tal punto que los movimientos sociales quedaron en la mira por el escaso entusiasmo que despertaron.
En ese marco, el tanteador borronea la foto de 2019 que mostraba un territorio dividido en dos, con Montenegro afirmado en el centro y Raverta reinando en la periferia. Da por terminada también la noción de paridad que dejaron aquellos comicios, lo que podría golpear la ilusión de generar un cambio de signo político en el gobierno municipal dentro de dos años. La recuperación en las urnas que pronosticaron para noviembre en el búnker del Frente de Todos permitiría, en cambio, construir una derrota decorosa que empareje el reparto de bancas y deje vivo el sueño de 2023.
El tanteador del domingo borronea la foto de 2019 que mostraba un territorio dividido en dos, con Montenegro afirmado en el centro y Raverta reinando en la periferia.
En la noche electoral, Raverta invitó a trazar una comparación con las PASO de 2019. Dijo que la lista de Sívori obtuvo los mismos votos que había sacado ella. Fueron, en rigor, algunos menos. Pero no deja de ser válido preguntarse por la estrategia electoral: ¿fue acertada la decisión de no permitir, como en tantos otros distritos, la competencia interna? Acaso aquel desgano que se vio en zonas que portan el sello peronista hubiera trocado en fervor.
La tormenta que afectó al Gobierno nacional tras la derrota en las PASO volvió a dejar a la jefa local del Frente de Todos en el centro de la escena. La titular de la Anses fue una de las funcionarias que puso su renuncia a disposición del Presidente, en una maniobra conjunta de los ministros cercanos a Cristina para exigir un relanzamiento del gobierno y un cambio en el rumbo económico. La lealtad a la vicepresidenta no impidió que Alberto le dedicara un elogio en medio del fuego cruzado con Cristina: “¿Cómo me voy a desprender de Fernanda Raverta, una funcionaria súper laburadora y eficiente?”, le dijo a Mario Wainfeld, de Página 12, en la misma conversación en la que le transmitió que con presiones no le iban a sacar nada.
Con la interna al rojo vivo, las diferencias se hicieron visibles en el bloque de concejales. El respaldo a Cristina, silencioso o tuitero, resultó mayoritario. La excepción fue la de Roberto Gandolfi, del Movimiento Evita, que no solo suscribió el comunicado de su espacio, sino que dijo públicamente que la presentación de las renuncias había sido un error.
Gustavo Pulti y los candidatos de Acción Marplatense. “La gente no encontró la boleta”, evaluaron.
En el plano local, la gran diferencia con 2019 la provocó la actuación de Acción Marplatense. Entre 18,3% de las PASO de hace dos años y los 3,65% de ahora hay cerca de 60 mil votos. Los encuestadores le habían confiado a Pulti que la lista de Fernando Telpuk rondaría entre los 12 y los 15 puntos. Erraron por mucho.
El ex jefe comunal identificó algunas cuestiones logísticas como el color de la papeleta –que fue blanco y negro y no el tradicional rojo y azul de AM– y la falta de su foto en la lista de diputados. “La gente no encontró la boleta”, evaluaron en el partido vecinal. Y consideraron que la baja participación en la periferia también los perjudicó. “En algunos barrios la inasistencia fue muy alta”, explicaron. A eso se sumó un detalle no menor: la sociedad con Florencio Randazzo no rindió ningún fruto.
Las desventuras opositoras se combinaron con un innegable respaldo a la gestión de Montenegro. El 47% de la lista de Muro reflejó, entre otras cosas, un apoyo a los insistentes pedidos de reapertura de actividades, al reiterado desafío a las fases provinciales y a la fuerte queja por la suspensión de las clases presenciales.
Mar del Plata le respondió al intendente en los tres tramos de la lista. El pleno hubiera sido si el jefe comunal también conseguía la victoria del coordinador de Gabinete, Alejandro Rabinovich, en la quinta sección electoral. No lo logró porque precisaba arrasar en la ciudad a su contrincante interno, Ariel Martínez Bordaisco, para compensar derrotas previsibles en otros distritos de la zona. No hubo tal demolición.
Su principal socio, Maximiliano Abad, también salió fortalecido. El inesperado triunfo opositor en la provincia, al que su candidato Facundo Manes aportó con creces, lo revalidó como armador político. Y la victoria en la región le obturó a Montenegro el confortable privilegio de quedarse con todos los laureles.
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