Por María Laura AvignoloTiene apenas el 27% de apoyo, la cifra más baja para un presidente al inicio del mandato.
Los resultados son impredecibles. Pero los grandes beneficiarios de este enorme decepción por la clase política son los extremos: el populismo del Frente Nacional y la izquierda de Jean Luc Melenchon, que está anunciando una marcha “por la república” para el próximo 5 de mayo.
La “república ejemplar” que propuso Hollande en la campaña electoral de 2012 se evaporó cuando Jérôme Cahuzac, ministro del Tesoro y amigo personal del presidente, le mintió al jefe de Estado en un tête à tête ; al primer ministro Jean Marc Ayrault; y especialmente, al Parlamento, al negar que tuviera una cuenta de 600.000 euros en Suiza, como había denunciado el portal de periodismo de investigación Mediapart.
Cahuzac renunció. Pero su mentira, después de su admisión ante la justicia hace tres días, ha destruido la reputación del gobierno, la autoridad de Hollande y ha sumergido al partido socialista en la depresión y el descreimiento militante. Primero, el médico abrió la cuenta en Suiza y después la trasladó a Singapur, adonde no ha llegado aún un requerimiento judicial francés. Ha pedido perdón al presidente y al pueblo y los mismos ministros temen su suicidio. Aunque Cahuzac quiere volver a la Asamblea Nacional –según anunció desde su refugio en el sur del país a través de sus amigos– y el PS reclama que sea enterrado políticamente. A ello se suma la aparición de una cuenta off shore en las islas Vírgenes británicas, con un partner chino, de Jean Jacques Augier, millonario dueño de Taxis G7, compañero de promoción de Hollande en la prestigiosa Escuela Nacional de Administración (ENA) y su ex tesorero en la campaña electoral que lo llevó al poder. El próximo en la línea de mira en estas horas es el ministro de Finanzas, Pierre Moscovici, bajo acusaciones de haber amparado a Cahuzac. Una acusación de la que el ministro se defiende con vehemencia.
Con Hollande en visita oficial en Marruecos, todas las posibilidades están siendo discutidas para seguir adelante con el gobierno, bajo presión mediático–política y la amenaza de nuevas revelaciones de Mediapart. ¿Una reorganización del gabinete? Sí, pero ¿para poner a quién? ¿A Ségolène Royal, ex compañera sentimental presidencial, o a Martine Aubry, ex secretaria general del Partido Socialista, como posibles primeras ministras? Un vínculo que no será fácil con ninguna de las dos. ¿Una disolución anticipada de la Asamblea Nacional, donde tienen absoluta mayoría los socialistas? ¿Cohabitación forzada en 18 meses? Son todas hipótesis, pero es Hollande, un “tactista” a quien le gusta medir los tiempos y no darle la razón a los medios, quien finalmente decidirá el método y el rumbo.
“No es el gobierno el que está puesto en cuestionamiento. Es un hombre el que ha fallado”, se defendió el presidente desde Rabat en conferencia de prensa.
Los ministros de Hollande admiten que una reorganización gubernamental será “inevitable” pero “con los tiempos de Hollande”. El affaire Cahuzac no sólo ha puesto en duda su autoridad sino que lo ha sumergido en una crisis de impopularidad sin precedentes. Según los sondeos de Sofres, sólo tiene el 27% de opiniones favorables, la cifra más baja para un presidente después de once meses de mandato. Pero un nuevo sondeo del diario Le Parisien demuestra que los franceses están interpretando el vínculo entre el escándalo Cahuzac y el humor negro colectivo. La encuesta refleja además cómo pesa el clima general en el humor colectivo, junto a la falta de crecimiento económico, el desempleo, el alza de impuestos y la imposibilidad de cumplir las metas de déficit acordadas con Bruselas.
El 53% “no está contento” con la forma en que Hollande y el gobierno manejaron el affaire Cahuzac pero el 45% “está satisfecho”. El 57% cree que “es una cuestión que supera a un hombre y que deteriora la imagen que ellos tienen del gobierno”. Un 42% considera que “es el affaire de un hombre y que no cambia la imagen que ellos tienen del gobierno”.
Francia sufre hoy un sismo democrático, en un país donde es ilegal e inaceptable socialmente no declarar una cuenta bancaria en el exterior. Un delito que puede ser penado con la cárcel por fraude fiscal. Las medidas que el gobierno deberá tomar necesitan restaurar la fe democrática y la ejemplaridad pero el cuándo y el cómo está en manos de un presidente que tarda en decidir el camino.
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