Se recupera de las heridas sufridas en una emboscada, cree que la patota actuó por orden del Gobierno provincial y desafía a los ministros Cornejo y Rodríguez.
"Que el ministro Alejandro Cornejo me muestre una sola causa que hayan abierto contra mí en treinta años que llevo trabajando. Una sola". Carlos Marín se recupera lentamente de las gravísimas heridas que sufrió en la madrugada del 12 de marzo, en una emboscada que el fiscal Federico Jovanovic caratuló como "intento de homicidio" pero que el ministro de Seguridad considera como "una pelea más entre pegatineros".Alejandro Cornejo, acorralado por hechos de violencia política que lo desbordan, no dudó en caracterizar a Marín como "un hombre violento".
Marín explicó a El Tribuno su sospecha de que fue víctima de un acto criminal, por la impunidad con que actuaron los agresores. De 48 años, padre de una familia de la que se siente orgulloso, con varios nietos, este hombre siente que aún está amenazado. Cuando volvió a su hogar, luego de la operación a que fue sometido en el hospital San Bernardo, los agresores pasaban largas horas en la puerta de su casa, que por supuesto, no tiene custodia.
"El 23 de febrero me comuniqué por última vez con Juan Pablo Rodríguez. Lo felicité porque había asumido como ministro y le dije que esperaba que la convivencia siguiera como hasta ahora". El WatsApp revela que Rodríguez le contesta "... no me voy a ocupar más de ese tema". Marín le sugiere que "de todos modos, vos podés bajar líneas", a lo que el ex empresario mediático le contesta: "No me meto más... juegan muy sucio"."A los pocos días fui a Tartagal y me di cuenta de que ya habían avisado de que estaba yendo... Creo que alguien avisó a la patota de que llegaba a Villa Palacios", relata.
Un ataque alevoso
El relato del Gobierno habla de "enfrentamiento entre pegatineros". Para Cornejo no se diferencia de cualquier pelea de patotas. Marín no da ese perfil. El ministro no pudo ver lo que ocurrió porque, como es habitual, las cámaras de seguridad de las que habla en sus discursos nunca funcionan donde hay delitos. En la entrada de Villa Palacios, al menos, no las había esa noche. Los pegatineros oficiales van custodiados, según explicó Marín, por vehículos de la Brigada de Investigaciones o del 911."Yo me trasladaba en mi camioneta acompañado por mi hermano y dos amigos, cuando encontramos un montón de gente que nos cerraba el pas
o. Si hubiera sido un patotero, como dice el ministro, no hubiera frenado. Era evidente que querían obligarme a parar. Yo bajé por el costado y en ese momento vi a un muchacho que conozco, 'Lupo' Chilo, que se me acercaba por el lado del conductor. Allí se me hizo la noche. Ya no recuerdo nada, salvo sensaciones extrañas, como de ahogo, y una pérdida de la visión. Me desperté dos días después, en el hospital".Marín y sus acompañantes creen que pudo ser un balazo que no entró al cráneo, o un cascotazo.
"Ellos escucharon el estallido del vidrio, nada más".El diagnóstico médico fue ambivalente. Admite las dos hipótesis. El daño en el parietal y el temporal izquierdo de Marín fue enorme, aunque la bala, si fue un disparo, no alcanzó a perforar el hueso.
"Me salvé de milagro", dice Marín, que trabaja en pegatinas desde hace treinta años. Primero fue para su partido, el PRS. "Con los muchachos del peronismo y del radicalismo competíamos, pero no peleábamos. Éramos todos militantes y queríamos ganar, pero hasta compartíamos la gaseosa. Ahora se pudrió todo".Marín cree haber escuchado disparos y está seguro de que los agresores se comunicaban por radio, aparentemente, con móviles policiales. "Yo no tengo la menor duda de que me estaban esperando a mí y no para pelear, sino para matarme.
Estoy seguro de que recibieron órdenes".Desde hace tiempo, Marín desarrolla la actividad de pegatinero en forma profesional. Trabajó para oficialistas como Javier David y Manuel Santiago Godoy, y para renovadores como Andrés Zottos, Julio Loutaif, Marcelo Lara Gros, entre otros. "Ninguno de ellos llamó para saber cómo estaba, a pesar de que nos conocemos de toda la vida".
"Creo que quieren monopolizar las pegatinas", señala Marín. La Comisaría de San Remo no quiso recibir la denuncia. El despliegue de los atacantes fue bastante ampuloso como para que pasara desapercibido, pero actuaron con total impunidad. No hay detenidos. "Se equivoca el ministro cuando piensa que la violencia es normal. Ahora, parece, se está haciendo común, pero nunca será normal", se despidió Marín.
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