Por: Ernesto Tenembaum. El jueves pasado, la ex presidente Cristina Kirchner tomó una determinación muy delicada. Su hija menor, Florencia, no podía volver al país porque estaba enferma: un problema de drenaje de su sistema linfático le hinchaba las piernas y eso le impedía tomarse un avión.
En condiciones similares, la mayoría de las familias protegen a la persona que está padeciendo, especialmente si es un hijo. Se concentran en ella. Intentan que las energías no se dispersen, que se orienten en función del objetivo prioritario: que el hijo se cure. Cristina Kirchner hizo otra cosa. Difundió un video que, naturalmente, iba a tener un gran impacto público y desató un debate innecesario sobre su hija, en un momento delicado para la salud de esta. Dadas las condiciones en que se desarrolla el debate público en la Argentina, todo se puso muy desagradable. Si el estrés, como dicen los especialistas, es un elemento determinante en la evolución de la dolencia, es difícil entender el aporte de Cristina.
El argumento central del video de Cristina sostenía que los problemas del sistema linfático de su hija Florencia se debían a la persecución judicial que sufría. Eso desató una catarata de expresiones de personalidades públicas que pierden la sensibilidad cada vez que la grieta se instala en su horizonte. Los unos (Eduardo Feinmann, Cristina Pérez, Pablo Sirven, Amalia Granata, Fernando Iglesias) intentaban demostrar que Florencia era una prófuga y una ladrona hija de ladrones inescrupulosos que la sumaron a sus fechorías. Confirmaban alegremente así el odio que denuncia Cristina cada vez que habla. Los otros (Mayra Mendoza, Gabriela Cerruti, Fernando Espinoza, Hugo Yasky, Juan Grabois) denunciaban que Florencia era víctima de los profetas del odio, de la persecución anti-K, de Mauricio Macri, de Claudio Bonadío, del antipueblo, de la antipatria y advertían que tarde o temprano sonaría el escarmiento.
Para unos Florencia era una mártir: la redención de Evita y los desaparecidos en un solo cuerpo. Para otros, Florencia era una ladrona hija de ladrones que merece lo peor.
En el medio de todo este delirio había una joven, en Cuba, con las piernas hinchadas, esperando para volver a un país donde algunas personas extrañas tienen un rol demasiado influyente. Tal vez tengan razón quienes dicen que Florencia es una víctima. Es más discutible de qué o de quiénes: ¿de las decisiones políticas de sus padres? ¿Del odio de los enemigos de sus padres? ¿De algunos de los manejos económicos de sus padres? ¿De cierto ensañamiento de la Justicia con su familia? ¿De toda esta locura en cuyo centro está ubicada tal vez sin haberlo elegido?
En un país más sereno, las cosas se podrían tomar de otra manera. Todos los médicos coinciden en que el exceso de presión —el estrés— puede generar dolencias en las personas: un proceso judicial, la muerte de un familiar, una quiebra, una mudanza, un despido, un desengaño amoroso, la vida con sus idas y vueltas. Hay personas más propensas a eso que otras. El vínculo entre las peripecias de la política y las enfermedades personales es mucho más difícil de demostrar.
Néstor Kirchner murió cuando ocupaba el centro del escenario en un ardoroso debate público. ¿Fue, entonces, asesinado por quienes lo criticaban? ¿Por Clarín? Enrique Olivera falleció luego de que durante el Gobierno de Kirchner le inventaran la existencia de una cuenta en el exterior. ¿Fue asesinado por Kirchner? ¿El cáncer de Héctor Timerman se debe a la investigación de su rol en la firma del memorándum con Irán? ¿El cáncer de garganta de Héctor Magnetto encuentra su causa en el odio anti-Clarín del kirchnerismo? ¿Y el problema que derivó en la operación que sufrió Cristina en el 2012? ¿Y el riñón trasplantado de Jorge Lanata?
