Una fábrica en ruinas y una fuente que aún recibe agua de manantial: así está hoy la Copelina, la embotelladora en la que aseguran se refugiaron los nazis después de la Guerra

Una fábrica en ruinas y una fuente que aún recibe agua de manantial: así está hoy la Copelina, la embotelladora en la que aseguran se refugiaron los nazis después de la Guerra

 Supo ser la planta más grande del sudoeste bonaerense. Sobre la gran casona se tejieron un sinfín de leyendas que aún atraen a curiosos que pese a las advertencias que los cuidadores del predio pusieron alrededor de toda la estancia se animan a cruzar los alambrados para tener un recuerdo de la vieja fábrica en ruinas.

 

Ya no hay camiones que constantemente entran y salen, la tranquilidad de la Sierra se ve alterada en ocasiones por grupos bikers o caminantes que guiados por un celular buscan cómo llegar al gran predio en el que, durante décadas se tejieron un sinfín de leyendas sobre radioactividad y nazismo. Dentro de la estancia, que se encuentra llena de advertencias que prohíben el ingreso y la caza en el predio,  la fábrica de la embotelladora de Agua de Manantial La Copelina resiste el paso del tiempo.

Detrás de un gran parque custodiado por palmeras la  gran casona de piedra estilo pintoresquista se erige imponente pese al evidente deterioro. La escalera, llena de restos de tejas, hojas y hormigueros conduce a un interior de grandes ventanales, que fueron parte de las oficinas administrativas y de los que solo queda la estructura de madera reseca. Los vidrios son solo un recuerdo.

La historia de La Copelina se remonta a 1920 cuando el doctor Manuel Carbonell comenzó a forestar la zona de la Sierra de los Padres con plantaciones de lúpulo, palmeras y robles.

De acuerdo a los registros de la epoca, en 1931 fundó en cercanías a la laguna La Brava la estancia La Copelina. Entonces, Don Bartolomé Ginocchio comenzó a explotar las propiedades del agua de un manantial que había quedado dentro de la finca tomando como parámetro las investigaciones de Carbonell que daban cuenta de la terapeuticidad del agua de manantial.

“Majestuosos cerros rodean el pintoresco valle de la Copelina; sobre la cumbre de uno de éstos, dotado de camino para autos, hay una gruta con la imagen de la Virgen de la Fuente presidiendo el vasto panorama; al pie de esta soberbia mole se destaca la gallarda silueta del establecimiento industrial de los señores Bartolomé Ginocchio e hijos Ltda", escribía en su edición de febrero de 1932  la revista Caras y Caretas.

En la misma edición se da cuenta que, en un litro de agua de La Copelina “la radiactividad hace pasar una corriente de 17 unidades Mache", equivalente a 270 becquerelios (Bq).

De acuerdo a las investigaciones de la época, la radiactividad y los minerales producían el efecto de "facilitar la digestión estomacal, regularizar las funciones del hígado y aumentar la secreción urinaria, realizando un verdadero lavado del organismo". "Es el agua de régimen por excelencia", aseguraba el doctor Carbonell.

En los avisos de la época se publicita el agua de manantial radiactiva en sus versiones con y sin gas como un producto con “beneficios absolutamente positivos en regímenes dietéticos”, al tiempo que describían el agua como “bacteriológicamente pura”, “acentuadamente radiactiva” y “debidamente alcalina”

La Guerra, el principio del ocaso para el gigante bonaerense

Luego que Estados Unidos lance las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, la radioactividad y sus efectos comenzaron a estar en boca de todos y ese parece haber sido el punto de inflexión en el auge de la embotelladora que proveía de agua radiactiva a gran parte del sudoeste bonaerense.

Esto, sumado al ingreso de las grandes multinacionales como Coca-Cola y Pepsi-Cola al negocio de las aguas minerales hacia fines de los años 50 afectaron considerablemente la producción nacional que no dejó exenta a la embotelladora local.

Fue la época en la que las clásicas botellas verdes cambiaron sus etiquetas para seguir funcionando hasta la década del 60 cuando el negocio se volvió inviable gracias a un mito que aún perdura en el imaginario colectivo basado quizá en la falta de documentación: la llegada de los nazis a la ciudad.

Según el historiador Héctor Miguel Fernández, la estancia fue el lugar que eligieron integrantes del partido socialdemócrata alemán para refugiarse luego de la segunda guerra mundial y ello (aunque nunca se pudo comprobar su teoría) junto con la detección de radioactividad en el agua contribuyó a que se acelere la debacle de la empresa.

Son muchos los interrogantes que dejó el cierre sorpresivo de la Embotelladora entre quienes habitaban Mar del Plata y Balcarce durante fines de la década del 50, que no tardaron en atribuir la debacle además, a la presencia de seres de otro plano en el lugar que originalmente fue habitado por comunidades aborígenes. Aunque, si hacemos un análisis la fecha de cierre coincide con el avance de las grandes multinacionales en el negocio del agua mineral, y la falta de un suministro eléctrico acorde a las necesidades de una planta de tales magnitudes. Aún hoy quedan restos de los grandes generadores que se utilizaban para dar energía y que demandaban combustible en grandes cantidades en un contexto económico adverso.

Lo cierto es que el predio fue abandonado en 1960 y desde entonces genera curiosidad entre quienes buscan rutas alternativas para realizar deporte o están a la expectativa de tener una conexión especial con amanecidos de mediodía.

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