Un estudio de la Universidad de Bath (Reino Unido), la Universidad Internacional de Cataluña (UIC) y la Universidad de Las Palmas ha evidenciado que la introducción de un impuesto sobre el azúcar en Cataluña, que aumenta el precio de las bebidas gaseosas y otros productos con alto contenido en azúcar, ha tenido un "efecto limitado y moderado" en la modificación de los hábitos y comportamientos alimentarios de la población.
Esta investigación, publicada en la revista 'Social Science & Medicine', se centró en el impacto del impuesto sobre el azúcar en la cesta de la compra de los ciudadanos, comparando el gasto de los clientes en Cataluña con el resto del país entre mayo de 2016 y abril de 2018.
En mayo de 2017 se introdujo un impuesto sobre las bebidas azucaradas en Cataluña, pero no en el resto de España. El impuesto tiene una estructura escalonada en la que el tipo aumenta en función de la cantidad de azúcar que contenga un producto. El enfoque catalán es un reflejo del impuesto de la industria de los refrescos del Reino Unido, que entró en vigor el 6 de abril de 2018.
El impuesto sobre los refrescos significó que, en promedio, una botella de un litro, que costaba alrededor de 1,02 euros el mes anterior al impuesto, aumentó a 1,18 euros. Sin embargo, uno de los efectos adicionales del impuesto ha sido la reformulación, por la que los fabricantes de bebidas han creado y comercializado nuevos productos con un contenido global de azúcar mucho menor.
A partir de los datos de los clientes obtenidos de las tarjetas de fidelidad de una cadena de supermercados española y comparando las cestas de la compra de casi un millón de hogares (844.943) antes y después de la introducción del impuesto, el equipo de investigación descubrió que los hogares redujeron las compras de bebidas con alto contenido de azúcar (gravadas) y aumentaron las compras de opciones con menos azúcar (no gravadas) como respuesta.
Sin embargo, esta reducción fue modesta. En general, calcularon que se produjo una reducción media del azúcar del 2,2 por ciento, lo que, repartido por persona, equivalía a unas escasas 3,7 calorías al mes. Sus resultados también mostraron un efecto distributivo, ya que los clientes habituales (es decir, los que hacen la mayor parte de sus compras en esta cadena de supermercados) y los de ingresos altos fueron los más afectados por el impuesto.
Esto podría deberse a que el impuesto era más llamativo para estos grupos o a que estos grupos representaban la mayor parte de la muestra. En consecuencia, los investigadores sostienen que "se necesita mucho más para influir en los comportamientos y reducir la obesidad, en particular entre los hogares más pobres".
"Aunque nuestros resultados demuestran cierto impacto en el cambio de comportamientos hacia productos más bajos en azúcar, este efecto es modesto en el mejor de los casos. Para que estos impuestos sean más eficaces, deben ser más visibles en la caja para que los consumidores sean cada vez más conscientes del coste añadido de sus elecciones con alto contenido de azúcar", explica la líder del estudio, Eleonora Fichera, del Departamento de Economía de la Universidad de Bath.
Para ello, la experta ve necesario que el impuesto sea más específico y que los productores se vean obligados a repercutirlo en los consumidores. "Aunque más del 20 por ciento del impuesto catalán se repercutió a los consumidores, no lo hizo en su totalidad, lo que hizo que el impuesto fuera menos impactante", detalla la investigación.
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