Por la falta de recursos, científicos que regresaron a la Argentina con el programa Raíces vuelven a abandonar el país

Por la falta de recursos, científicos que regresaron a la Argentina con el programa Raíces vuelven a abandonar el país

Alejandro Díaz Caro y Pablo Manavella son científicos de especialidades “duras” que habían sido repatriados y hoy migran por el desmantelamiento del sector. Carolina Marvaldi terminó su doctorado y trabajará para el gobierno de Estados Unidos porque su grupo de investigación está paralizado.

Celeste del Bianco

El jueves por la noche, mientras el presidente Javier Milei llamaba “casta” a los científicos argentinos en un evento del Foro Madrid en Buenos Aires, el investigador del Conicet Alejandro Díaz Caro publicaba en Facebook su decisión de regresar a Francia. Fue repatriado en 2014 con el programa Raíces y después de diez años de investigaciones en Argentina, vuelve a vivir a Europa. “Hoy me voy con el programa Motosierra”, escribió. Díaz Caro es doctor en computación cuántica y es uno de los investigadores que se va del país a nueve meses de gobierno de La Libertad Avanza porque ya no puede financiar sus proyectos.

¿Para qué sirve el Conicet? ¿A quién le sirve y a quiénes les debería servir?

Hasta el momento, hay 850 personas que obtuvieron las becas del Conicet a finales del año pasado pero que aún no pudieron comenzar a trabajar. Esto se enmarca dentro de una situación más compleja en la que fueron despedidos casi 2.500 empleados en todo el sistema de ciencia y tecnología. 

“Después de 10 años tengo que destruir todo, irme, desarmar”, dice Díaz Caro, investigador adjunto de Conicet y profesor de  la Universidad Nacional de Quilmes. Tiene 43 años y en la última década formó grupos de investigación de computación cuántica, dirigió proyectos internacionales y dictó cursos en América Latina. Esta semana decidió volver a Francia. “En 2014 quise apostar porque había una intención política y ahora tengo que destruir todo y volver a construirlo en otro país. Allá  voy a estar bien, pero me hubiese gustado hacerlo en Argentina. La única razón por la que me voy es el contexto económico, no hay otra”, cuenta a elDiarioAR.

El grupo de investigación que dirige Díaz Caro, de Lógica y Reescritura para Lenguajes de Programación.

Díaz Caro tiene en Argentina su grupo de investigación, incluso algunos proyectos financiados desde Europa, pero el desmantelamiento que sufre el sector impacta directo en su trabajo: “Tengo tres estudiantes de doctorado que a duras penas pueden subsistir. Cuando ellos terminen, no tengo mucha esperanza de conseguir nuevos estudiantes porque hay muy poca becas y con un nivel de salario extremadamente bajo”, explica. 

En septiembre de 2023 se definieron los concursos para las becas del CONICET en el que 850 investigadores e investigadoras fueron seleccionados. Sin embargo, un año después no fueron dados de alta  por “una cuestión presupuestaria”. Desde que asumió el gobierno de LLA, no se registró ningún ingreso de personal, ni tampoco 34 personas de convocatorias anteriores que ya habían sido efectivizadas para enero de este año. “La carrera del investigador en CONICET está cerrada de hecho”, sostienen.

La publicación de Alejandro Díaz Caro

Pablo Manavella atiende el teléfono desde París, donde participa de un Congreso sobre regulación genética en plantas, hay otros científicos argentinos allí. Hay una pregunta que escucha frecuentemente entre sus colegas de otros países: “¿Por qué llevan al colapso el sistema científico en Argentina?”. Hace dos meses que Manavella se instaló en Málaga, España, junto a su mujer y sus hijos de 11, 8 y 7 años. Es doctor en biología molecular de plantas, investiga los ARN pequeños, información clave para afrontar los cambios climáticos y futuros ambientes hostiles para los cultivos. Lo convocaron desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España (similar al Conicet) y después de analizar el la situación nacional, decidió aceptar. En los años previos había rechazado propuestas similares, pero está vez el panorama le pareció sombrío. “Con el cambio del gobierno y la intención de desmantelar el sistema científico que estamos viviendo silenciosamente, se volvió evidente que tenía que cruzar de vuelta el charco”, dice Manavella, que hizo su carrera universitaria en Córdoba, el doctorado en Santa Fe, el postdoctorado en Alemania y regresó también con el programa Raíces.

