Nació con la llegada del tren, a fines del siglo XIX. Si bien forma parte del patrimonio, distintas entidades advierten sobre el descuido del sector.
Hasta allí viajaban las familias aristocráticas de la época y enseguida se trasladaban en carruajes hacia el Bristol Hotel y sus alrededores, en donde poco a poco comenzaron a aparecer importantes residencias. Pero las distancias se acortaron con el origen de la Estación Sud, en las manzanas comprendidas por las calles Alberti, Alvarado, Sarmiento y Las Heras, en donde hace apenas unos años todavía operaba la terminal de ómnibus.
Si bien el denominado conjunto de la Estación Norte aún sigue en pie, la construcción de la nueva estación ferroautomora, en 2009, provocó daños en gran parte de su estructura declarada patrimonio histórico, y hasta la pérdida de equipamientos que daban testimonio de cómo había sido la colonización inglesa en el país y el mundo.
La puesta en marcha de la flamante terminal también impactó en las edificaciones del paseo de la calle 9 de Julio, entre San Juan y Jara, en el que un puñado de casas de puertas y postigos altos resiste el paso del tiempo y el negocio inmobiliario.
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Osvaldo Balbi tiene 98 años, es alto y usa anteojos de carey oscuros. Llegó al lugar cuando Luro era apenas una calle de tierra y más allá de Marconi sólo había campo. Desde entonces vive en una casa construida en 1910 sobre la mano impar de la calle 9 de Julio, frente al predio del ferrocarril.
Este hombre, que tiene casi la edad del barrio, tenía pocas pulgas en sus años mozos. “Íbamos con los muchachos a la municipalidad y le exigíamos al intendente o comisionado de turno que nos hiciera, por ejemplo, la obra de gas. Y lo hacía, porque sino se le armaba un lío bárbaro”, recuerda.
La primera sede de la sociedad de fomento de Estación Norte funcionó justo al lado de la casa de Osvaldo, un punto de encuentro de vecinos que después de salir del trabajo, entre juegos de cartas y mate, debatían sobre cómo avanzar con el siguiente reclamo ante las autoridades municipales.
Después de varias mudanzas, la entidad barrial quedó prácticamente inactiva durante algunas décadas. Ahora opera en un inmueble prestado por la familia Barragán y es epicentro de múltiples actividades que volvieron a poner en movimiento a uno de los sectores más tranquilos de la ciudad. Hay un taller de costura, clases de dibujo, apoyo escolar. Hay gente que entra y sale constantemente.
Silvia Sica, vive ahí desde hace más de 40 años y es la secretaria de la asociación vecinal. A ella le gusta hablar del abuelo Balbi o de los hermanos Trotta, los primeros pobladores del barrio. Cada tanto, busca la agenda, agarra el teléfono y los llama. Les pregunta si recuerdan qué había en tal o cual esquina. O qué funcionaba en alguna dirección que ahora se convirtió en un galpón de reparación o playa de estacionamiento de los micros de larga que andan por las calles angostas del barrio, sobre una capa de diez centímetros de asfalto que tapó para siempre los adoquines que antes habían tapado la tierra. “Hay que cuidar a los viejitos, ellos tienen la historia de nuestro barrio, nuestra historia”, dice.
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El progresivo deterioro y abandono del equipamiento histórico de la Estación Norte fue advertido en reiteradas oportunidades por Héctor De Schant, responsable de la entidad "Mar del Plata mosaico de identidades". Este arquitecto y docente universitario impulsa desde hace tiempo un proyecto para convertir el espacio de Luro, entre Jara y San Juan, en un parque lineal con características similares a la Plaza del Agua. Inclusive, propuso utilizar el abandonado galpón de máquinas de 1885 para crear un "Depositario de la Memoria Barriales". Es resumen: transformar el área en un polo cívico y cultural, que además promovería una nueva etapa de desarrollo.
"En ese lugar están los orígenes de la ciudad. El galpón y las casas patronales, entre otros elementos de Estación Norte, son importantísimos por lo que representan para nuestra historia, el medio ambiente y hasta para la creación de una nueva razón turística. No jerarquizarlo es un error brutal", repitió ante todo aquel que quiso escucharlo.
Pese a insistir y aún con el respaldo de instituciones, familias y comerciantes tradicionales del barrio, De Schant jamás logró que su iniciativa fuera tenida en cuenta por la Secretaría de Cultura de la municipalidad.
Para Cristian Andreoli, arquitecto y presidente de MdP a + u, la falta de interés en preservar ese conjunto patrimonial fue letal, sobre todo, a partir de la construcción de la ferroautomora. "Se produjeron daños en el edificio principal con una construcción que perfora el andén original con grandes columnas, y las cabinas de señales fueron arrasadas. Esto daña no sólo la materialidad del edificio histórico, sino también la imagen de la estación. De una forma más brutal no se pudo haber hecho", enumera. Sin embargo, aclara que los daños no son irreversibles y que apenas hace falta un poco de buena voluntad.
- Entonces, ¿pueden convivir edificaciones tan antiguas con el funcionamiento de la nueva estación?
- Por supuesto. Conservar el patrimonio no es tenerlo como una pieza de museo, sin uso y sin posibilidad de que se le integre nueva arquitectura. Pero eso tiene que ser en el marco de un proyecto que lo respete, que no lo anule ni lo invada, como sucede ahora. Lo mejor que le puede pasar al patrimonio es mantenerse con uso.
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