En el sur de la provincia, donde las lluvias caídas durante los últimos días provocaron crecientes en los ríos, la gente, angustiada y sin consuelo, se dedicó el sábado a extraer el lodo de sus casas y a recuperar lo poco que les dejaron las inundaciones.
Frente a la vivienda de Ramona Carrizo, en el paraje Santa Rosa (Aguilares), un montículo de calzados, ropas, electrodomésticos y muebles, todos inservibles y embarrados, patentizaban el drama que embarga a casi 800 familias damnificadas por las crecidas. Es una imagen que se multiplica durante cada recorrida.
“Cuando el agua nos tapa, las autoridades nos traen chapas y colchones que se los lleva la próxima creciente. Ahí están, mírelos” se quejó la mujer, señalando los restos de las pertenencias estragadas por el líquido enlodado que los había castigado. “Estas entregas no nos sirven de nada. Lo que queremos es que se haga un trabajo serio en el río. Que nos brinden seguridad y eviten que las aguas nos despojen de lo que conseguimos con tanto esfuerzo”, planteó Carrizo.
El jueves quedaron anegadas por el desmadre del río Chico las poblaciones de Santa Rosa, Río Chico y Colonia Uno de Santa Ana. Tan solo en esa zona, unas 600 familias fueron sorprendidas durante la noche por un torrente descontrolado. Según Julio Saavedra, de Río Chico, la marea negra llegó de repente. “Pero, aunque avanzó lentamente, tenía una fuerza que te tiraba al suelo si te agarraba”, recordó.
Rubén Alfaro se transformó en un enfurecido vocero de los vecinos anegados, mientras estos no paraban de sacar el barro de sus viviendas. “Esta es la herencia de José Alperovich, que nos dejó un río que sale de cauce apenas llueve un poco más de lo normal. Presupuestaron obras que nunca se hicieron como corresponde”, sostuvo. Y reclamó médicos y medicamentos para el Caps del lugar, que permanecía cerrado. Las asistencias sanitarias estaban focalizadas en Villa Hileret, a tres kilómetros de ahí.
En la escuela Luís Gianneo la creciente castigó con fuerza. La tapia del sector sur se desplomó y el patio y las aulas quedaron alfombradas de barro. “Aquí estamos abandonados. No nos dieron ni agua. Los que llegaron a visitarnos fue para la foto nomás”, añadió Alfaro. Mientras tanto, el puente del río Chico se transformó en una especie de dique con un montículo de troncos de árboles que quedaron bajo el viaducto. “Si no los sacan cuanto antes, otra creciente podría ser catastrófica”, advirtió Carlos Díaz.
Arcadia
El viernes, el Gastona salió de su cauce e inundó el barrio San Roque de Arcadia, ubicado en la ribera norte. El agua golpeó a unas 200 familias, de las cuales fueron evacuadas unas 19. El sábado permanecían en la escuela Pedro León Cornet 54 personas, que eran asistidas con alimentos y atención médica. Muchos damnificados se negaron a abandonar el lugar y pasaron la noche en las vías del ex ferrocarril.
“La gente gritaba que se venían las aguas y sólo atinamos a tomar los niños y correr a las vías” recordó Alejandro Garzón. En un año la zona sufrió tres desmadres del cauce. Los vecinos, todos de humildes condiciones, confesaron su anhelo de conseguir un terreno seguro. “No podemos seguir arriesgando ahí nuestras vidas y la de los hijos. Estamos a metros del río, que ya no tiene ni barrancas. Queremos que el Gobierno nos brinde la oportunidad, a través de una financiación, de acceder a una nueva propiedad”, planteó Griselda Coronel.
Por su parte, Rubén Raúl Fernandez exigió trabajos en el cauce del Gastona.“Se tiene que dragar, bajar el piso que está colmatado. Y eso se nota en el puente. Antes por debajo podía pasar un tractor con carros Java. Ahora cualquier adulto se tiene que agachar para atravesarlo. El agua ahora tiene menos escurrimiento y por eso desborda cada tanto”, observó.
Alerta
La médica Silvina Mazzuco, jefa del área Sur del Siprosa, aseguró que en Arcadia, Río Chico y Santa Ana la situación sanitaria está controlada. Refirió a la aparición de patologías menores y propias de la situación ambiental, como resfrío y bronquitis. Mientras se agita el fantasma del dengue, advirtió que el Siprosa intensificó las tareas de fumigaciones para eliminar los mosquitos transmisores de la enfermedad. También se entregó a los inundados elementos para la desinfección de sus propiedades.
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