Pero no cruzó el charco solo, también se fueron con él alumnos de su grupo de estudios y estudiantes de otros sectores que lo contactaron ante la imposibilidad de financiamiento y formación en Argentina.  “Lo primero que se va a notar es una migración de la siguiente generación, que son los chicos que tenían que quedarse en Argentina haciendo post doctorados, doctorados o iniciar su carrera científica. Esos son los primeros que van a sentir este impacto y se van a tener que ir del país o abandonar proyectos científicos. Los seniors pueden resistir más”, anticipa Manavella. 

Edificio central del Conicet, en la Ciudad de Buenos Aires. Los científicos del organismo están diseminados por diversas casas de estudio, en todo el territorio argentino. Télam

Los científicos son uno de los blancos de ataques de los gobiernos neoliberales. Esta vez Milei no los mandó a lavar los platos como el exministro de Economía Domingo Cavallo, sino que los llamó “casta” y los incluyó así como parte del origen de todos los males. “Los supuestos científicos e intelectuales, que creen que tener una titulación académica los vuelve seres superiores y que todos debemos subsidiarles la vocación”, afirmó el presidente durante su discurso en la convención de líderes de ultraderecha que se hizo el jueves en el exCCK, rebautizado Palacio Libertad. Pero lo suyo no es solo discursivo: desde que llegó al poder despidió a casi 2.500 personas que se dedican a Ciencia y Tecnología.

Según el último informe de dotación de personal de la Administración Pública Nacional, empresas y sociedades, que se realiza en base a datos del Indec, se pasó de 74.891 empleados en diciembre de 2023 a 72.443 en julio de 2024, con una destrucción neta de 2.448 empleos vinculados a ciencia y tecnología en diversos sectores del Estado. De ese total, el Conicet representa más de la mitad: 1.339 personas, de los cuales 825 están relacionados con becas y 514 son administrativos. También hubo caídas significativas en el INTI (-271) y en la Comisión Nacional de Energía Atómica (138 despidos).

Carolina Marvaldi tiene 31 años, meses atrás se recibió de doctora en farmacia y bioquímica. Se presentó a una beca postdoctoral para continuar con su proyecto que no le fue otorgada; quedó en la posición 22, con un puntaje que en años previos le hubiese alcanzado para ingresar. Investiga partos prematuros y quiere profundizar en patologías asociadas a la placenta. Sin embargo, ya no recibe un salario por participar del grupo de estudios en la Facultad de Medicina de la UBA y aceptó una propuesta del National Institutes of Health (NIH), el instituto nacional de salud del gobierno de Estados Unidos. “No fue fácil tomar la decisión pero con la vocación sola no se puede. Me gusta el proyecto que tengo en Argentina, el grupo de trabajo, pero si quiero seguir mi carrera en ciencia me tengo que ir afuera, con la esperanza de volver cuando tengamos financiamiento”, dice y se le quiebra la voz.

Edificio del National Institutes of Health (NIH), el instituto nacional de salud del gobierno de Estados Unidos a donde irá a trabajar Carolina Marvaldi.

Marvaldi es la nueva generación de científicos obligados a migrar de la que habla Pablo Manavella. El Estados invirtió en su formación durante 12 años, pero no puede seguir en Argentina porque no hay recursos y en enero de 2025 se va a Estados Unidos. “Mi decisión es consecuencia de las políticas económicas de Milei porque si me hubiese salido la beca yo iba a percibir un sueldo y me iba a poder mantener, pero en mi proyecto de investigación están paralizadas las convocatorias de la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica lo cual hace que mi jefe investigador responsable no pueda aplicar y obtener un subsidio para comprar los insumos que necesitamos para investigar”, explica.

“Mi idea es volver porque quiero hacer ciencia en mi país”, dice Marvaldi. Ninguno de los tres se quiere ir, pero hoy en Argentina, las y los científicos son “la casta” y no se salvan de la motosierra.

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