Sebastián empezó a producir en el fondo de su casa gracias a un préstamo de $30.000 de sus suegros. Hoy, la empresa Gregui -de triple impacto- tiene un galpón de 400 metros cuadrados en Tandil y el objetivo de alcanzar el desecho cero e incorporarse a la economía circular.
Por: Mariana Prado.
Gracias a un préstamo de $30.000 que le dieron sus suegros, Sebastián Gregui dejó la profesión de electricista para incursionar en la producción de placas de hormigón. Empezó en 2015, en el fondo de su casa y dos años después logró cancelar la deuda. Fue entonces cuando buscó un sello “diferenciador, disruptivo” y decidió investigar cómo reemplazar parte de las piedras por plástico reciclado.
A partir de un acuerdo con la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN), empezó a investigar cómo reutilizar los plásticos que son parte de los Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE).
Así nacieron los pisos y revestimientos de pared en hormigón premoldeado con lo que registró como PlastiHormigón, un producto mezcla de base cementicia con agregado de plásticos provenientes de los RAEE.
Hoy, alquila un galpón de 400 metros cuadrados cubiertos, en donde produce por mes más de 300 metros de baldosas, 200 metros de revestimiento y unos 300 durmientes. Solo las baldosas requieren de 4000 kilos (equivalentes a dos camiones frigoríficos) de plásticos RAEE. En los últimos dos años, lleva reutilizados más de 30.000 litros de agua y evitó la extracción de más de 70.000 kilos de piedra.
De profesión electricista, Sebastián Gregui se metió en el negocio de las placas de hormigón y le sumó un sello personal: el plástico duro reciclado de los RAEE (Foto: Gentileza Gregui).
“Somos una empresa de triple impacto y de ahí vamos hacia la economía circular. Hay muchas cosas que se pueden hacer y muchas cosas que se pueden replicar”, dijo Gregui en diálogo con TN, un empresario tandilense que ya inició el camino de “reducir, reutilizar y reciclar”.
Los precios de sus productos son entre un 10% y un 15% más altos que las baldosas y los revestimientos que no contienen plástico, debido a que la producción requiere de pasos adicionales: el picado, el triturado y el afilado de las cuchillas.
Pero teniendo en cuenta que cada argentino produce 10,5 kilos de RAEE por año (2 kilos más que un año atrás), la reutilización de esos desechos es fundamental para evitar la contaminación ambiental y la extracción de recursos naturales, en el caso de Gregui, la piedra de las sierras.
La innovación al servicio del cuidado del ambiente
Como electricista, Gregui “corría de un lado a otro solucionando problemas”, pero decidió que tenía que cambiar de rumbo y empezar un emprendimiento propio. Así se metió de lleno en la fabricación de placas del hormigón y luego sumó las baldosas. Del fondo de su casa pasó a un galpón y después a otros, pero sintió que necesitaba algo más, algo que marcara la diferencia con sus competidores.
Gregui fabrica todo tipo de baldosas con PlastiHormigón (Foto: Gentileza Gregui).
Fue entonces cuando su esposa, docente, le habló de un proyecto que estaba haciendo con sus alumnos con unas muestras con telgopor y hormigón y ahí surgió la idea de vincularse con la UNICEN para trabajar el reciclado de plásticos.
“En una primera instancia pensamos en las botellas, pero ya tienen un mercado y un nicho muy bien definido; entonces pensamos en los plásticos provenientes de los RAEE, que son un problema”, explicó.
Los RAEE tienen diferentes destinos. Algunos se pueden reparar; cuando resulta imposible, algunas partes se pueden utilizar para otros equipos electrónicos, los metales tienen su propio nicho de negocio, y el plástico duro ahora se puede destinar a baldosas para pisos, baldosas térmicas para los bordes de las piletas, bloques de hormigón y hasta durmientes.
“Encontramos la forma de ir incorporando esos plásticos en la mezcla cementicia y junto con la UNICEN empezamos a hacer un montón de ensayos sobre la flexión, la compresión, la resistencia, y fuimos viendo cuánto teníamos que reemplazar de la piedra para reducir el extractivismo”, explicó Gregui.
Empezó en el fondo de su casa y hoy alquila un galpón de 400 metros cuadrados cubiertos y 500 descubiertos (Foto: Gentileza Gregui).
Cuando estaban por terminar de cerrar el modelo de negocio, irrumpió la pandemia y demoró el proceso cerca de un año y medio adicional. “A fines de 2021, principios de 20222 lanzamos el PlastiHormigón, con la idea de que la íbamos a romper, pero nada de eso pasó. A la gente no le importaba mucho si tenía plástico o no, pero con el tiempo logramos que la comunidad entienda qué es lo que hacemos”, contó.
Hacia la economía circular
Entre los objetivos a futuro, Gregui mencionó evaluar la incorporación de algunos desarrollos de cemento producido con productos vegetales u orgánicos para suplantar la arena y la piedra. El problema que enfrenta es que “todavía no está muy desarrollado y encarece los costos”, a la vez que “no tiene la misma fuerza que tiene el cemento convencional”. Pero no duda de que la investigación va a llegar a buen puerto.
Además, en esa propuesta de empresa de triple impacto, los plásticos de los RAEE se los compra a una cooperativa que, también gracias a un acuerdo con la universidad, armó una startup que le permitió pasar de cinco a 15 integrantes.
¿Qué plásticos usan? Todos los contenidos en aparatos que funcionan con corriente eléctrica y que un hogar puede desechar, como computadoras, modem, TV, carcazas de aire acondicionado, monitores, artículos de línea blanca, lamparitas LED, entre otros, y están cerrando un acuerdo con una empresa de Tandil que hace recambios en chapa y pintura para obtener los plásticos de las ópticas y de todos los materiales que no pueden reutilizar.
La empresa Gregui incorporó el PlastiHomigón a baldosas, revestimiento y hasta durmientes (Foto: Gentileza Gregui).
¿Qué pasa con los residuos que ellos mismos generan? Según Gregui, hasta la yerba del mate que toman en la fábrica tiene su destino, todo salvo las bolsas de cemento.
“Las tarimas que se rompen las volvemos a usar; el agua, la enjuagamos y la volvemos a incorporar en la fabricación; los chicos toman mate o café y tenemos un tarro especial para que lo tiren, porque hay una empresa que lo retira para hacer abono, y vimos que hay emprendedores que hacen un ladrillo ecológico para quemar, como un leño ecológico, y creemos que las bolsas de cemento podrían llegar a ese destino y entregarse o para la venta o para alguna acción social de gente que necesite algún tipo de calefacción, porque el invierno en Tandil es bravo”, dijo el empresario.
Para reducir la huella de carbono, busca que cada vez que movilizan una camioneta no vaya o vuelva vacía. “Con un proveedor estamos logrando que cuando nos trae mercadería, al regresar lleve durmientes o baldosas para distribuirlos en su zona, y estamos tratando de que otros proveedores hagan lo mismo”, dijo. Ese es el único modelo de logística que el empresario tandilense ve como una opción para ampliar el radio de ventas a Córdoba o a Mendoza, por ejemplo, donde ya tiene demanda.
“Lo que me gustaría llegar es a hacer un producto que sea por lo menos un 70% con material reciclado y que tengamos reduzcamos el extractivismo al mínimo posible, ya sea de piedra o de la arena, y que sea un producto realmente muy sustentable y con los lineamientos de la economía circular. Lo que estoy generando es una idea y una conciencia, y apostando al valor del capital humano”, completó.
Comentá la nota