Por Rubén Rodó
Con los números a la vista de la última encuesta de Hugo Haime, el gobernador se espantó y súbitamente despertó a la realidad. Con un violento volantazo, pragmático, decidió rediseñar la estrategia electoral ante el choque de 2015.
Fue una reacción espasmódica, enredada en un juego fluctuante, sin rumbo fijo. Desmontó de la cabalgadura a su esposa, para reflotar, por ahora, la postulación de Juan Manzur. Para él, más confiable que la senadora, pero ya demostró que es poco taquillero. Resta saber qué decidió Betty Rojkés, a quien no es de arrear con el poncho así nomás.
Del sondeo de opinión, el Jefe pudo inferir que es demasiado peligroso exponer el apellido Alperovich a una probable derrota a manos del radical José Cano o tener una actuación deslucida -como olisquea- con el nombre de su cónyuge como sucesora del trono. Entre dudas, hizo otra movida de inciertos resultados. La fórmula elegida -que digamos- no levanta fervorosas adhesiones en las entrañas del peronismo, ni afuera.
Su decisión de sacar de la cancha a la zarina fue por la mala imagen revelada y su escaso magnetismo entre los sufragantes. En tanto, la sentará en el banco de suplentes, sin descartarla por si la necesitara más adelante. El zar especula -como soltó entre sus íntimos- con su vuelta al poder en 2019, y no quiere quemar su apellido (?), ni su capital político. ¿No sabe, acaso, que si hay algo volátil y escurridizo son los votos? Y mucho más en el peronismo que no tarda en buscar otro tutor, cuando huele olor a calas. Los sufragios no son un bien que se guarda en la caja de caudales por años.
Es de delirante hacer cálculos con tanta premura en una Argentina imprevisible y mutante. Sin una pizca de autocrítica, parte del convencimiento de que es un enviado providencial, tocado por el mesianismo. Cree, además, a pies juntillas, que su administración fue impar y que la gente añorará su retorno. De aquí a cuatro años, podría llevarse un chasco mayúsculo.
Hoy, en la vereda de enfrente, la opinión es diametralmente opuesta. La sociedad encuadrada en la clase media llegó al hastío por su autoritarismo, la corrupción y el latrocinio a cara descubierta de su gobierno, cualquiera fuera el ámbito donde se ponga la lupa. También se le achaca no haber solucionado, en tres mandatos, problemas básicos como la pobreza, la inseguridad y el flagelo de la droga con índices de grados extremos. De la calidad institucional, ni hablar, por la eficaz demolición del sistema democrático, con la eliminación de la división de poderes, sustituyéndolo por un régimen absolutista rústico y subtropical, egocéntrico.
Eliminada momentáneamente la senadora Rojkés de la selvática pelea por el premio mayor, resucitó, como otro globo de ensayo, al desahuciado ministro de Salud, a quien comenzó a darle cuerda junto con Osvaldo Jaldo. Les ordenó rastrillar juntos la provincia para recuperar a la feligresía perdida. Sería el dueto de la fórmula para 2015, si no se interpone la primera dama. Es como unir el agua y el aceite. Manzur y Jaldo se profesan desamores simétricos, pero obedecerán ciegamente al amo, obsesionados por el poder incierto que se dibuja ante ellos.
El objetivo del Jefe es, antes que nada, resguardar el apellido Alperovich, tanto el propio como el de su cónyuge. Ya reservó para ellos, dos butacas en el Senado de la Nación y se autocoronarán candidatos. Las elecciones son separadas, por lo tanto no figurarán en las boletas provinciales, ni traccionarán adhesiones. Como el reparto de bancas es por mayoría y minoría, la yunta, con él a la cabeza, piensa en una victoria sin sofocones. Con no todo el peronismo dentro de la jaula (estará en desbandada) podría tener una sorpresa desagradable, como la de Julio Miranda en 2003.
¿Murió antes de nacer?
Se duda que cuaje la maniobra reeleccionista de la camarilla legislativa. Aún no se concretó la anunciada acción judicial contra el artículo 45 de la Carta Magna, que fue tildado de inconstitucional y discriminatorio, porque prohíbe la reelección sin fin de legisladores. Dado el tiempo transcurrido y el repudio colectivo de la sociedad, al parecer, recularon sus impulsores. La intentona hubiera beneficiado a 23 de ellos, cuyo mandato expira en 2015. Cada uno debería presentar un amparo individual ante la Justicia, por sus derechos supuestamente vulnerados.
