por Diego Genoud
Alberto Fernández está rodeado de asesores que lo saben, aunque quizás prefieren no decírselo y llevarlo a un callejón de lo más angosto. La salida uruguaya sin quita que anunció el candidato del Frente de Todos en la Fundación Mediterránea puede ser el camino más fácil para enunciar sin herir a nadie, pero resulta impracticable para afrontar la pesadísima herencia que deja Mauricio Macri.
Sólo puede aplicarse con un viento de cola extraordinario, un ajuste mayor o un nuevo aumento de la monstruosa deuda que incubó la administración Cambiemos, hoy en moneda extranjera en un 78%. Eso dicen los especialistas en reestructuración y, aunque nadie quiera blanquearlo ahora, es un futuro que puede terminar en una crisis todavía mayor.
Según los números que presentó Daniel Marx en la Bolsa de Comercio, durante la conferencia de FIEL que reunió a toda la ortodoxia aborigen, el próximo presidente tendrá que hacer frente a vencimientos de deuda por 127.747 millones de dólares: U$S 35.483 millones en 2020, U$S 21.566 millones en 2021, U$S 34.201 en U$S 2022 y U$S 36.497 millones en 2023. Un aluvión imposible de pagar con la economía hundida en la recesión y la inflación en niveles récord.
Sin embargo, el ejemplo de Uruguay que mencionó Fernández en la usina donde se crió Domingo Cavallo está lejos de ser el mejor y ya fue objetado por Carlos Melconian y Roberto Lavagna. El país que hoy gobierna Tabaré Vázquez firmó en 2003 una reestructuración con el FMI que fijaba un sendero de crecimiento de 3,2%, 3,3% y 4% en los tres primeros años.
Argentina no sólo avanza, según las consultoras del mercado, hacia un 2020 de más recesión; además, tendrá dificultades para hacer frente a una parte de la deuda que la salida uruguaya no postergó: los intereses que ya hoy representan para la administración Macri un gasto superior al de la seguridad social, el núcleo del ajuste que reclaman el Fondo y sus múltiples terminales locales.
La salida uruguaya sin quita que anunció el candidato del Frente de Todos en la Fundación Mediterránea puede ser el camino más fácil para enunciar sin herir a nadie, pero resulta impracticable para afrontar la pesadísima herencia que deja Mauricio Macri.
De acuerdo a los mismos números que presentó Marx en la Bolsa de Comercio, hace dos semanas, de ese total de casi 130.000 millones de dólares que hay que pagar en los próximos cuatro años, U$S 31.296 millones son intereses: U$S 10.202 que vencen en 2020, U$S 8.189 en 2021, U$S 7.098 millones en 2022 y U$S 5.807 millones en 2023. De dónde va a salir la plata para cumplir es lo que ni Fernández ni sus economistas ni los gurues de la city quieren o pueden decir.
Si el candidato del Frente de Todos repite el 27 de octubre la victoria de agosto y adopta el modelo uruguayo que sólo pateó vencimientos de capital, en el verano deberá empezar a pagar los U$S 10.000 millones de intereses, una cifra similar al nivel de reservas netas que quedan ahora en el Banco Central, cuando todavía faltan más de dos meses para que Macri termine su mandato.
No habrá magia. Salvo que el próximo gobierno sea beneficiado por un shock externo muy positivo, que venga un huracán de confianza repentina, que vuelen los precios de los commodities o que China deje de comprarle soja a Estados Unidos para beneficiar a la Argentina, economistas de distinta extracción coinciden en que hay sólo tres caminos para hacer frente a los vencimientos: más ajuste, más emisión o más deuda.
Especialistas como Guillermo Nielsen y Martín Redrado seguro lo saben. O no se lo dicen a Fernández o el ex jefe de Gabinete confía en personas equivocadas o apuesta a que el sendero de la ortodoxia resuelva, bajo su gestión, los problemas que se devoraron al todavía candidato oficialista.
Objetivo principal pero frustrado de Macri, el Fondo y los barrabravas del mercado, las reforma previsional y laboral con la misión de llegar al déficit cero no parecen ser el camino elegido por el ganador de las PASO. La otra variante del ajuste, aumentar los impuestos, no aparece en la plataforma del Frente de Todos y sería otro camino de profundizar una recesión que avanza hacia los dos años consecutivos. Emitir pesos desde el Banco Central para comprar dólares y pagar intereses de deuda puede provocar una nueva devaluación, más inflación, caída del salario real y caída de la actividad.
Economistas de distinta extracción coinciden en que hay sólo tres caminos para hacer frente a los vencimientos: más ajuste, más emisión o más deuda.
Finalmente, está la alternativa del perro que se muerde la cola, lo que hizo la administración Cambiemos: pedir más deuda para pagar deuda. Esa es la propuesta que sugirió Marx en su presentación ante la platea de FIEL. El ex secretario de Finanzas de Fernando De la Rúa y director de la consultora Quantum, hizo un “ejercicio de reperfilamiento/reestructuración” en el que planteó un “programa largo apoyando mejoras con aumento de exposición inicial” del Fondo: es decir, que el próximo presidente incremente de entrada el endeudamiento que tiene Argentina con el organismo que preside Kristalina Georgieva para después ir hacia una “graduación”. Una opción que sólo puede venir atada a más exigencias por parte del acreedor privilegiado con el que ahora carga el país de Cambiemos.
Mientras en Argentina la campaña sigue y Macri hace promesas de un tiempo de fantasía, los bonistas son un ejército que avanza con propuestas sobre los delegados de Fernández y que tiene voceros en todos lados. Aunque la salida uruguaya apuesta a un shock de confianza y a la baja del riesgo país para volver a tomar deuda en el mercado, hoy todas las propuestas de los bonistas que circulan en Nueva York indican que el país debería pagar tasas más altas de las ya elevadas que asumió el egresado del Cardenal Newman.
En Wall Street, hasta los bancos de inversión se dividen en cuanto a los pronósticos para una economía que entró en default selectivo. Mientras la división de deuda presiona por un arreglo rápido que active la timba de bonos y resuelva el corto plazo con más endeudamiento sin despejar el horizonte, la división de inversión mira el largo plazo y los dueños del dinero dudan de una economía que cada día eleva su fragilidad y su dependencia externa.
En el Frente de Todos, existen también -en minoría- los que piensan que la única salida es ir a un reperfilamiento que permita no pagar intereses por los próximos cuatro años. Más difícil de lograr que el canto de sirenas de la salida uruguaya, es la variante que puede generar un verdadero alivio en la carga de deuda infernal que recibirá el próximo presidente. De lo contrario, el pacto social que suma fotos, mesas, risas y voluntarios se revelaría inservible a poco de andar y el plan contra el hambre que el candidato presentará mañana sería una noble pero inviable expresión de deseos.
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