En 1918 el equipo "Patria" perforó por primera vez la zona y el hallazgo convirtió a ambas localidades neuquinas en el corazón del oro negro. Nostalgia, abandono y una identidad en crisis. Qué significa hoy ser petrolero
Por Gimena García Blanco
Hay sol, pero aún está fresco. Omar Maraury se sienta al volante de su Peugeot 504 amarillo, modelo '81, y con la mano sube la ventanilla que había quedado trabada. El hombre que conduce es fotógrafo, tiene 61 años y ahora toma la ruta 22 para recorrer los 110 kilómetros que lo separan de Plaza Huincul, la localidad donde nació. Allí, el 29 de octubre de 1918, hace exactamente cien años, descubrieron petróleo.
Fue el segundo yacimiento petrolífero en el país después del de Comodoro Rivadavia, y el primer pozo en la provincia de Neuquén. Este hallazgo marcó la identidad de los habitantes del lugar de un modo definitivo. Omar detiene el auto cuando el rojo del semáforo lo indica aunque casi nadie cruce la ruta. Pasa por Plottier, por Senillosa y más adelante, por el monolito que recuerda al maestro Carlos Fuentealba, asesinado en 2007 durante una represión policial.
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Carga nafta en Arroyito y cuando quiere arrancar se rompe el acelerador. Los empleados de la estación de servicio lo arreglan y él les saca una foto que después mandará por Facebook al dueño de la parada para agradecerles. Luego, retoma el camino. No hay plantaciones ni animales al costado de la ruta. Sólo tierra, valle, algún paraje que aparece cada tanto. "Me fui de Plaza Huincul -dice Omar mientras conduce-. Estudié Derecho en La Plata y después me instalé en Neuquén. Y me dediqué a la fotografía, nada que ver con el petróleo. Pero vengo seguido a esta zona con mis alumnos a sacar fotos y siempre me vuelvo con un nudo en la garganta. Ver cómo quedó todo esto es duro". Así que eso hace Omar esta mañana soleada de septiembre: va a encontrarse con su nudo en la garganta.
Carlos Ortiz en el Monumento al Pozo Nº1 en el Campamento Uno. En la pared del Monumento está el trépano que usó el equipo Patria para la perforación
Hoy se cumplen cien años del día en que el equipo "Patria" descubrió que a 605 metros de profundidad había petróleo y gas. Así comenzaba la extracción en el Pozo Nº 1 y al mismo tiempo la historia de dos ciudades ligadas a la búsqueda del llamado "oro negro": Plaza Huincul y Cutral Có. Para llegar hoy a la Comarca Petrolera (así llaman a esta zona) desde Neuquén hay que tomar el micro de la empresa El Petróleo o conducir rumbo a la Cordillera, como hace Omar.
La entrada a Plaza Huincul es típica: una plazoleta con letras enormes que forman el nombre del pueblo. También hay una torre de petróleo que se usaba para perforación, un recuerdo al primer pozo, y un "Argentinosaurus Huinculensis", el dinosaurio más grande que haya habitado la tierra y cuyos fósiles fueron encontrados allí en 1987. Es una réplica construida en hierro y está algo abandonada desde 2002, cuando un incendio destruyó el revestimiento de poliuretano expandido y nadie se ocupó de arreglarlo. Omar maneja cinco minutos más y llega a Cutral Có ("Agua de fuego" en lengua mapuche) que es la ciudad hermana e inseparable de Plaza Huincul.
¿Cómo marcaron la frontera entre las ciudades? La historia dice que allá por 1970, Felipe Sapag, el gobernador de entonces, les había encargado a los intendentes de ambas localidades establecer hasta dónde llegaría Plaza Huincul y hasta donde Cutral Có. El Jefe Municipal de Huincul, Carlos Rivadulla, y el de Cutral Có, Dennis Ferreira, salieron en una camioneta. Anduvieron un rato, era todo monte hasta que encontraron un caño plantado en el medio del campo y se les ocurrió que ese podía ser el lugar. Hoy el límite es un zanjón.
La empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales –más conocida por sus siglas YPF- se creó cuatro años después del hallazgo de petróleo en Huincul, en 1922. YPF creó y sostuvo comunidades que luego se vieron perjudicadas por la política de privatizaciones y por crisis económicas internacionales, ya que este tipo de poblaciones relacionadas a los hidrocarburos sufren los vaivenes de los precios internacionales del barril. Los momentos difíciles no sólo dejaron desocupación y reducción de salarios, sino también edificios abandonados, predios invadidos por la naturaleza, estructuras en desuso y escombros.
