Por: Nelson Castro. Milei goza como pocos en el mundo de la simpatía de Donald Trump. Comparten, ideología y formas. Y como se vio en el Foro de Davos, objetivos.
Es necesario detenerse a reflexionar sobre lo que ha pasado esta semana en el mundo para darle contexto a lo que representa no sólo el discurso de Javier Milei en el Foro Económico Mundial de Davos sino también la forma de exponer sus ideas, su visión de la realidad, sus proyectos y sus conductas respecto de los que piensan diferente a él. No es que sea algo novedoso. El discurso del año pasado allí tuvo características similares. Lo que ocurre ahora es que los dichos de Milei cobran otra dimensión con todo lo sucedido tras la asunción de Donald Trump como cuadragésimo séptimo presidente de los Estados Unidos. Lo que representa Trump no es sólo un simple cambio de administración con una concepción más ortodoxa de la economía.
Va mucho más allá de ello: hay un proyecto que pretende implementar cambios profundos en la cultura política y cívica de la sociedad estadounidense y de Occidente. El flamante nuevo inquilino de la Casa Blanca actúa no como un presidente sino más bien como un emperador que pretende ubicarse por arriba de los preceptos republicanos establecidos por la Constitución de su país y, por ende, considera que su poder es absoluto e intocable. Y esto lo proyecta al mundo. Quienes piensan distinto a él son sujetos de hostigamiento, amenazas, desprecio y castigos. Lo inquietante es que esta concepción política ha sido votada mayoritariamente por la ciudadanía norteamericana.
Como ya se ha dicho en esta columna, Javier Milei es hoy en día un favorito privilegiado dentro del universo de amores y odios de Trump. Comparte su ideología y sus modos. Envalentonado por esta circunstancia, el presidente argentino arremetió una vez más en Davos contra el progresismo. Los que allí estuvieron señalan que eso generó inquietud en el auditorio. La idea de que el progresismo representa un cáncer para el mundo es equivocada y peligrosa. La lucha por la igualdad ha traído beneficios enormes no sólo para sectores que históricamente fueron víctimas de discriminación, maltrato y sumisión sino también para la sociedad toda. Una sociedad más igual es una sociedad mejor. Por supuesto que también están los que han hecho una mala lectura de lo que significa el progresismo y adoptado posiciones extremas tan retrógradas y nocivas como las de los ultraconservadores. Con los extremos no se construye. El mundo de los extremos es un mundo de destrucción y penurias. Es lo que enseña la historia.
Mientras el Presidente recorre el mundo sintiéndose un rockstar, en el país se conocen algunas de las iniciativas que generan inquietud. Una de ellas, por ejemplo, la de derogar el feminicidio. Antes de pensar en eso, tanto el jefe de Estado como su ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, deberían preocuparse en qué más se puede hacer para prevenirlo. Ese es el verdadero problema, con ley o sin ley. Y de eso, lamentablemente, el Gobierno se ocupa poco, como también poco se ocuparon los gobiernos precedentes, con ley y con Ministerio de la Mujer.
Los conceptos del Presidente sobre la homosexualidad ligándola directamente al abuso infantil están equivocados. Un informe elaborado por Unicef y el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos en 2020 señala que “Las estadísticas indican que la mayoría de los abusadores son varones heterosexuales adaptados socialmente”.
Al Presidente y a su ministro de Economía les fue muy bien en las reuniones con la Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, el domingo pasado en Washington. El objetivo que se buscaba se logró: abrir las puertas a una nueva negociación que le permita a la Argentina acceder a un préstamo que haga posible el levantamiento del cepo. Por eso, se dispuso la venida al país de una misión del Fondo para evaluar in situ los números de la Economía. Esa fue la causa por la cual el ministro Caputo decidió regresar a Buenos Aires y no acompañar al Presidente a Davos. Los conocedores de la trama de esta compleja y larga negociación en Washington confirman el viento a favor para el gobierno argentino no sólo por los números de la macroeconomía sino también por el apoyo decidido de Trump. “Queremos que a Milei le vaya muy bien. Y, además, necesitamos que así sea”, señalaba el jueves al mediodía con entusiasmo una voz del entorno directo del presidente de los Estados Unidos. Como ya se dijo, la cifra de la que se habla ronda los 11 mil millones de dólares.
Donde todo es furia y fuego es el ámbito de la política. El Gobierno está trabajando intensamente en todo el armado electoral para octubre próximo. En este camino debió desistir de la eliminación o suspensión de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Hoy los votos en el Congreso para lograr ese objetivo no están. El kirchnerismo las quiso eliminar en 2021 cuando estaba en el poder para perjudicar a la oposición, obviamente. Hoy, que está en la oposición, las quiere mantener. La doble moral es una de las esencias de Cristina Fernández de Kirchner y sus secuaces.
En la arremetida del oficialismo por construir su propio poder está claramente la idea de sacarlo del medio a Mauricio Macri. Su poder político, claramente menguado, representa para él un dilema y para el oficialismo un obstáculo. El dilema, significa que el expresidente es consciente de que La Libertad Avanza quiere –y puede– acabar con el PRO, esa construcción que es su creación. Terminar con el PRO equivaldría, lisa y llanamente, a terminar con la aspiración de Macri de ser un actor político de peso. Eso afectaría también directamente a Jorge Macri. Eso es lo que está en juego hoy en día. Macri debería haber previsto que la destrucción de Juntos por el Cambio llevaría inexorablemente al vaciamiento progresivo del PRO.
Construir una nueva estructura política no es algo que se logra de una día para el otro. Cuando Juan Domingo Perón se presentó a las elecciones de febrero de 1946, lo hizo como candidato de una estructura partidaria que no era el peronismo sino el Partido Laboralista con aliados menores. Una vez en el poder, el entonces presidente se encargó de crear el Partido Justicialista que debilitó y anuló a los partidos que le habían servido de estructura legal. Lo de Milei tiene semejanzas. La Libertad Avanza era poco más que un sello. Habrá que ver si el Presidente logra construir un partido que alcance la misma perdurabilidad que hasta aquí ha tenido el peronismo.
Hablando del peronismo, lo que domina también es el ánimo de pelea y confrontación. La disputa entre Axel Kicillof y Cristina Fernández de Kirchner no para. Kicillof no tiene otra alternativa que candidatearse a la presidencia en 2027. Lo sabe él e igualmente lo sabe ella. La fuente de poder de Kicillof es su condición de gobernador de la provincia de Buenos Aires. Terminado este mandato, la posibilidad de aspirar a una candidatura presidencial por el PJ estará acabada. Por eso es que su enfrentamiento con CFK y Máximo Kirchner, es inevitable.
Cristina Fernández de Kirchner que siempre usó el poder buscando someter a propios y ajenos está bebiendo la amarga medicina de la rebelión. “Ut semens feceris, ita metes”(Cosecharás lo que siembres). Cicerón.
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