Un testigo, que declaró en la causa, señaló una de las fotos que le mostraron como la del hombre que lo encañonó y se lo llevó del club.
“¡Ayúdennos, ayúdennos!”, fueron las únicas palabras de dolor que transmitió su mujer cuando el cortejo partió cerca de las 15 de ayer desde la casa velatoria de la avenida La Plata al 900, rumbo al cementerio. Entre coronas, llantos y centenares de personas, tampoco faltaron los cantos emotivos de los amigos y numerosos integrantes del gremio que se hicieron presentes para dar el último adiós al sindicalista. “Era una persona espectacular, jamás pensamos que podía terminar así. Es muy duro lo que pasó y no hay palabras para explicar lo que se siente”, se animó a decir entre lágrimas a PERFIL un compañero del gremio de la víctima.
Rodríguez tenía 49 años. Era presidente y tesorero del Sindicato de Obreros y Maestranza (SOM). Fue secuestrado el miércoles pasado por dos hombres armados que se lo llevaron del Fénix Club de Villa Devoto, donde se encontraba con unos amigos para jugar un partido de básquet. Poco después lo encontraron en una zanja, cerca del Camino del Buen Ayre y Ruta 8, en San Miguel. Tenía un disparo en la cabeza. En estado crítico fue trasladado al hospital Lacarde de San Miguel, donde murió mientras era intervenido quirúgicamente.
Por lo pronto, el móvil del crimen de Rodríguez es un misterio. Los investigadores no descartan nada, aunque la pista más fuerte apunta a un ajuste de cuentas vinculado a su trabajo en la obra social, allanada en diciembre pasado en el marco de la causa conocida como “la mafia de los medicamentos”. Otra hipótesis que trabajan es la que apunta a un tema relacionado con la vida privada y una serie de cheques rechazados (ver aparte).
Un testigo clave. PERFIL dialogó con un testigo clave del caso que, por temor, pidió preservar su identidad. Según contó, el miércoles pasado estaba en el club de Devoto cuando el gremialista fue secuestrado. El hombre aportó datos concretos ante la Justicia que podrían ayudar a dar con los autores.
“Uno de ellos era rubio, con ojos verdes, tez blanca, delgado y de 1,70 metro. Estaba bien vestido y tendría entre 25 y 30 años”, detalló el testigo, quien destacó que lo reconoció cuando le exhibieron una foto en un álbum policial. “Apenas lo vi, lo reconocí. Estoy seguro en un 99 por ciento”, afirmó. Además, aportó datos de su acompañante y entendió que, por la forma de actuar, los captores sabían lo que hacían. “Con la profesionalidad con la que se manejaron, no eran ningunos inexpertos”, dijo.
Rodríguez y sus amigos se juntan todos los miércoles y sábados a jugar al básquet en ese club. Pertenecen a un grupo de veinte santiagueños que se conocen desde chicos y que se reencontraron en 2003 en Buenos Aires por distintas circunstancias de la vida.
“El miércoles, Roberto llegó al club cerca de las 20.45. Estaba tranquilo y se puso a fumar un cigarrillo, como lo hacía siempre. A los cinco minutos, entran dos hombres preguntando quién era el dueño de la camioneta 4x4 que estaba estacionada en la puerta”, recordó el testigo.
Rodríguez no se resistió después de que los delincuentes les dijeran que “la cosa no es con ustedes y vos venite con nosotros”. “Uno le apuntaba a la sien y el otro le cubría las espaldas. A nosotros nos dijeron que nos quedemos quietos, si no nos quemaban”, añadió.
A los pocos minutos llegó el resto del equipo de básquet que vio desde afuera el momento en que se llevaban a Rodríguez en su Honda CRV. El hombre relató que, mientras algunos de sus amigos llamaban a la policía y al 911, otros decidieron perseguirlos. Pero el resultado fue infructuoso: encontraron la camioneta abandonada a pocas cuadras del club. Sin embargo, a los secuestradores y la víctima les habían perdido el rastro.
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