El Cine Petroleum, que se levantó en 1926 y funcionó hasta 1968, tenía las butacas en planta baja para los vecinos y un palco arriba de la puerta de entrada para los funcionarios. Hoy está cerrado y tomado por una familia. El edificio que está al lado pertenecía a la Escuela Primaria 133 y está abandonado. La pileta olímpica donde los vecinos aprendieron a nadar está en desuso, con plantitas que brotan de su piso celeste desgastado y una familia que vive en el lugar. Ya no conserva el techo, ahora es posible ver los hierros de la estructura que la cubría. Alrededor de la iglesia Santa Teresita están las casas que construyó la empresa para sus empleados. Son todas iguales. Se vendieron con la privatización.
YPF armó un barrio alrededor del Pozo Nº1, en el punto geográfico más alto del valle, y lo llamó Campamento Uno. Como en ese lugar estaba la Administración Central, ahí vivían los gerentes, ingenieros, técnicos y jefes de la empresa. También había dos clubes (el Perforaciones, que hoy devino en "El Pérfora", y el Social), el correo, campo de deportes, una escuela y la plaza central con cancha de tenis. Hoy la entrada al campo de deportes está cerrada con un candado y la plaza está ahí, prolija, y con el buzón rojo en la esquina que recuerda otros tiempos de estampillas. En el edificio de la administración sigue funcionando una delegación local de YPF.
El segundo barrio importante que instaló la empresa fue el Campamento Central que era habitado en su mayoría por empleados y obreros. En ambos barrios los trabajadores y sus familias podían comprar en proveedurías a precios más bajos si mostraban la libreta familiar de YPF y había personal de la empresa que cuidaba jardines privados y plazas públicas. "La gente de mantenimiento iba a tu casa a cambiarte la lamparita si se te había quemado", cuenta Omar. Los "ypefianos", como llaman a los que trabajaron o crecieron al amparo de estas siglas, gozaban de ciertos privilegios. El resto quedaba excluido.
Carlos Ortiz, al que todos llaman "Carlitos", conoce los rincones y a todos los vecinos de Plaza Huincul y de Cutral Có. Señala lugares, fechas, biografías y detalles. Tanta memoria tiene que cuando el intendente o el ministro de Energía de la provincia no recuerdan un dato, lo llaman a él. Tiene un buen archivo y muchas ganas de hablar. Estudió en la escuela Mano de Obra con maestros de YPF que le enseñaban oficios. Hoy en ese lugar programan cursos de la municipalidad. Enfrente está el edificio de la vieja panadería del pueblo, donde ahora funciona la Comisión del Barrio Central y un centro de jubilados. La empresa lo contrató para que se ocupara de los almacenes, lavado y engrase, y en 1976 entró en tornería, donde se hacían los repuestos. Después entró a Gas del Estado, fue delegado del sindicato de Río Negro y Neuquén, y también funcionario de la Municipalidad de Plaza.
La mujer de Carlitos es Orfilia Benigar, más conocida como "la Cuqui". Ambos viven en Plaza Huincul y son jubilados de YPF. Cuqui y su familia sufrieron la marginalidad de "no pertenecer", de no ser ypefianos. Hija de un albañil, hermana de once hermanos, de los cuales sobrevivieron seis, se mantenían con lo que podían en Cutral Có. "La diferencia estaba con los de afuera. Yo nunca fui a la pileta del club de YPF. Ellos salía con autos nuevos, casas nuevas, viajes largos y mis días eran todos iguales", dice mientras prepara con su marido el almuerzo. Los tres hijos de Carlitos y Cuqui ahora trabajan para empresas de gas, la otra gallina de los huevos de oro en la zona. Neuquén es la principal provincia productora de gas y la segunda de petróleo, después de Chubut.
Omar y Carlos
Omar Maraury, el fotógrafo, nació en el hospital que YPF había construido en Plaza Huincul. "Mi papá era tesorero y por eso nos dieron una casa en el Campamento Uno pero mi viejo no era jefe, nada que ver", aclara Omar y lo hace porque tiene una profunda preocupación por las diferencias sociales que marcaba el hecho de ser parte de la empresa. Su casa estaba justo frente a la plaza principal. Un lugar estratégico en el campamento.
