El PRO forzó tregua Vidal-Monzó y bendijo armado en provincia

El PRO forzó tregua Vidal-Monzó y bendijo armado en provincia

 Mauricio Macri activó la temporada electoral de 2017. Vía Marcos Peña, su jefe de Gabinete y la voz que más y mejor sintoniza con el Presidente, forzó una tregua entre María Eugenia Vidal Emilio Monzó para que la gobernadora permita que el jefe de los diputados pueda volver a transitar y armar política en la primordial provincia de Buenos Aires.

Fueron necesarias dos cenas para que se recupere el diálogo entre Vidal y Monzó. En la primera, armada por Peña, también estuvieron el ministro de Interior, Rogelio Frigerio, álter ego de Monzó, y Federico Salvai, ministro de Gobierno bonaerense, el operador vidalista. Macri pasó unos minutos, a saludar. En criollo: a bendecir, con su presencia, la pax promovida por Peña entre dos actores esenciales del dispositivo del PRO. Vidal, además de gobernadora de la provincia más inquietante y peligrosa, es la figura más taquillera del macrismo: ostenta la mejor imagen, por encima de Macri, a quien según algunos sondeos supera por hasta 15 puntos. Monzó es el ordenador del scrum político y electoral que intervino en todas y cada una de las maniobras, exitosas o no, confesables o no tanto, del maratón de Macri hacia la presidencia.

Hubo luego una charla mano a mano, personal, para suturar las heridas de la campaña del 2015 -en la que nadie trataba a Vidal como futura gobernadora- y anestesiar las furias posteriores producto de que la dama de Morón se cobró aquellos desplantes tratando al monzoísmo como a kelpers del PRO: ni cargos ni espacios, ni siquiera "permiso" para circular por Buenos Aires.

Esa prohibición, que Vidal hizo valer durante los primeros meses del año, fue levantada por Macri, a instancias de Peña, y debe leerse como lo que es: la admisión por parte del Presidente de que la magia de la comunicación y las recetas de gurú no son suficientes para enfrentar el menú de tormentas que enfrenta el Gobierno.

A los tarifazos, una inflación que en abril ronda el 7% y en mayo andaría en esos niveles, los despidos y la demandas sociales se agregan componentes propios de la provincia, como la reaparición de los secuestros exprés y, dicen macristas del conurbano, una tendencia de "brazos caídos" de la Bonaerense, disconforme por las subas salariales.

A la suma de esos males se agrega un componente más inquietante, lo que los dirigentes llaman "falta de política" para juntar voluntades en el territorio y, en paralelo, "bajar" las medidas de contención social dispuestas por el Gobierno. "Pueden anunciar mucho por TV, pero en los barrios del conurbano a Prat Gay y a Marcos no le entienden nada", se sinceró un funcionario PRO del equipo social. Un armador que orbita a Vidal le agrega otro dato:"Si las políticas sociales no las bajamos nosotros, las bajan los intendentes o los punteros del PJ y el rédito se lo llevan ellos"

Fines

La orden de Macri para que Vidal y Monzó se amiguen supone, en su matriz original, que en Olivos se entendió que la luna de miel venció y que, según un funcionario nacional, en el conurbano "las elecciones se ganan con política, no con gestión". La letra chica del pacto es reivindicativa para la gobernadora: indica que Monzó debe admitir que en la provincia Vidal es "la jefa".

Como episodios reflejo de la tregua dispuesta, hay otros movimientos: las giras de legisladores de Cambiemos para "difundir" el modelo PRO por la provincia y las cumbres de poca visibilidad pero alta intensidad que arman caciques del PJ como Federico Scarabino, Jesús Cariglino y "Cacho" Álvarez para sumar peronistas a la galaxia Macri.

La apertura a esos dirigentes de una escuela que no es PRO fue, también, una necesidad: en los bosquejos imaginarios de la toma del poder territorial, el macrismo se repartía la provincia según intendentes propios, pero la mayoría de éstos atraviesan momentos críticos: Néstor Grindetti, de Lanús, a quien se le daría el armado del conurbano sur, tropieza entre cuentas offshore, denuncias y citaciones; y el platense Julio Garro, después de un inicio accidentado, trata de ordenarse; Martiniano Molina avanza a los tumbos en Quilmes y Ramiro Tagliaferro, de Morón, está tensionado por la ruptura con su exmujer, la gobernadora. 

Salvai, mientras tanto, quiere normalizar el PRO bonaerense (que perdió la personería porque no compitió en elecciones en 2011 y 2013) para usarlo como llamador y "columna vertebral" de Cambiemos. Un karma lo del macrismo con los sellos electorales, quizá un desinterés por esos asuntos de leguleyos y punteros. Días atrás, la Justicia volteó otro sello macrista, Propuesta por San Fernando, que había anotado Alex Campbell, al frente de Asuntos Municipales de la provincia, escudero de Salvai.

Para el anecdotario picaresco de la ciencia política: el sector que puso a la gobernadora de Buenos Aires, un continente de 16 millones de habitantes, no tiene partido político reconocido por la Justicia. En agosto, o a más tardar en septiembre, Vidal jurará como presidente del PRO.

Que Salvai se dedique a esos papeleríos responde a la misma urgencia que indujo a Macri a obligar a Vidal y Monzó a pactar una tregua política para que el diputado pueda volver a "hacer política" visible -antes la hacía de manera casi clandestina- en la provincia donde militó casi tres décadas, donde fue ministro e intendente, armador y jefe de campaña.

Autorización

La semana pasada, durante la cumbre del gabinete ampliado, Macri exteriorizó su mandato cuando dijo que quería a todos los ministros de su Gobierno trabajando en la provincia. Eso tiene varias derivaciones. Primero porque pone a Frigerio, que se mueve en tándem con Monzó, a jugar en el conurbano. Segundo porque parece autorizar los preensayos electorales que circulan en los despachos del oficialismo. A la variable Esteban Bullrich, ministro de Educación con domicilio en Junín, en PRO agregan el nombre de Carolina Stanley, ministra de Desarrollo Social de Macri y esposa de Salvai, y en las últimas dos semanas aparecieron otros nombres: el de Frigerio (aunque a su lado dijeron que no quiere ser candidato en provincia y que "no puede ser candidato" por problemas de papeles) y luego el de Jorge Triaca, el ministro de Trabajo. 

La proliferación de martingalas y artificios revela que al PRO le falta un candidato taquillero o que el portador de apellido que luce como postulante puesto, Jorge Macri, quizá no sea finalmente el que encabece la boleta de senadores en 2017. La alternativa Elisa Carrió, que quiere llegar al Senado desde la provincia, en estos días cotiza alto porque su nivel de aprobación creció a medida que la corrupción se instaló, con una remontada frenética, en la cima de las preocupaciones de las multitudes.

Carrió es -según el criterio mordaz de un armador- una candidata caos-dependiente a la que Macri, Jorge, invita a competir en las PASO como plan de salir fortalecido de una interna y llegar con envión a la general del año próximo.

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