Detrás de la operación perpetuidad, se dibuja, difuminada, la mano de Manzur, relanzado por su patrón. Desde las sombras, el vicegobernador ausente la empuja con el beneplácito público del mandamás y la entusiasta cooperación de Juan Antonio Ruiz Olivares, hombre de confianza del zar, quien controla, desde su cargo de secretario administrativo de la Legislatura, la caja secreta del dinero impuro y reparte el naipe de los gastos sociales, junto con Regino Amado, titular subrogante del Parlamento. El intendente Amaya, en cuanto a la cuestionada re-reelección, contragolpeó a Alperovich, y le recordó que hay que cumplir la ley y la Constitución que hizo a su medida.
La maniobra continuista levantó resistencia dentro del propio Parlamento. Se retobó la tropa de Massa y la del intendente Amaya, y generó un choque verbal entre Gerónimo Vargas Aignasse y Raúl Hadla, con acusaciones cruzadas de vinculación con el narcotráfico y enriquecimiento ilícito. Ningún fiscal se dio por enterado de estos graves cargos, ni actuó de oficio, como era su deber inexcusable. De este entredicho podría salir un poco de luz sobre “la plata suelta”, como la define el obispo Rossi, de la que no se rinde cuentas. En el vértice de la Corte, cuando LA GACETA destapó el tarro maloliente de la reelección sin fronteras, no sólo hubo sorpresas, sino que se la desalentó, dejándose entrever el probable rechazo del amparo.
La aventura quedaría convertida en humo. El cruce entre los dos legisladores, hasta ayer nomás enrolados en las filas de José, podría perforar el hermetismo insondable de los gastos sociales. En verdad, no son otra cosa que indebidos emolumentos entregados a los parlamentarios, al margen de la ley, desde que Manzur tomó el timón del cuerpo. Hadla y Vargas Aignasse se desafiaron, públicamente, a presentar las declaraciones juradas de su patrimonio personal. La gente espera que no sea sólo una bravuconada.
Sería interesante para la sociedad, pues así podría medir la evolución de sus bienes, a partir del arribo a la función pública. Y más saludable sería aún que todos los legisladores, incluidos altos jerarcas, los imitaran, como también el gobernador y los ministros. La gente se enteraría de que un gobierno de millonarios maneja una provincia paupérrima. Plutocracia pura.
Si hay un tema que enardece a la gente en los últimos tiempos -del que habla a toda hora y genera indignación-, es el del dinero reservado, en montos que dan escalofríos, que se asignan a los legisladores. Mientras, extensos sectores de la comunidad ganan salarios de hambre. Una provincia con pobreza estructural no puede ofrecer la opulencia de los parlamentarios enquistados en la Legislatura, de la que no quieren irse.
Las prebendas las recibe la totalidad del oficialismo como los opositores. Unos más y otros menos, según el grado de sumisión. El silencio no es salud sino complicidad. No puede seguir encerrada en el mutismo la UCR (Federico Romano Norri, Ariel García, Roberto Sánchez y Fernando Valdez), ni tampoco las representaciones unipersonales del PRO (Alberto Colombres Garmendia); de Fuerza Republicana (Ricardo Bussi) y el demócrata cristiano José Páez.
La UCR habla del centenario respeto institucional del partido; el bussismo se califica a sí mismo como la fuerza moral de los tucumanos; el PRO se pavonea como el cambio y la democracia cristiana se enorgullece de sus orígenes. Sin embargo, nunca nada dijeron de esta anómala situación, que colisiona con la Constitución, la ley y las normas administrativas elementales. Jamás se oyó su desacuerdo con lo que se considera una inmoralidad. Si el peronismo calla, está la oposición para poner los puntos sobre las íes. Para eso los eligió la gente y su función primaria es la de controlar el poder, y controlarse a sí mismos.
Por ser opositores, están obligados moralmente a decir a la sociedad a título de qué perciben esas rupias espurias y cómo las gastan. Es dinero del pueblo, producto de los impuestos extorsivos que pagan los tucumanos no sin esfuerzo. Por lo tanto, el pueblo tiene derecho a saber de qué se trata.
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