Otro de los "beneficios" que tenían los empleados era la visita a la "casa de la tolerancia" o "casa de chapa", como le decían los vecinos por los revestimientos de sus paredes. Una "hostería" habitada por mujeres –a las que llamaban "pupilas"- que debían brindar servicios sexuales a trabajadores de YPF, exclusivamente. La empresa se aseguraba que estuvieran al día con la libreta sanitaria en el hospital propio y ordenaba los días de concurrencia: lunes y martes, podían entrar los técnicos e ingenieros; miércoles, jueves, viernes y
sábado, el personal común.
La empresa instalaba a su gente en estos barrios que estaban dentro del octógono, unas 8 mil hectáreas de reserva del Estado Nacional dedicadas a la explotación petrolera. Para delinearlo y mantener dentro sólo a los ypefianos, la policía del territorio -con la venia de la administración de YPF- echó a los pobladores que habían llegado antes a esas tierras. Los obligó a instalarse más allá de la línea de la empresa. Así se formó lo que antes se conocía como "Barrio Peligroso" y hoy todos llaman Cutral Có. En ese terreno externo, librado a la suerte de sus habitantes, sin el padrinazgo de YPF, se instalaron familias que vivían de la construcción o del comercio y que no dependían directamente de la empresa.
Nancy Fucks es trabajadora de las oficinas de YPF en Neuquén. Hija de Don Fernando Fucks o "el soviético" como le decían cuando llegó a estas zonas en 1931 con su padre ucraniano y su madre alemana. Ahora los dos toman mates, ella con 57 años y él con 99, en la casa del barrio Pampa, en Cutral Có, donde Nancy nació y donde su papá fue a vivir cuando lo desalojaron de la zona que YPF había delimitado. "Nos echaron de Plaza Huincul porque era del Estado y le correspondía a los ypefianos, y para que poblemos Cutral Có", dice Don Fucks que ingresó en 1947 a trabajar en YPF en el área de transporte. Se jubiló en 1977, era el socio del Club Social y Deportivo YPF. Sus hijas fueron a la escuela de YPF y a las colonias de verano de la empresa.
La casa donde vive Fucks tiene un jardín frondoso: una parra, membrillo, ciruelos y un cerezo, árbol que ocupa muchas veredas de estas ciudades patagónicas. En el patio hay una torre de perforación de agua que hizo su padre para proveer a su familia y vender a sus vecinos en épocas de mucho petróleo y poco líquido que para tomar. Ahora su hija le ceba con una pava de metal como las de antes, le dice "papi" a Don Fucks y lo toma de la mano, un gesto que se repetirá durante la charla.
Nancy recuerda el micro de YPF que los llevaba al colegio y se queja de aquella pollerita con la que la vestían aún con heladas. El viento en Cutral Có y Plaza Huincul es permanente. Es un silbido que subyace, un sonido al que el oído se acostumbra después de un rato en estas dos ciudades, una música de fondo que se aprende a tolerar. Las ventanas de las casas que miran a la Cordillera son redondas y chiquitas. Los vecinos saben si caerá agua nieve o si va a despejar de acuerdo a cómo sople el viento.
Nancy es aún empleada de YPF y tiene la camiseta puesta: dice "nosotros" cuando se refiere a una política de la empresa. En su lugar de trabajo son pocos los "dinosaurios" -así se refiere la mujer a los trabajadores con muchos años en la empresa- que vivieron como ella la época gloriosa de YPF, los demás tienen menos de 30 y una actitud más desinteresada.
Recuerda su niñez y juventud y piensa que en esos años todos se juntaban seguido y se preocupaban por el vecino. "Eso cambió, se murió y se terminó. Que quede en el pasado porque no va a volver a pasar jamás. Porque la gente cambió. Nosotros vivimos una historia que fue la historia de un campamento, la historia de una familia. Porque éramos familia en realidad", sentencia Nancy. Su voz, antes fina, cambia, y esa sonrisa que le iluminaba el rostro, desaparece.
Ahora los campamentos están ahí para el que quiera verlos. Las casas ya no pertenecen a YPF porque fueron vendidas durante la privatización. Se ven algunos edificios abandonados y paredes con graffitis. En todos lados hay viento y perros que persiguen al visitante. Poca gente camina por estos barrios de Plaza, la mayoría prefiere agarrar el auto para moverse aunque sean pocas cuadras.
