El ex primer ministro François Fillon derrotó a Nicolas Sarkozy en las primarias, moviendo los cimientos del partido Los Republicanos y de las próximas presidenciales. Podría frenar el ascenso de Le Pen.
Desde París
“Mister Nobody”, “Dropy”, o “el pobre tipo” como solía llamarlo el ex presidente Nicolas Sarkozy se tomó la más jugosa de las revanchas: la de la legitimidad popular y, por ende, la de una victoria política que nadie, ni las encuestas de opinión, ni sus adversarios dentro de la derecha, ni la prensa, ni los otros dos partidos cuyas estrategias electorales dependían de las primarias conservadoras, la ultraderecha del Frente Nacional y al Partido Socialista, anticipó. El ex primer ministro François Fillon derrotó al populismo xenófobo y trumpista de Nicolas Sarkozy y con ello movió los cimientos de su campo, el partido Los Republicanos, y el de las próximas elecciones presidenciales de 2017. Desde del domingo pasado, el mejor posicionado para ganar la investidura conservadora es este católico ultra liberal que representa a una derecha moralista y destructora del modelo social francés. Al buscar cortarle las alas a Sarkozy, los electores que lo votaron en la primera vuelta de las primarias de la derecha izaron a la cima al hombre que, como lo señala el vespertino Le Monde, encarna “el pasivo, el que validó lo que los franceses rechazaron en las urnas en 2012”. Fillon fue durante cinco años el jefe de Gobierno de Sarkozy y el encargado de llevar a la práctica las políticas de un presidente que fue derrotado por François Hollande en las elecciones de 2012. La memoria electoral suele ser muy estrecha.
François Fillon y Alain Juppé disputarán la última vuelta de las primarias el próximo domingo 27. Será el enfrentamiento entre una derecha católica y afiliada al modelo de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher contra otra cuya filiación remonta el movimiento descendiente del general De Gaulle y el partido RPR, fundado por el ex presidente Jacques Chirac (1995-2007) y destruido por Nicolas Sarkozy cuando se lanzó en la carrera presidencial que lo llevó al poder en 2007. Sus potenciales adversarios del año que viene, el PS y el Frente Nacional, todavía se restriegan los ojos. Marine Le Pen, la líder del FN, maquilló el pasado del partido con un nuevo logo y un lema que dice “en nombre del pueblo”. Los socialistas no logran todavía esconder ni su azoro, ni las ruinas que rodean a un partido de pugilistas, sin credibilidad, ni encanto, ni candidato legítimo para representarlos en 2017. La posible elección de François Fillon como candidato de Los Republicanos entorpece la dinámica ascendente de Marine Le Pen. Fillon, sin coquetos alevosos con la ultraderecha, es capaz de seducir a una derecha católica, tradicionalista, que se opone, como él, al matrimonio igualitario, partidario de una identidad firme sin pirotecnias extremistas, apegada al terruño. Pero Fillon trae un pan social muy duro debajo del brazo. Aunque pase bien ante ciertos electores progresistas, sea aceptado por el centro y, hoy, casi endiosado por la derecha más radical, este líder político se presenta con un régimen de gastos públicos de gran envergadura. Plantea despedir a medio millón de funcionarios, reducir en unos cien mil millones de euros el gasto público, suprimir las 35 horas de trabajo semanales, llevar la edad de la jubilación de los 62 a los 65 anos, endurecer la ya controvertida reforma laboral iniciada por François Hollande, echar de Francia a quien detente la doble nacionalidad y esté bajo sospecha de actividades terroristas e impedir el ingreso al territorio de los combatientes que regresen de Irak o Siria. Alain Juppé no propone nada muy marcadamente diferente. Juppé, más bien, ha tenido la habilidad narrativa de no pegarse a la radicalidad de Sarkozy, abrirse un poco al centro y enviar señales de moderación hacia la izquierda. Fillon o Juppé son dos derechas duras, en perfecta sintonía con las corrientes liberales y desreguladoras que dominan el mundo.
La neta victoria de François Fillon (44,1%) y la salida del escenario presidencial de Nicolas Sarkozy (21%) crearon una dinámica que favorece al ex primer ministro frente al actual Intendente de Burdeos (28,6%). Los analistas sostienen hoy que Alain Juppé no tienen prácticamente ninguna posibilidad de ganar la segunda vuelta. Las diferencias porcentuales son enormes y el factor sorpresa ha convertido a Fillon en un “unificador” de las derechas, más de lo que representa el mismo Alain Juppé. Durante meses y meses, incluso cuando Sarkozy estaba en la pelea, el electorado pareció no cambiar su orientación a favor de Alain Juppé. De pronto, en pocas semanas, uno de los dirigentes políticos más burlados domó a sus adversarios y salió del corredor con rumbo a una victoria paradójica: no por nada el diario progresista Libération lo retrata en primera plana con una peluca que lo hace parecerse a Margaret Thatcher. El tema que se vuelve central en adelante consiste en saber qué harán los socialistas. El PS y François Hollande lo apostaron todo sobre la cabeza de Nicolas Sarkozy. Era el candidato ideal para una reelección. Ahora todo cambió, ni Sarkozy ni Juppé sino alguien todavía más a la derecha. Citado por Libération, un consejero de Hollande dice: “la derecha eligió el candidato que está más a la derecha en la economía y lo social. La diferencia entre la derecha y la izquierda existe y las decisiones serán muy claras para quienes duden de esas diferencias”. En la ahora renovada retórica socialista, el hecho de que François Fillon sea el paladín imprevisto de una derecha realmente dura, retrógrada en lo social y bastante demodé es un regalo. Al menos así lo manifiestan en los medios. Los socialistas alegan que, en adelante, con esa derecha en el debate,la diferenciación con el PS será mucho más simple de poner en escena y de demostrar que ya no será tan obvio vender en los medios que izquierda y derecha son lo mismo. Lo que sí es cierto es que todo lo que se conjeturó hasta el domingo 20 de noviembre perdió su validez. Una nueva batalla presidencial acaba de comenzar y sus códigos fueron cambiados.
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Frustan un atentado
Los servicios secretos de la policía francesa detuvieron el pasado fin de semana a siete presuntos jihadistas en Estrasburgo y Marsella, en operaciones que permitieron abortar un atentado, reveló ayer el ministro del Interior francés, Bernard Cazeneuve. Los sospechosos, de entre 29 y 37 años, son de nacionalidad francesa, marroquí y afgana, añadió Cazeneuve. Seis de ellos no estaban fichados por los servicios de inteligencia, mientras que las autoridades francesas habían sido alertadas por “un país socio” sobre el séptimo, un marroquí. La investigación de la Dirección General de la Seguridad Interior (DGSI) se inició hace más de ocho meses y condujo el pasado 14 de junio, en vísperas de la Eurocopa, a la detención de otros cinco sospechosos, dos de los cuales fueron encarcelados.
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