Culpar a adversarios políticos de problemas de salud propios no es la mejor manera de convivir en una sociedad. Cuando Cristina echa a rodar esas acusaciones, abre la Caja de Pandora. Muchas personas esperan con el cuchillo entre los dientes el sonido de sus trompetas. Y arrancan: "Chorra, hija de chorros, vendepatrias, antipueblo". La grieta, expuesta en toda su degradación. En general, quienes se entretienen con este jueguito pertenecen todos a una clase social privilegiada, no viven en carne propia los problemas reales del país y entonces tienen tiempo para estas cosas.
El alegato de la ex Presidenta tiene un segundo elemento polémico, cuando sostiene que Florencia es víctima de una persecución. Las causas que se sustancian sobre la conducta de la familia Kirchner merecen, como está ocurriendo, un exhaustivo escrutinio público. Hay argumentos convincentes para sostener que la conducta del juez Claudio Bonadío está motivada por una pelea personal. Al mismo tiempo, hay demasiados hechos de corrupción sobre los cuales Cristina Kirchner prefiere no opinar nada, nunca: solo se limita a denunciar que la persiguen. En su última intervención en el Senado comparó su situación con los desaparecidos en la ESMA. "Siempre fue así. Era así en la dictadura, cuando los metían en la ESMA, pero además de meterlos en la ESMA por subversivos, les robaban el lavarropas, la heladera y le hacían firmar una escritura a la madre".
La Argentina tiene una historia reciente donde miles de ciudadanos eran encarcelados, torturados, desaparecidos, exiliados. En democracia, sin condena previa, fueron detenidas personas de origen tan diverso como Carlos Menem, Domingo Cavallo, Diego Maradona, Ernestina Herrera de Noble, los hermanos Rohm, Marcelo D'Alessio, María Julia Alsogaray, Jorge "Fino" Palacios, Julio De Vido, Juan Pablo "el Pata" Medina, Milagro Sala. Tal vez ese detalle —la prisión sin condena previa— pueda establecerse como un elemento para diferenciar entre un proceso judicial irritante y quizás injusto de una "persecución despiadada". Florencia Kirchner viajó a Cuba a un festival, volvió, guionó un documental donde se sugiere que el Gobierno de Mauricio Macri asesinó a Santiago Maldonado, volvió a viajar a Cuba a un curso de guion. En cualquier foro internacional sería difícil de sostener que se trata de una perseguida política sin provocar alguna ironía.
Pero cuando Cristina lo dice, y lo dice de la manera en que lo dice, cientos de miles de personas lo creen, claman venganza, otros cientos de miles comienzan a pedir que vayan todos presos y el círculo de la locura se realimenta. Es lo que ocurrió, una vez más, esta semana.
Este episodio genera una pregunta relevante. Cristina Kirchner, en principio, es una de las candidatas con más posibilidades de llegar a la presidencia en diciembre. Estas cosas que dice, las acusaciones que desparrama, los odios que denuncia y al mismo tiempo provoca, ¿son reflejo de una estrategia política o de un pensamiento real? ¿Cree de verdad que es la más perseguida de la Argentina, que su martirio es similar al de las prisioneras de la ESMA? ¿Vuelve, en caso de que vuelva, una Cristina madura, como dijo Juan Grabois, o una Cristina más enojada y rencorosa que antes?Ganar una elección presidencial es dificilísimo, pero no es nada frente al desafío posterior de gobernar un país.
Un perseguido de verdad, Nelson Mandela, volvió de su martirio real a la presidencia, superó su historia terrible y se transformó en un hombre de Estado que unió a su pueblo. A él lo odiaban en serio, a él lo persiguieron en serio. ¿Es ese el modelo de Cristina o el contrario? En cada aparición pública sugiere lo segundo.
Su amigo personal, Eduardo Valdés, sostuvo en estos días: "En este contexto de odio no tiene sentido que sea candidata". ¿Es el odio de los demás? ¿Es el de sus partidarios? ¿Es el suyo propio? En cualquier caso, es la enfermedad que afecta a un país: más grave y más triste aún, si se quiere, que la de Florencia Kirchner.
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