El padre de Fredy Petronace, periodista de Cutral Có e hijo de un empleado de YPF, trabajó en boca de pozo, el lugar más áspero y rudimentario para empleados petroleros. Tenían ritmo de 20 x 7, lo que significaba 20 días al lado del pozo en el medio de la nada dedicados a la perforación y 7 días para volver a su casa. "Si en ese interín alguno se enfermaba tenía que tener suerte porque lo atendía un compañero, que no tenía ni idea. Mi viejo vio morir gente. Por eso siempre me decía que si yo trabajaba en YPF de lo mismo, él se mataba. Nunca quiso", dice Fredy.
Como casi todos los hijos de ypefianos, Fredy nació en el hospital de YPF, fue a la escuela de YPF, al campo de deportes de la empresa y a la pileta. Iba a la proveeduría de YPF y a veces con su libreta compraba más barato para sus amigos que no conseguían esos descuentos. En ese almacén del Campamento Central ahora hay un centro cultural. "Antes de saber el número de documento te aprendías el número del legajo", dice Fredy. El registro que usaba su familia para atenderse en el Sanatorio de Plaza Huincul cuando iban al doctor era el 20875. El centro médico ahora pertenece al Sindicato de Petroleo y Gas Privado de Río Negro, Neuquén y La Pampa.
En 1992 el Congreso de la Nación aprobó la venta de YPF, y Plaza Huincul y Cutral Có comenzaron a sentir el vaciamiento. Los comercios también cerraron porque la gente despedida no tenía dinero para consumir. Así la crisis llegó a todos los habitantes de las dos ciudades. Las diferencias sociales que marcaba el estar dentro o fuera de YPF quedaron a un lado con cuatro mil personas desempleadas. "Ahí no hubo distinción de clases. Todos salimos a la calle. Todos fuimos a la ruta", dice Cuqui mientras pica el cilantro para condimentar la ensalada.
Carlos Ortiz en lo que era la Estación del Ferrocarril de Plaza Huincul
En junio de 1996, desesperados por falta de trabajo, el hambre y la ausencia de respuestas de los gobernantes, un grupo de vecinos de Plaza Huincul y de Cutral có decidió bloquear la ruta 22 y el resto de las vías de acceso. Con las gomas de los camiones, los vecinos hicieron fuego para calentarse y permanecieron en un corte por tiempo indeterminado. Lo llamaronpiquete y se convirtió en un método de protesta que haría historia en Argentina.
Fredy tiene sobre la mesa un ejemplar de la revista La Madre del Borrego que él mismo publicó en 2009. En la tapa están los piqueteros, un gendarme con una máscara antigas y un neumático ardiendo. "En los piquetes hubo una organización sin una cabeza visible. Fue una reunión asamblearia y era natural que fuera así. Había tres líneas conductoras muy sólidas: ningún político nos representa, que venga el gobernador, y que firme un petitorio", dice Fredy. Los piqueteros resistieron unidos la prepotencia de los uniformados e hicieron que la jueza Margarita de Argüelles, que había llegado para reprimir, anunciara megáfono en mano que se declaraba incompetente ante la presencia de todo un pueblo. Los vecinos festejaron, las fuerzas se retiraron y tuvo que aparecer allí el gobernador Felipe Sapag para negociar el fin de la protesta.
Pero la calma duró poco. A comienzos de 1997 la lucha docente contra la Ley Federal de Educación propuso nuevos cortes de rutas y se generaron otros conflictos en la zona. La Gendarmería y agentes de la policía provincial avanzaron para desalojar la ruta pero también ingresaron violentamente en los barrios. Los vecinos salían a la calle para solidarizarse con los manifestantes y también porque los gases lacrimógenos invadían sus casas. El 12 de abril, en el Puente de la Ruta Provincial 17 de Cutral Có, apoyada contra una pared estaba Teresa Rodríguez, una joven de 25 años, madre de tres niños, que iba a la casa de su hermana para ayudarla con las tareas domésticas. Se detuvo por la presencia de algunos gendarmes y vecinos que corrían, y en ese lugar la alcanzó una bala 9 milímetros, las que usa la policía. A 21 años de su asesinato, no hubo juicio ni responsables por su muerte.
El intendente de Plaza Huincul es Juan Carlos Giannattasio, oriundo de La Plata. Es geólogo, pertenece al Movimiento Popular Neuquino y asumió 2011. En 2015, renovó el cargo. Dice que los años posteriores a la privatización "fueron muy difíciles socialmente, con familias que tuvieron que reorganizarse y muchas se desintegraron. La población manifestó en la calle lo que estaba atravesando".
