Soledad Quereilhac habla por primera vez tras los insultos que recibió su familia en Buquebús. Dice que los medios tuvieron que ver en el malestar social y que nunca les pasó algo así. En la calle se acercan para “tirar buena onda”.
Por Lucas Morando
Mientras Soledad Quereilhac estaba en el baño del Buquebús, una señora se le acercó a su esposo, Axel Kicillof –el viceministro de Economía–, que estaba con sus dos hijos. Lo acusó delante de los pasajeros de tener la culpa de que a ella le fuera mal. En el acto se sumaron decenas de personas en un escrache a un funcionario que volvía de descansar con su familia en Uruguay. “La verdad, fue muy angustiante”, recuerda hoy, consternada, en diálogo con PERFIL, el primer medio con el que habló después del episodio: “Yo le pedía a la gente que no fuera irrespetuosa porque estábamos con nuestros hijos de 1 y 4 años”, relata.
—¿Por qué piensa que la gente empezó a gritarles?
—Los medios contribuyen al clima social porque hablaron de las polémicas vacaciones de Kicillof. Quisieron hacer una operación sobre nuestra casa, dijeron que era una mansión de dos pisos, y es de medio pelo, muy modesta y sencilla. Siempre hay gente que va a pensar mal y se come ese verso, no es casual que ese fin de semana haya pasado eso porque hay medios que lo fogonean.
—¿Cree que es sólo culpa de la prensa?
—No, pero ayuda. No es una culpa directa, hay muchos factores, porque lo simbólico no produce realidad directamente, pero contribuye. La culpa es de la gente que tomó la decisión de hacer eso delante de menores de edad y de una familia en un ámbito cerrado. Nos gritaban “que se bajen, que se bajen”. Eso tiene dos interpretaciones, el delirio del que no observó que estábamos en un barco y no podíamos bajar... Hay un cierto inconsciente bastante facho, por pedirle a una familia que se tire al río.
Perfil bajo. Este diario dialogó con la esposa de Kicillof el jueves pasado en la puerta de su casa en el barrio de Agronomía, antes de que saliera a caminar con sus dos hijos en una tarde muy calurosa y mientras esperaba que su marido volviera de una misión diplomática en los Emiratos Arabes Unidos.
A diferencia de otras esposas “mediáticas” de funcionarios del Gobierno –incluso de mayor rango que el de Axel– Quereilhac cultiva el perfil bajo: tiene un doctorado en Letras en la UBA y vive de dar clases de Literatura Argentina, además de ser investigadora asistente del Conicet.
Fresca y simpática, aunque todavía dolorida por el escrache, estuvo al borde de quebrarse en algunos momentos de la charla, sobre todo cuando se trataba de preservar a sus hijos.
—¿Después del episodio en el barco, van a cambiar algo en su rutina familiar, tratar de salir menos, no ir a tantos lugares públicos?
—Sin comentarios... Nosotros hacemos una vida normal, tenemos un perfil superbajo y es la primera vez que nos pasa algo así porque hacemos vida familiar y salimos poco. Seguro que hay un montón de gente que no está de acuerdo con nosotros, pero nunca nos han puteado. Los que se nos acercan es para tirar buena onda.
—¿Qué se desencadenó en los turistas para que les gritaran delante de su familia?
—Creo que fue un público particular, con preferencias ideológicas y económicas particulares. Lo que han hecho habla más de ellos que de nosotros.
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