Giannasttasio cuenta que antes de la venta de la petrolera "toda la administración de YPF estaba en Plaza, y las empresas que trabajaban en la actividad manejaban desde acá lo relacionado a la provincia: compras, contrataciones, exploración, producción, perforación, mantenimiento, talleres. En Plaza residía el Administrador de YPF, que en una época contaba con el mayor poder de Neuquén". Los vecinos hablan de esto con total naturalidad, dicen que en una época este funcionario, que administraba la petrolera, tenía más poder que el gobernador de la provincia.
El petróleo y el gas siguen alimentando a la Comarca Petrolera: "La importancia de la explotación hidrocarburífera es el principal eje de desarrollo en términos económicos", afirma el intendente. El Complejo Industrial Plaza Huincul produce naftas, gasoil, metanol y combustible para aviones. Tiene una refinería, una terminal de despacho de combustible y una planta de metanol. Todo es de YPF y la empresa paga un canon a la municipalidad por "Derecho a Inspección, Seguridad e Higiene", que es de un millón y medio de pesos por mes. Esa es la ganancia directa que le queda a la intendencia por el petróleo en esa zona. Eso y lo que deja "El Mangrullo", un yacimiento de gas que está ubicado a 40 kilómetros al norte de Plaza y que pertenece a las dos ciudades.
Con la segunda "pueblada", en 1997, los vecinos consiguieron que el Gobierno provincial cediera a los municipios la explotación por 99 años del yacimiento de gas El Mangrullo. Una empresa concesionaria se encarga desde entonces de la explotación gasífera allí. En este momento Pampa Energía, del empresario Marcelo Mindlin, tiene en sus manos esta gestión. Las regalías que se obtienen de este lugar se reparten en partes iguales para cada ciudad y un porcentaje va al ENIM, el Ente Autárquico Intermunicipal que lo administra. En el mes de septiembre este Yacimiento dejó un beneficio de 74 millones de pesos en total.Este dinero es el que las municipalidades tienen para invertir en obra pública, estructura y capacitación para la gente. El petróleo y el gas ya no patrocinan la vida de los empleados, no se ve la mano protectora, solo transfieren al Estado las regalías por producción y a las cuentas bancarias municipales lo que están obligados a dejar en esa zona, el 12 por ciento de la ganancia que genera el yacimiento El Mangrullo. De cada gestión política de turno depende que la gente vea ese dinero invertido en obras públicas.
Raúl Seoane es ingeniero en petróleo y Director el ENIM en representación de Cutral Có. Además, trabajó durante 18 años en YPF hasta que fue despedido en el año 1991. Sobre este punto de las regalías que ingresan a las ciudades por este yacimiento propio dice: "Son alrededor de 30 millones de pesos para cada municipio. Pero mientras que Plaza Huincul tiene una población de casi 16 mil habitantes, en Cutral Có viven 40 mil personas. Y mientras que en Cutral Có están todas las calles asfaltadas, iluminación y red de agua potable, en Plaza Huincul no pasa lo mismo". Los vecinos de Plaza Huincul se quejan de la falta de luminarias, asfalto y del déficit en cuanto al tratamiento de residuos industriales y domiciliarios. En esta ciudad, que tiene uno de los presupuestos por habitante más alto del país, estas obras y servicios deberían estar cubiertos con el canon que paga YPF y las ganancias que deja El Mangrullo.
En esta Comarca plena de hidrocarburos, el 29 de octubre festejan los cien años del descubrimiento de petróleo. La Municipalidad de Plaza Huincul organizó un acto central en el Monumento al Pozo Nº 1. Los funcionarios recorrerán el espacio que dio pretexto para que nacieran estas dos ciudades. Mirarán la placa del monumento, alguno leerá los nombres de los operarios, geólogos, jefes de sondeo, y hasta del cocinero que participó de semejante hazaña. En otra pared del monumento, observarán el trépano a percusión del equipo Patria. El instrumento que golpea, gira y avanza y perfora.
Así corre el tiempo también en estas ciudades. El campo de deportes de YPF que tenía cancha de rugby, fútbol, tenis, pelota paleta, confitería y parrillas y donde festejaban el Día de la Primavera todos los colegios de la ciudad, está clausurado, abandonado y sucio. Algunos edificios de los campamentos fueron usurpados y a los galpones donde vivían los trabajadores solteros de YPF, hoy son sede de la Universidad Tecnológica Nacional, UTN. Una antigua estación de servicio que abastecía a los camiones ahora está cerrada. Poca gente camina por estos barrios. Ahí, en la plaza principal del Barrio Uno, están los juegos de colores, pero esta mañana de domingo no hay ningún niño que los use.
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